Tras ser despedido de la cinta Piraña II, James Cameron tuvo un curioso sueño que cambió su futuro… y el del cine
Agencias
México
Apenas unos días después de haber sido despedido de la producción del infame churro Piraña 2, el entonces joven cineasta James Cameron no estaba pasando un buen momento en su vida.
Con muy poco dinero y varado en Roma, decidió quedarse en una pensión económica donde, además, tuvo que padecer una serie de fiebres que lo tenían enfermo y, quizá, al borde del delirio.
Dicen que son los peores momentos los que sacan lo mejor de las personas, y quizá el relato de esa parte de la vida de Cameron, quien estuvo detrás de cámaras en cintas multimillonarias como Titanic o Avatar, sea la mejor manera de comprobarlo.
Sucede que una de esas noches de fiebre, con cada vez menos dinero y todavía lamentándose de su fracaso laboral, una espantosa imagen vino a su mente: la de un esqueleto de cromo arrastrándose con un cuchillo. Así nació Terminator.
El material con el que están hechas las pesadillas
De acuerdo con el relato que James Cameron contó al British Film Institute en el marco de la celebración del 40 aniversario de su icónica cinta, fue una noche de 1981 cuando esa poderosa imagen vino a su mente.
“Terminator proviene de un sueño que tuve mientras me encontraba enfermo de fiebre en una pensión barata en Roma en 1981. Era la imagen de un esqueleto de cromo emergiendo de un incendio. Cuando desperté, comencé a dibujarlo en el estacionamiento del hotel.
“El primer bosquejo que mostré era el de un esqueleto de metal cortado a la mitad en el pecho, arrastrándose sobre un piso de mosaico, usando un gran cuchillo de cocina para avanzar mientras estiraba una mano”, detalló Cameron en la entrevista.
El camino para llevar su sueño a la pantalla grande no fue sencillo, pues le tomó casi tres años convencer a productores y reclutar a las personas que dieron vida de forma casi perfecta a una de las mejores obras de ciencia ficción en la historia del cine.
“Grabamos con la luz disponible en la mayoría de las locaciones callejeras nocturnas, las cuales eran cuidadosamente seleccionadas entre las calles mejor iluminadas de Los Ángeles e hicimos una escena sin pagar permiso, en el desierto”, recuerda el cineasta.
Al final, su pesadilla costó 6.4 millones de dólares y aunque en su estreno recaudó la nada despreciable cifra de 78 millones de dólares, su maestría le valió el reconocimiento de Andrei Tarkovsky, considerado uno de los mejores cineastas de la historia. Además, le permitió a Cameron forjar una carrera brillante, llena de éxitos y, seguramente, cada vez menos pesadillas.
Nota tomada del Heraldo de México