- El país enfrenta ya escasez de energía y la tecnología actual es insuficiente frente a la demanda; requiere modernización e inversión
EL UNIVERSAL
CDMX.- Al iniciar su mandato, la presidenta Claudia Sheinbaum hereda uno de los retos más acuciantes y políticamente controvertidos de la historia moderna de México: garantizar un suministro energético fiable, asequible y sostenible para una economía en crecimiento.
Lo que está en juego no podría ser más importante. México ya está experimentando escasez de energía en algunas zonas, depende en gran medida de las importaciones de gas natural y combustibles refinados de Estados Unidos y se enfrenta a la urgente necesidad de modernizar y ampliar una red nacional que cada vez está más al límite de su capacidad. Sin una acción decisiva, la energía podría convertirse en un freno para el crecimiento económico, una amenaza para la competitividad industrial y una fuente de inestabilidad social y política.
La respuesta no es el puritanismo ideológico, ni una única tecnología “milagrosa”. Se requiere una estrategia tipo “todas las anteriores”: hidrocarburos y energías renovables, almacenamiento y eficiencia energética, inversión pública y privada, y un enfoque pragmático de la regulación que fomente la innovación y la entrada de capital.
En todo el mundo, desde Estados Unidos hasta China y la Unión Europea, el futuro energético se está construyendo sobre la base de una diversificación de la oferta y las tecnologías. México debe hacer lo mismo, reconociendo que los hidrocarburos seguirán siendo indispensables a mediano plazo, mientras que las energías renovables y el almacenamiento se expanden para cumplir los objetivos climáticos y reducir la vulnerabilidad a los combustibles importados.
No se trata sólo de lo que producimos, sino de cómo lo transportamos y utilizamos. La red nacional, operada por la Comisión Federal de Electricidad (CFE), es cada vez más incapaz de hacer frente a la creciente demanda de la industria manufacturera impulsada por la deslocalización, los centros de datos y el aumento de la población. Los cortes y los cuellos de botella ya están disuadiendo la inversión en corredores industriales clave.
La modernización de la red es la columna vertebral invisible de la seguridad energética: sin ella, ninguna cantidad de nueva capacidad de generación se traducirá en fiabilidad en el mundo real. La modernización de la red requerirá miles de millones de dólares en inversiones, tecnología avanzada para el equilibrio de la carga y la integración de la generación renovable distribuida en un sistema más inteligente y resistente.
El almacenamiento también es una cuestión clave: en la actualidad, México carece de la capacidad de almacenamiento de energía necesaria para gestionar el crecimiento a gran escala de las energías renovables.
El capital privado debe ser parte de la solución. Sin embargo, los marcos legislativos y normativos actuales de México han generado incertidumbre, lo que limita la disposición de los inversionistas nacionales e internacionales a comprometer los recursos necesarios para la generación, el almacenamiento y la expansión de la red eléctrica.
El gobierno de Sheinbaum tiene una oportunidad histórica para cambiar el rumbo, no abandonando el liderazgo del sector público, sino complementándolo con incentivos específicos para la participación privada. Los créditos fiscales para proyectos renovables, la amortización acelerada de las inversiones en la red, la seguridad normativa para los productores independientes de energía y unas normas claras para la integración del almacenamiento de energía podrían desbloquear miles de millones en nueva financiación.
La alternativa —duplicar la inversión estatal— no será suficiente. El presupuesto federal está limitado por los compromisos de gasto social, las obligaciones de deuda y las necesidades apremiantes en materia de seguridad, salud y educación. Los modelos que funcionaron en épocas anteriores de la historia de México ya no serán suficientes.
Los líderes energéticos de México deben ser audaces, ambiciosos y visionarios. Si México quiere alcanzar los objetivos gemelos del crecimiento económico y la descarbonización, debe movilizar todos los recursos disponibles, incluidos los del sector privado y los bancos multilaterales de desarrollo.
A nivel mundial, el sistema energético está experimentando un cambio sin precedentes. La rápida expansión de la capacidad renovable, la carrera por desarrollar tecnologías avanzadas de baterías, la reestructuración geopolítica de los mercados del gas natural y el aumento de la nueva demanda industrial procedente de la inteligencia artificial y la fabricación avanzada están transformando la forma en que los países conciben la seguridad energética. México no puede permitirse quedarse atrás.
El enfoque “todas las anteriores” no es un eslogan, sino un plan para la resiliencia, la competitividad y la sostenibilidad.
La administración de la presidenta Sheinbaum será juzgada, en gran medida, por su capacidad para garantizar la seguridad energética y, al mismo tiempo, impulsar la transición energética. Para ello serán necesarias decisiones difíciles, valentía política y la voluntad de superar las divisiones ideológicas en favor del interés nacional. México cuenta con los recursos, el talento y la ventaja geográfica para ser líder energético en América del Norte. Lo que necesita ahora es la voluntad política para aprovechar todas las herramientas disponibles.
Este es el primero de una serie de artículos que se publicarán a lo largo de un año y que examinan los retos energéticos de México en el contexto mundial. Durante los próximos 12 meses, exploraremos los mundos interconectados del petróleo y el gas, las energías renovables, la energía nuclear, el transporte con cero emisiones, el almacenamiento de energía, la fiabilidad de la red eléctrica y la eficiencia energética, ya que solo viendo el panorama completo podremos trazar el camino correcto a seguir.