El 31 de marzo de 1596 nacía René Descartes, uno de los pensadores más importantes de la Historia. Físico, matemático y filósofo, su obra le hace ser considerado como el padre de la Geometría Analítica y de la Filosofía Moderna.
Descartes, con una brillante mente analítica y matemática, "cartesiana" como sería considerada posteriormente, analizaba el mundo desde una óptica diferente. Conocedor de la filosofía escolástica medieval y de las distintas relecturas aristotélicas, se muestra contrario a esta manera de entender la realidad. Y es este inconformismo en que le lleva a desarrollar la clave de su pensamiento, el Método.
En su obra "El Discurso del Método", escrita en 1637, Descartes expone un conjunto de cuatro reglas que, a su entender, son indispensables para llevar a cabo una lectura fiel de la realidad, en su afán por conocer la verdad. Se trata de la aplicación de un método de razonamiento lógico deductivo.
La primera o Regla de la Evidencia, concibe que solo se puede admitir como verdadero aquello que se puede conocer con una evidencia clara, lo que denomina el Criterio de la Verdad.
La segunda, o Regla del Análisis, explica que se debe dividir cada dificultad en elementos simples, reducirlo a su esencia.
La tercera, o Regla de la Síntesis, plantea que es necesario abordar el pensamiento desde lo más fácil a lo más difícil, llevando un orden de complejidad.
Finalmente, la Regla de la Enumeración, por la cual se recomienda repasar todo el proceso para confirmar que no se han cometido errores.
Para conseguir cumplir la Regla de la Evidencia, Descartes desarrolla una duda radical, la Duda Metódica, que trata de encontrar la verdad absoluta e incuestionable sobre la que construir el pensamiento. Concibe tres niveles de duda.
Primero, duda de las percepciones sensoriales, pues los sentidos pueden proporcionar información falsa, no real.
Segundo, cree que, dado que existen sueños reales, no es totalmente posible diferenciar realidad y sueño, por lo que las percepciones que creemos reales podrían ser un sueño.
Finalmente, cree que podría existir un "genio maligno", un error inducido que nos hace dar por verdad algo que no lo es. Es la duda máxima, momento en el cual ya nada podría ser real.
Y en esa gran duda surge la primera gran verdad, punto de inflexión de su pensamiento: "Pienso, luego existo". Si estoy pensando, al menos la mente existe, aunque desconozca su forma y capacidad. A partir de este punto, comienza a desarrollar la segunda parte de su razonamiento, que será también la más cuestionada.
Para Descartes, la mente se compone de ideas, y diferencia tres tipos: las ideas Adventicias, que provienen de la experiencia externa; las ideas Facticias, que construye la propia mente; las ideas Innatas, que están en el pensamiento desde el principio.
Entre esas ideas innatas, la más importante sería la idea de Dios, que representaría la máxima perfección. Con este razonamiento, Descartes cree encontrar la clave de la existencia de Dios, que sería quien implantaría esas ideas innatas, a través de las cuales, repensar el mundo.
Este "mundo recuperado", se compone de dos cualidades: las cualidades primarias, que como el movimiento o la figura, serían reales al poder analizarse matemáticamente; las cualidades secundarias, que como el color, sabor u olor, serían subjetivas y por tanto, no reales.
El pensamiento de Descartes es un punto de inflexión fundamental en la Filosofía, sustento de gran parte del pensamiento futuro. Sin embargo, el propio filósofo fue acusado de plagio en su época, al considerar que la formulación del "pienso, luego existo" y del Método, había sido realizada previamente por otros autores españoles, Gómez Pereira (1554) y Francisco Sánchez (1576), respectivamente.