Durante una relación en pareja, distintas son las etapas que se viven en una interacción afectiva entre dos personas. La cadena evolutiva de una relación regularmente es dinámica donde se pasa de ser conocidos a compañeros, posteriormente amigos, enamorados y amantes, hasta llegar al amor pasional donde se consuma todo este proceso, generalmente bajo conductas o acciones que los inmiscuidos en la relación desarrollaron como el romanticismo, la pasión, el respeto o la confianza.
Cuando alguno de los elementos anteriormente mencionados empieza a faltar, es común que se presenten otro tipo de comportamientos que vayan mermando la estabilidad en la relación y genere un ambiente poco saludable, por ejemplo uno de los principales elementos que se puede ir perdiendo es la confianza, ya sea por exceso o por falta de la misma, una característica muy común son los celos, mostrar ansiedad por saber donde se encuentra la otra persona o revisar las pertenencias personales, son algunos rasgos que se pueden presentar y llevar la relación a un estado de dependencia, violentando el espacio de alguno de los miembros.
“Fue mi último novio, desde que empezamos me comenzó a bloquear muchas amistades (…), me echaba un buen argumento en donde yo decía, no, si tiene razón, o sea, porque siempre me acababa convenciendo, así él la hubiera regado cañón, al final yo tenia la culpa”, señaló Roxana, quien desde hace tres años terminó una relación donde aseguró vivir un tormentoso noviazgo, en el cual la violencia psicológica fue uno de los principales elementos de su relación y que hasta la fecha es un tema que no toca mucho, deseando nunca toparse con su ex novio.
La violencia dentro de una relación pueden presentarse comúnmente de dos maneras, física y psicológicamente, en ambas es un mecanismo de sometimiento hacia la persona, la primera es evidente, cuando uno de los dos individuos sufre o propina a la otra golpes, empujones e inclusive la viola sexualmente; mientras que la presencia de la violencia psicológica se puede dar mediante expresiones verbales que cosifiquen, degraden o amenacen a la otra persona, sin embargo también pudiera presentarse mediante expresiones corporales sin llegar necesariamente al contacto físico, como una mirada o un ademán; inclusive el lenguaje indirecto también se puede mostrar, donde el individuo se expresa mal de su pareja ante otras personas.
De acuerdo con los expertos, en nuestro país este tipo de conductas en las relaciones de pareja es común verlas en menor o mayor grado, pero en algún momento de la relación llega a presentarse “porque tenemos una cultura de la violencia extremadamente marcada”, señaló la psicóloga María de la Paz Sánchez Valdés, encargada de la procuraduría de la violencia del DIF en Xalapa, quien agregó también, que en muchas ocasiones las personas que sufren de esta situación deciden quedarse en una relación por necesidad, ya sea emocional por vivir en un estado de dependencia sentimental con su pareja; social, por tener la aprobación de los distintos círculos donde se desenvuelve, ya sea familiar o de amistad; o hasta económica, donde depende directamente de lo que su pareja provea.
Por otra parte el Dr. Javier Beltrán Guzmán, psicólogo y ex catedrático de la universidad veracruzana, agregó que otro de los factores por los que una persona dentro de una relación decide quedarse a pesar de estar sufriendo algún tipo de violencia es que “en algunos casos, todavía hay, forma parte de la herencia cultural, o sea, las madres educan a las hijas a soportar lo que haya que soportar porque para eso se casaron, (…) entonces a veces es la educación de los padres lo que le da al traste con eso y se vuelven sumisas o sumisos y aceptan”.
“Nunca me pegó, nada físicamente (…) un día empezamos a hablar de hijos, y me dijo que si tenia un hijo de él, que me lo iba a quitar y él se encargaría de criarlo, no iba permitir que yo interfiriera en la educación de ese niño, porque no era la persona adecuada para poder criar a su hijo”, relató Roxana, quien hizo una pausa larga al final de su narración y al mismo tiempo sus ojos comenzaron a tornarse cristalinos.
Quienes padecen estas circunstancias suelen desarrollar ciertas conductas que presentan algún desequilibrio emocional, según el psicólogo Erick Ortíz González algunos de los síntomas que se pueden presentar en el individuo víctima de agresiones físicas o psicológicas es “cuando la persona esté ida o ausente, supongamos que una chica es golpeada o sumisa, en temas de noviazgo, no pondrá la suficiente atención porque está enfocada en su problema; otro factor es su estado de ánimo, por ejemplo en una convivencia donde todos estén a las risas y ella esté llorando (…) hay como ese desequilibrio emocional, donde ella (o él) no va estar al 100% atenta a lo que le está sucediendo”.
Ante esta situación, los especialistas señalan que el agresor en una relación es quien enseña a la pareja a ser la victima de acuerdo a todo los elementos señalados anteriormente y que una conducta que presente violencia psicológica es muy probable que desemboque en una agresión física, por lo que la psicóloga María de la Paz Sánchez, indicó que cuando se presentan estas características es importante buscar estrategias de autocuidado, que van desde poner un límite al tono de voz, hasta tener a la mano los números de emergencia, además de aprender a identificar las conductas que parezcan violentas y sobretodo trabajar en el autoestima de la víctima reestructurando los pensamientos que lo llevaron a sumergirse a ese tipo de relación ya que “si no lo haces, sales de un ambiente hostil para meterte a otro, entonces vuelve empezar el noviazgo en las mismas circunstancias”.
Por último Roxana decidió terminar la relación que duró cuatro años, agregó que el último año fue muy pesado y desgastante para ella, ya no podía dormir e inclusive pensó que en algún momento la golpearía; las circunstancias de encontrar trabajo antes que su ex novio, el relacionarse en otros círculos sociales y el darse cuenta que podía valerse por si misma influyó para terminar con la relación a través de una llamada telefónica, sin embargo, aunque ya pasaron tres años y no lo ha vuelto a ver, concluyó, “no me siento capaz todavía de enfrentarlo, he recobrado mucha seguridad en mí, pero no lo suficiente”.