Productores no deben depender económica y técnicamente de empresas que proveen esas variedades
Facundo Bartolo Salazar
El único riesgo de los cultivos transgénicos o genéticamente modificados es que los productores pueden perder las semillas que en forma natural les redituaban sustento e ingresos, con lo cual dependerán económica y técnicamente de las empresas que venden esa tecnología, aseveró Federico Pérez Gómez, profesionista observador y crítico.
Destacó que, definitivamente, sería deseable que para continuar con su labor, quienes cultivan la tierra no dependan totalmente de los tecnócratas que promueven los transgénicos. Lo anterior, sabiendo que después de cosechar cualquier producto con ciertas bondades y calidad, los campesinos se verán obligados a volver a comprar semilla, tras haber perdido las variedades “criollas” de los cultivos.
Pérez Gómez opinó que es posible continuar realizando cruzas en forma natural de plantas como el maíz, con la finalidad de lograr mazorcas más grandes y por ende toneladas por hectárea. Esto, en lugar de acceder a productos cuyos genes hayan sido modificados, pues si bien es cierto no existen pruebas de que ocasionen daños al organismo humano, si colocan a los cultivos tradicionales en riesgo de desaparecer.
Expuso que desde siempre, la naturaleza o el hombre han cambiado la genética de las plantas, es decir, si un árbol de cierto tipo está en flor y su polen fecunda las flores de otro, las semillas de este último ya tendrán la información genética de ambos organismos. Citó el ejemplo de un Premio Nobel radicado en Sonora, quien al estar haciendo mejoramiento genético no transgénico logró obtener una variedad de trigo de vara corta y gruesa, de espiga grande y grano también más grande, con lo cual se obtenía más producción por hectárea que con el trigo natural.
Explicó que lo anterior es parecido a la creación de los transgénicos, pero enfatizó que en ellos los cambios genéticos son más radicales y profundos, teniendo como finalidad que los cultivos resistan ciertas circunstancias de la naturaleza, tales como plagas, que en forma normal no resistirían. Apuntó que aún no se sabe acerca de los efectos de las plantas transgénicas sobre el organismo del consumidor, siendo claro que las personas no han sufrido afectaciones con las cruzas o mejoramientos genéticos básicos que se han realizado, siendo prácticamente lo que sucede en forma natural. Es por ello que, insistió, se deben conservar las semillas naturales que se producen en cada región, con la posibilidad de mejoramiento entre ellas, sin perderlas y sin llegar a depender totalmente de empresas proveedoras de variedades transgénicas cuyo futuro aún resulta incierto por los posibles efectos que tengan en los seres humanos.