- Desde Ayahualulco llevan sus productos a diferentes partes del país
Jorge Parra
¡Siiiillas, mesas! Es el grito de batalla de los vendedores de muebles de madera de pino, que periódicamente visitan nuestra ciudad con el único fin de vender los productos artesanales que elaboran con gran habilidad en distintos puntos de la ciudad.
La tarde de ayer nos dimos tiempo de platicar con José Juan Gutiérrez Marín, uno de estos vendedores de muebles de pino, quien nos comenta su experiencia realizando esta actividad, la cual comenzó a trabajar a una edad muy temprana, y gracias a la cual ha recorrido diferentes puntos del país.
“Nosotros venimos del municipio de Ayahualulco, nos dedicamos a la carpintería y vendemos mesas, sillas, bancos, y muebles de madera de pino, nosotros vamos a varios estados y pueblos, recorremos sus calles caminando y ofreciendo nuestros productos”.
Para José Juan, los pueblos y las ciudades que recorre son áreas de oportunidad, pues en ellos encuentra la forma de ganarse la vida junto con su familia.
“En el caso de Misantla es una ciudad más dónde venimos a trabajar, vendemos un día o dos y nos vamos a otras ciudades y después regresamos, y es la necesidad la que nos lleva para cualquier lado”.
José Juan comenta que en este trabajo el regateo es frecuente, sin embargo asegura que sus productos tienen buenos precios y van desde los 250 hasta los 70 pesos.
“El producto más caro que nosotros traemos es de 250 pesos y es una mesa o 2 sillas por 250 pesos, y el más barato es de 60 pesos es una silla pequeña para niños”.
Al preguntarle cuál era el producto que más vendía, dijo: “no hay un producto que más se vende, pues todos los productos se venden por igual, en un lado se vende de una cosa y en otro lado se vende de otra, no hay producto más vendido por eso jalamos de todo, por ejemplo si me pidieran una silla y no la traigo o traigo sillas pero no traigo mesas y lo que me piden es una mesa, siempre las tengo que traer”.
Al preguntarle cuántas horas invierte a la realización de su trabajo, José Juan, nos cuenta que diariamente le dedican unas 12 horas, desde el ensamblado del mueble hasta recorrer las calles, descansar un rato y cambiar el rumbo hasta vender su producto, “por ejemplo comenzamos a trabajar a las 10 de la mañana pero a las 5 le paramos y nos vamos para otra parte hasta vender”.
¿Quién aceptaría un trabajo donde después de doce horas de labor, esfuerzo y sudor, el patrón regatee el sueldo? Parecería absurdo, sin embargo José Juan y su familia enfrentan esta prerrogativa diariamente, después de viajar, ensamblar, y caminar bajo el sol o la lluvia por las calles de Misantla, deben negociar el precio de sus productos para poder llevar el sustento a sus familias.