Juan Carlos Jiménez Benavídez
En el mercado existen productos milagro para diferentes dolencias, así como la obesidad, el insomnio, los ronquidos, la caída del pelo, los dolores de espalda, el cáncer o la artrosis.
En general, los productos milagro, para llegar al consumidor, hacen estrategias de marketing y posicionamiento a través del canal farmacéutico, aprovechándose del prestigio y credibilidad de la farmacia comunitaria como establecimiento sanitario.
Algunos suelen estar registrados, estos fabricados, como alimentos o cosméticos a los que se les atribuyen propiedades sanitarias, con capacidad para prevenir o curar enfermedades. Suelen usar los términos “natural” o “tradicional”, para justificar su eficacia y la falta de efectos secundarios.
En su publicidad van acompañados de alegatos de profesionales de la salud, personajes famosos o supuestos usuarios que han probado dichos productos.
La dimensión perversa de estos productos es que basan su promoción y venta en el engaño de temas sanitarios, jugando con la salud y la buena fe del cliente final.
Por esta razón, las autoridades sanitarias deben extremar las medidas de control y supervisión de los productos que se publicitan con supuestas acciones terapéuticas y que se da la venta de ellos en la vía pública.
Aprovechan los supuestos vendedores de saber todas las propiedades de los productos y de incredulidad de las personas, a quienes engañan de manera rápida poniéndoles a la vista supuestos productos que ofertan vía televisiva, a diferencia que el costo es mucho menor.
En otros de los casos la principal venta es de las “vitaminas” y “complejos” para reforzar las funciones del cerebro en niños y adultos, productos de los cuales no existe un control de calidad, y mucho menos se solicita receta médica para la venta de estos productos, siendo cualquier persona quien tiene al alcance estos productos milagro.