Se espera que el muro de contención resista las lluvias
Jorge Parra
Revuelto pero aún nivel muy bajo, así lució la tarde de ayer el río Palchán a esa altura; quienes no conocen la fuerza y la magnitud que puede alcanzar este brazo de agua podrían tachar de exagerados a los misantecos, que apenas hace 11 meses aparecieron en cadena nacional para pedir apoyo para hacer frente a la inundación que afectó toda la parte baja del municipio.
Once meses han pasado desde la tragedia y un mes completo de que inició la temporada de lluvias, y aunque el cauce del río ha sido ampliado 200 metros y las máquinas siguen trabajando en el muro de contención, la zozobra sigue invadiendo a la población cada vez que la lluvia cae con más fuerza.
Pero este temor no es infundado, pues hoy en día sabemos que por el cauce que lleva el río a la altura del puente Rafael Murillo Vidal, de acuerdo a los cálculos hechos por los ingenieros que trabajan en el desazolve de esta parte del afluente cuando el río crece bajan por su cauce cerca de dos mil metros cúbicos de agua por segundo, una cantidad impresionante que ya en una ocasión inundó la ciudad y en otra más reciente se llevó el aproche.
Pero quienes más se encuentran preocupados por esta situación son las personas que viven a un costado del río Palchán justo detrás de donde se encontraba el viejo muro de contención donde hace 11 meses el río retomó su cauce desfondando casas y arrancándoles sus pertenencias.
Después de la inundación representantes de los tres niveles de gobierno aseguraron que sería cuestión de dos meses para que estas familias fueran reubicadas, sin embargo ya han pasado 11 meses sin que los funcionarios que se pasearon por esa zona afectada regresaran siquiera a tomarse la foto y durante este tiempo los afectados por la pasada inundación han vuelto a rehacer su vida a un costado del río.
Ellos al igual que la mayor parte de la población que vive en zona de riesgo toman sus precauciones cuando aprieta la lluvia y cuando esta no cesa se asoman a la base del Murillo Vidal para vigilar que el nivel del agua no sobrepase la línea marcada con rojo, porque cuando es así no resta más que esperar lo peor.