26 de Noviembre de 2024
 

Jan Hendrix hermana arte y arquitectura

Ciudad de México.- “Lo recto es la arquitectura, lo curvo la escultura”, afirma Jan Hendrix (Holanda, 1949) sobre la correspondencia entre ambas disciplinas que, a pesar de las discusiones sobre su paralelismo, él ha conseguido desarrollarlas como si de “hermanas gemelas” se trataran.

 

Pero más que colocar objetos de adorno en un espacio fijo, sus piezas monumentales se convierten en una suerte de entrada a un nuevo espacio; el lugar donde tiene cabida la ilusión, la imaginación y la fantasía dentro de la formalidad de una construcción. 

“Quisiera que las esculturas se consideraran otra parte de la arquitectura, la extraña parte de la arquitectura, la inusual parte de la arquitectura, y creo que cada vez hay más casos en que se vuelve no la pieza que cuelga de la pared, sino una especie de tejido interno del espacio tridimensional”, señala quien vive y trabaja en México desde 1978.

Esta dicotomía en la estética de Hendrix se hace evidente en las 13 esculturas que reseñó en el libro Ornament is not a crime (Arquine), que ha realizado en la última década para espacios públicos y privados como la Librería Rosario Castellanos, la Biblioteca México, el Museo Memoria Tolerancia, el centro histórico de la ciudad de Puebla o el Centro de Estudios de Educación en Qatar.

Son obras, dice en entrevista, que rompen con la línea divisoria entre arquitectura y arte para sumar sus potencialidades, y entonces generar espacios de asombro e  incertidumbre para el espectador. Así a veces las esculturas de figuras orgánicas tienen una función específica, y muchas otras sólo apelan a la contemplación de sus usuarios.

Por ejemplo, el plafón de la Librería Rosario Castellanos, que hizo en 2006, desde su concepto se pensó para servir como lámpara al ser la única entrada de iluminación en el lugar; en el Museo Memoria Tolerancia el cubo que construyó en 2010 lleva dentro 20  mil cristales como un “memorial” de los niños fallecidos durante el holocausto, y el cilindro en el centro de Puebla se convirtió desde 2009 en punto de reunión para niños, novios y turistas.

Mientras que en piezas como “Hoja de tabaco” en la Biblioteca México no tiene una tarea específica más que la referencia estética; como sucede con el cilindro de prisma Hoja, árbol, bosque que colocó en la explanada del Museo Maya de Cancún; ambas las realizó en 2012.

“La arquitectura misma es de una limpieza absoluta; lo que yo he provocado un poco en los últimos diez años, y con este libro creo que se muestra, es esta lenta infiltración silenciosa en el campo de la arquitectura; sin darme cuenta, sin querer, pero al final de cuentas, hoy en día hay una serie de consideraciones mías en mi trabajo que tienen que ver con la arquitectura y la escala.”

Quien ha expuesto en el Bonnefanten Museum, en los Países Bajos; los Archivos Imperiales de la Ciudad Prohibida, en Pekín, y el Irish Museum of Modern Art, en Dublín, cuenta que tomando como referencia la Escuela de la Bauhaus, se puede trazar un momento previo de irrupción entre la arquitectura y la imagen estética: “Un  periodo muy largo de negación total al ornamento dentro del edificio”.

“En el Bauhaus empieza todo una reflexión sobre consideraciones donde sí toman en cuenta la  ornamentación y otras maneras de diseño que se incorporan al edificio, pero el edificio en sí es una pieza de estética”, añade quien desde la década de los 90 colabora con arquitectos como Enrique Norten, Bernardo Gómez Pimienta, Alberto García Lascurain y Teodoro González de León.

Estas piezas monumentales –lo mismo de cristal, aluminio o mármol negro– son referentes directos a la botánica, tema que ha investigado y estudiado no para hacer representaciones simples, sino interpretaciones de la naturaleza.

Por ello, igual que en su obra gráfica, sus diseños públicos adoptan la estructura de hojas, troncos, ramas o árboles; pues asegura que encuentra en la arquitectura de la naturaleza, una ingeniería de fantasía que él aplica a un edificio lineal a través del concreto, del cristal, del metal.

Al asegurar que toda su obra tiene origen en el dibujo, Hendrix confiesa que nunca piensa en el espectador al crear sus piezas, y su mayor disfrute es la exploración y selección de la materia prima con que su idea se hace tangible, y así transita de lo bidimensional a lo tridimensional.

“Si yo soy bidimensional, porque todo parte del dibujo, y el arquitecto es tridimensional, entonces yo me estoy convirtiendo en biditridimensional. Estoy en el tránsito entre el espacio y lo plano”, dice.

La publicación contiene ensayos de Teodoro González de León, Alejandro Hernández Gálvez y José Luis Barrios, quienes también participarán en la presentación del libro la próxima semana.

 

 


Lo último en el Heraldo

Banner Hotel