FLAVIA MORALES | LA MAREA/AVC NOTICIAS
XALAPA, VER.- Yesenia y Victoria se definen a sí mismas como guardianas o cuidadoras de las abejas nativas en Veracruz. Su trabajo es distinto entre sí, pero al mismo tiempo está conectado.
Mientras Victoria trabaja en meliponarios con abejas que producen miel curativa, Yesenia conserva un vivero donde germina más de 50 especies de árboles maderables que además de preservar el bosque, son comida para las abejas.
Ambas son alumnas de la escuela de abejas vivas y producen medicina herbolaria que tiene como base la miel, el propóleo y el polen.
Son parte de Inana A.C., Iniciativas para la vida, que desde hace más de diez años ha sumado a varias mujeres y sus familias, en redes donde se procura la relación con las abejas desde el cuidado y la conservación y no desde una visión productivista, de moda, que mida el éxito en litros de miel.
La organización busca junto con otras mujeres rescatar a las abejas nativas sin aguijón (meliponas), muy pequeñas y escasas, pero cuya miel es valiosa por sus propiedades curativas.
Su conservación es clave, porque en Veracruz existen al menos 26 de las 46 especies de abejas nativas cuya función principal es la polinización. Según estudios del Instituto Nacional de Ecología, esta especie es la principal polinizadora de plantas como vainilla, chile, calabaza, chayote, frijol y tomate, entre otras, que por la forma de sus flores solo ciertos grupos de abejas pueden llevar a cabo su polinización.
Raquel, una de las fundadoras de esta red, está convencida de que las palabras son poderosas y pueden tener un efecto transformador, por eso prefiere que las nombren custodias o guardianas de los territorios.
Advierte que no trata de romantizar el tema, sino de crear una conexión diferente y eso se evidencia cuando enumera los caminos andados por Inana para proteger a las abejas: una escuela viva de abejas, viveros para la biodiversidad, meliponarios agroecológicos, productos medicinales, y ahora un sello para garantizar el buen trato a las abejas.
“A veces nos hacen creer y sentir que es un discurso demasiado volado, pero no, ya tenemos 12 años, y podemos comprobar que las mujeres que están en las redes entienden la miel desde otro lugar, tienen una relación amorosa afectiva de cuidado mutuo con las abejas”, asegura Raquel quien hace años llegó a Coatepec desde el Bajío siguiendo su pasión por las abejas y buscando respuestas para su conservación.
Cuando llegó a Veracruz hace más de 20 años, le sorprendió la diversidad y la amabilidad del clima, desde entonces ha caminado por los bosques y las selvas tejiendo redes de mujeres que miran a las abejas desde otros saberes.
Su amor por las abejas viene desde muchos años atrás. Además de Inana con base en Coatepec-Xico y Teocelo, a unos 20 kilómetros de Xalapa, la capital de Veracruz y zona del bosque de niebla, es fundadora de La Mare.
La Mare (Meliponicultoras Agroecológicas en Red) es también otra palabra que según Raquel puede significar muchas cosas, porque puede ser movimiento o mujeres y abejas en red.
La organización se conforma en su mayoría por mujeres campesinas, quienes con su conocimiento plantan viveros y elaboran productos basados en la miel que ayudan a su economía familiar, pero también a su independencia financiera y empoderamiento.
Pronto estas mujeres descubrieron que las abejas son un mundo dentro de muchos. Donde es necesario mirar a la diversidad, el paisaje, el agua, los ecosistemas, pero sobre todo concentrarse en las prácticas de conservación ante las amenazas a la especie.
Pensar en las abejas sólo como productoras de miel -afirma- es una visión reduccionista que además pone en peligro a la especie, pues uno de los mayores beneficios de esta especie es la colaboración en la polinización de gran cantidad de cultivos.
Según la Comisión Nacional para el Conocimiento y Uso de la Biodiversidad (Conabio), en México hay alrededor de 1800 especies de abejas que se encargan de polinizar cerca del 35% de los cultivos que proveen alimento.
La abeja más popular es la Apis Melifera con aguijón que produce miel para el consumo, pero no es nativa del país, mientras que las abejas sin aguijón o nativas están en ecosistemas tropicales y la miel que producen es medicinal, aunque es poca, entre 1 a 2 litros al año.
La explotación de las abejas en México se ha disparado en los últimos años. El país es el noveno productor de miel a nivel mundial, con 63 mil 362 toneladas cada año y Veracruz es el tercer productor de miel en el país con 5 mil toneladas anuales.
Esta producción acelerada pone en riesgo a las diversas especies, principalmente por el uso intensivo de pesticidas-herbicidas que ha reducido al mínimo las zonas de pecoreo (recolección de néctar) impactando de forma dramática en los insectos polinizadores, según estudios del Instituto Nacional de Ecología.
La producción de miel a escala industrial ha afectado a la especie por el uso de comida artificial para alimentarlas, intercambios de reinas, medicinas, movimiento de colmenas para viajar a los cultivos, entre otros que ha ocasionado la muerte masiva de abejas, señalan científicos.
Las abejas son el mejor termómetro del cambio climático: “El cambio de los patrones de la lluvia y del clima hace que los árboles empiecen a generar floraciones aventureras para lograr generar su semilla y esto también impacta a las abejas”, asegura Raquel.
Mientras se dirige a Xico para visitar un vivero, prefiere tomar el camino arbolado de bosque de niebla y evitar la carretera más rápida, pero donde los árboles fueron talados.
Desde muy joven su formación está ligada al trabajo con las organizaciones civiles con enfoque de género y desarrollo comunitario. Sus primeras colmenas de abejas también fueron en colectivo y esa formación ha definido su vida.
El trabajo de la red de mujeres y abejas es clave en un mundo donde la miel se comercializa a gran escala y un panal de abejas se puede vender hasta en 6 mil pesos, generando saqueos de nidos.
Raquel ha sido testigo del problema en primera línea: “Hemos visto en el territorio los efectos tremendos, hay saqueo de nidos, tala de árboles, miel pirata y mientras no haya una regulación oficial en tema de abejas nativas, el problema irá en crecimiento”.
Como ejemplo de la visión productivista de la especie, las abejas están dentro del sistema de la ganadería.
“Esa visión es plana, no permite ver la complejidad de la agroecología y los ecosistemas, no deja ver la bisagra radical que son las abejas para la posibilidad de la vida”.
Yesenia, quien desde hace ocho años conserva un vivero de la biodiversidad advierte: “Muchos las ven como ganado, solo quieren miel y polen, es como si fueran a ordeñar una vaca, quieren dividir y contar los litros de miel y yo me pregunto, ¿ya aseguraron comida para las abejas?”.
Con su mochila en la espalda y su sombrero para atajar el sol, Yesenia, quien no alcanza los 50 años, atraviesa varias veces al día el parque frente a su casa para llegar a su vivero. Habla rápido y con emoción de las abejas, conoce sus procesos y sabe que la comida es vital para su sobrevivencia.
Las abejas nativas tienen un rango de pecoreo (recolección de néctar) de 1.5 kilómetros a la redonda, mientras las abejas API de entre 2 y 3 kilómetros, si no encuentran comida viajarán más lejos con probabilidad de morir en búsqueda de alimento.
Para asegurar la comida de esta especie, en su vivero cultiva especies nativas y otras introductorias que son alimento y son refugio de abejas nativas.
Yesenia: un vivero para la vida
Un frondoso árbol con flores rojas (tulipán de la india) es la casa de un nido de abejas nativas frente a la casa de Yesenia en la comunidad de Úrsulo Galván en el bosque de montaña de Xico, Veracruz.
Se acerca al árbol y pide mirar muy de cerca el trabajo de estas pequeñas abejas negras de no más de dos centímetros. Mientras explica la función señala una palmera a unos metros: “De ahí están extrayendo el polen, ¿lo ven?”.
Después, mientras camina por las veredas de su vivero, se refiere a cada árbol por su nombre común, pero también el nombre científico y sus propiedades. El expertise lo ha aprendido de biólogos, viveristas y sus clases en la escuela de las abejas donde se comparten saberes entre cuidadores de abejas.
El vivero es una iniciativa que empezó con 30 personas y ahora está ella y su familia. No es una tarea fácil, en espacio tiene sembradas más de 50 variedades de árboles, en total más de 3 mil pequeños árboles germinan en esos espacios, todo bajo una mirada agroecológica.
Algunos de estos árboles son hijos de los árboles padre alrededor del parque frente a su casa, pero otros provienen de las semillas recolectadas en los bosques de su comunidad.
La mayoría de los árboles son nativos: en el espacio hay pomarosa, zapote, algodón, quebracho, maderables como cedro, pero también frutas como jobos, macadamia, entre otros.
El trabajo nunca acaba, se levanta muy temprano para regar, abonar, podar y cuidar a los árboles, pero dice que esto siempre fue su vocación.
Las plantas y los árboles le traen a la mente los días cuando de niña acompañaba a su padre a trabajar en la finca, entonces pensaba que estaba programada para ser ama de casa, pero un empleo temporal de reforestación le abrió un camino más amplio: el de las abejas.
Para ella hay un antes y un después de las abejas: “Se abrió un mundo diferente, ahora mi meta es lograr hacer el vivero sostenible, un sustento para la familia, pero al mismo tiempo ser congruente con la protección a las abejas. (...) Ellas (las abejas), yo pienso que son como mi familia y yo soy su cuidadora”.
La miel recolectada de unas cajas en su patio la usa para hacer productos combinados con la herbolaria son medicinales. Ahora bajo su marca: Raíces del alma.