Señalan que dichos productos podrían afectar el suelo de la región
Miguel Bautista
Productores de la sierra de Atzalan evidenciaron su molestia, luego de enterarse que en días pasados la Comisión Federal para la Protección contra Riesgos Sanitarios (Cofepris) habría aprobado el libre consumo de 132 productos transgénicos, según noticias de medios nacionales, y es que según lo informado, el 50% de este tipo de producto sería lo concerniente al maíz y el resto en semillas y granos como el algodón, soja y canola.
Gabino Landa, residente del ejido 6 de Mayo opinó que aún y cuando este municipio no es un extenso productor de este grano, en caso de sembrarlo podría dejar daños en el suelo y volverlo inutilizable para algún otro tipo de producto que se siembra en la zona, como lo es la caña de azúcar, el café e incluso los cítricos.
Asimismo, reiteró la falta de apoyos a los campesinos, y la tecnificación correcta si se pretende experimentar con este tipo de productos, aunque advirtió que es difícil que la mayoría de productores la acepte, pues ninguno sabe a ciencia cierta qué daños pueda causar y en reiteradas ocasiones han manifestado su desdén o rechazo a este tipo de programas; por otra parte, increpó que esto seguramente beneficiaria únicamente a las grandes empresas encargadas de vender estas semillas modificadas, además de sus productos, por lo que reiteró la dificultad de su aceptación.
Agregó que el campo ya tiene en si demasiados problemas para que se sumen a ellos la imposición de estas semillas, ya que asegura que los bajos precios los ha golpeado durante todo el año, y lo que necesitan verdaderamente es un precio justo que sea subsanado por el gobierno, de lo contrario estos programas solo vendrían a dar “el tiro de gracia”, por lo que solicitó revertir dichas autorizaciones y dejar de lado estos programas.
En este sentido, defendió también el maíz nativo de estas tierras o el llamado “criollo” como se le conoce comúnmente, pues por generaciones se ha tenido el método tradicional de siembra y a menos que mejoren las condiciones de vida de los campesinos podrían aceptarlo, aunque inquirió en que posiblemente sea un arma de doble filo si se consideran las numerosas investigaciones que demuestran dependencia del suelo y deterioro en el mismo.
Antepuso que de algún modo se ponía en peligro la capacidad del campesinado para producir su propio alimento, además del riesgo que significaría someter un producto básico de la alimentación a una tecnología que podría plantear riesgos a la salud, concluyó.