22 de Septiembre de 2025
 

Los árboles guardan la memoria del clima

 

 

  • El investigador Julián Cerano estudia, a través de la dendrocronología, el patrón de las sequías en los últimos 600 años en el noreste de México

 

Durango.— En el tronco de un árbol, donde la mayoría sólo ve vetas, el investigador Julián Cerano Paredes ve una biblioteca climática, una máquina del tiempo, pues cada anillo de crecimiento, más ancho o estrecho, es un testigo del pasado.

A través de ellos, el experto del Instituto Nacional de Investigaciones Forestales, Agrícolas y Pecuarias (INIFAP) reconstruye la historia ambiental, ya sea la historia del fuego, la sequía o los años lluviosos.

“Es como una estación meteorológica viva que registra todo lo que ocurre a su alrededor”, dice Cerano Paredes sobre los árboles. Su especialidad —dendrocronología— permite interpretar el clima del pasado a través de los anillos de crecimiento de los árboles.

En el laboratorio del INIFAP, en Gómez Palacio, Durango, estos registros naturales se convierten en series que abarcan siglos y que permiten entender cómo han cambiado las condiciones ambientales a lo largo del tiempo o qué ciclos se repiten.

Mediante la dendrocronología, el investigador y otros expertos han estudiado el patrón de las sequías en los últimos 600 años en el noreste de México, y han descubierto, por ejemplo, que los periodos más intensos suelen repetirse cada 100 años, particularmente hacia mediados de siglo.

Para la investigación Sequías reconstruidas en los últimos 600 años para el Noreste de México realizaron un análisis de las series de precipitación reconstruidas para la Sierra de Arteaga y Sierra de Zapalinamé, en Coahuila, y Peña Nevada, en Nuevo León, donde observaron una frecuencia de sequías severas cada 100 años (1450, 1550, 1650, 1750, 1850 y 1950) durante los últimos 600 años, y sequías menos intensas cada final de siglo.

Sin embargo, al considerar ambas frecuencias, los eventos registran una recurrencia de 50 años en promedio, según advierte el artículo de investigación dado a conocer.

“La sequía de 1950 fue tan severa que provocó el abandono de pueblos enteros en La Laguna; la gente comenzó a migrar al norte y las presas quedaron al mínimo”, recuerda.

El especialista, quien tiene maestría en Recursos Naturales y Medioambiente, además de un doctorado en Geografía, explica que los registros climáticos son muy reducidos, quizá de 50 años. Sin embargo, a través de esta especialidad pueden reconstruir series de 500 hasta mil 650 años, como lo hicieron gracias a un sabino de San Luis Potosí.

También en Querétaro, los sabinos han revelado más de mil 200 años de historia climática. “Una vez que los generas con escala de siglos o milenios, puede utilizar tendencias”, explica el experto.

 

LOS ANILLOS HABLAN

 

Cerano Paredes expone que los árboles tienen lo que se conoce como bandas o anillos de crecimiento. Un anillo significa un año y el paso del clima: cuando las condiciones son buenas, hay lluvias y humedad, el anillo es ancho; cuando hay condiciones de sequía, el anillo es pequeño.

“Esa variabilidad en los anchos del crecimiento del árbol nos indica cómo fueron las condiciones. Nos permite hacer esa interpretación”, expone.

Con esta especialidad reconstruyeron la historia del fuego en los últimos 600 años en el Cofre de Perote, pero también lo han hecho en Durango, Chihuahua, Puebla y Tlaxcala.

La dendrocronología no sólo revela el clima, también permite leer los rastros de incendios y otros eventos como sismos, deslizamientos, inundaciones, plagas o nevadas. En el caso de los incendios, estos dejan una cicatriz, explica el especialista.

“Cuando hay un sismo o deslizamiento, el árbol se inclina, cambia su patrón de crecimiento o incluso queda con una cicatriz”, refiere el experto, y agrega que hay especialidades dentro de la dendrocronología, como la dendromorfología o la dendroecología. Estas señales permiten mapear zonas de riesgo y anticipar posibles desastres, indica.

Recuerda que en Múzquiz, Coahuila, reconstruyeron las grandes avenidas de los ríos mediante árboles que fueron impactados por el flujo de agua y rocas. Donde los registros oficiales ofrecían apenas una década de datos, la dendrocronología entregó una narrativa de siglos.

 

EL ÁRBOL COMO UN LIBRO

 

La dendrocronología trabaja principalmente con el pino, el sabino, el pinabete y el abeto, especies donde se puede ver de manera clara el crecimiento de los anillos, pues hay árboles como los del trópico, en donde es difuso el crecimiento.

Cerano Paredes explica que a través de barrenas de precisión extraen del tronco una pequeña muestra que llaman viruta. Esta se analiza y se mide bajo microscopio y con software especializado. Es decir, no sólo se trabaja con árboles muertos, sino también con especies vivas.

“Tiene una precisión de 0.001 milímetros. El árbol es como un libro lleno de información, y nosotros tenemos la herramienta para leerlo”, menciona.

Actualmente, impulsa la creación de una red nacional de estudios dendrocronológicos. Algunas universidades ofrecen la materia como optativa en sus carreras forestales, pero el avance de esta ciencia también depende de recursos.

“El árbol es como un libro que tiene un montón de información, y [para] esa información hay una herramienta que te permite interpretar todos esos registros. Esa herramienta se llama dendrocronología”.


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