Afecta a la sociedad
Niños padecieron ayer
Jorge Parra
¡Cállense! gritaban a voz en cuello un grupo de niños que cerca de las 09:30 horas tomaban clases de educación física en la plaza cívica del jardín de niños María Flores Zapata, ubicado en la calle Bojalil Gil.
Los niños molestos por el intenso ruido que hacían los camiones de volteo que pasaban frente al kínder abandonaron a su maestro y corrieron hacia el enrejado, se subieron a la pequeña barda y abrazándose de los barrotes comenzaron a gritar a coro ¡cállense! ¡hey, hey cállense! Sus vocecitas infantiles eran aplastadas por el intenso sonido de los motores, y los frenos de aire de los volteos que al retumbar en las paredes sonaban igual a barcos.
Fueron minutos caóticos en la Bojalil Gil, donde los pequeños eran bombardeados por el ruido de los transportistas que se manifestaban, los automovilistas que trataban de avanzar y los autobuses de los banderillas y los foráneos de Martínez que intentaban unos entrar por la Juárez y otros salir por la Bojalil Gil.
Los viejos camiones de volteo y los autobuses con sus estruendosos escapes que apuntaban hacia el Kínder, despedían un espantoso humo negro que pasó a través del enrejado y que entró por la boca y la nariz de los chiquitos que exigían a los automovilistas silencio.
Las maestras apuradas corrieron por los niños y los volvieron a agrupar en la plaza donde el maestro de educación física en menos de 10 minutos ya tenía instalado un aparato de sonido y con micrófono en mano comenzó a dar las indicaciones a los pequeñitos quienes en medio del ruido y el fétido esmog realizaron sus actividades escolares.
Afuera de la escuela los peatones no la pasaban mejor, igual que los niños mientras esperaban la llegada del urbano o el colectivo, los de a pie también soportaban el intenso ruido, que cuando los camiones hacían sonar sus frenos de aire y claxons al mismo tiempo el escándalo era ensordecedor, mientras el humo negro de los escapes era expulsado directamente a quienes se encontraban en la banqueta, algunos se tapaban la nariz con la mano o la ropa y otros más solo volteaban la cara hacia la pared buscando escapar un poco de ese mal olor.
El ambiente era caótico, el calor, los olores, el ruido todo se combinaba; por un momento la calle parecía una mañana de tráfico en ciudad de México, así como se ve en las películas. Así entre manifestaciones, eventos y tráfico inició su día Misantla.