-El Reloj Monumental de Palacio en Tlapacoyan
(Luis Hertz)
DE LOS RELOXES A LOS RELOJES
El Virreinato coincidió con el auge en Europa de los relojes mecánicos, que pasaron de tener una sola manecilla
Solo importaba medir las horas, y eso, no necesariamente con precisión a tener una más, para los minutos. En Nueva España proliferaron progresivamente. Si bien el primer reloj monumental mecánico fue traído por Cortés, y la Real Audiencia pronto tuvo uno, la Catedral tuvo el suyo casi hasta fines del siglo siguiente. En “Relojes en la arquitectura…” se consigna que “en 1595 el Ayuntamiento de la capital pedía que permaneciera en la ciudad Matías del Monte por ser el único relojero residente en ella”. En los conventos fue usual que los frailes construyeran relojes de sol. En 1563, informa Eduardo Piña en Los relojes de México, Felipe II decretó la instalación, en cada una de las audiencias de las colonias en América, de “un relox que puedan oír”. En el siglo XVIII la relojería alcanzó un momento notable. Se producían relojes de torre y de otros tipos, abundaban los buenos relojeros, muchos de ellos en provincia, así como los estudiosos de la relojería, y existía el cargo de Relojero Mayor. En la segunda mitad de ese siglo, el diseño arquitectónico empezó a contemplar la colocación de relojes mecánicos.
“Durante el Porfiriato”, apunta Piña, “florecieron los relojes de torre en ayuntamientos e iglesias. (Surgieron) fábricas de relojes como la del Centenario en Zacatlán de las Manzanas”. La fábrica sigue operando y, de acuerdo con uno de los descendientes, Juan Carlos Olvera, ha realizado y colocado “unos cinco mil Relojes monumentales en el país y el extranjero”. Volviendo al Porfiriato, los relojes monumentales jugaron un papel relevante, ya no solo para orientarse en el tiempo, sino como símbolos de belleza, elevación social y progreso el germen de la revolución industrial, para muchos estudiosos, ya estaba en los relojes mecánicos, antes que en las máquinas de vapor.
Como parte de los festejos del Centenario de la Independencia, se propuso la colocación de 37 relojes públicos en el país. Un ensayo de Ramona I. Pérez sobre el tema, indica que entre lo proyectado y lo realizado, se pueden documentar 93 obras del rubro “mobiliario público (bancas, faros, quioscos, viviendas, placas conmemorativas y relojes)”.
Fuente Patricia Ruvalcaba KM CERO. y más que medir el tiempo nuestro reloj monumental instalado en el torreón central del palacio municipal joya arquitectónica del S. XIX, en el período de gobierno municipal de Luis Escobar Toledano ha sido mudo testigo de los episodios más álgidos de la lucha cristera ya que fue instalado en 1922, por la Fábrica de Relojes La Esmeralda. La carátula de nuestro reloj presenta una peculiaridad y se trata del cuatro o cuarto Romano con las cuatro IIII y no IV, sin embargo el sistema de numeración romano, derivado del que empleaban los etruscos, se basaba en el método aditivo. I más I eran II, V más I eran VI, y II más II eran IIII. Al pasar el tiempo decidieron empezar a usar el método sustractivo, mediante este sistema el número anterior resta su cantidad al siguiente. De esta forma, en lugar de escribir 4 como la suma de 2 más 2 (IIII) se escribió como la resta de 5 menos 1 (IV).
¿Por qué entonces ha seguido utilizándose el IIII en representación del 4? Hay múltiples teorías, históricas, estéticas, prácticas… La más extendida es que, según una recopilación de información del Instituto Británico de Relojería, tiene su origen en motivos estéticos. Los cuatro caracteres IIII crean una simetría visual con su opuesto en la esfera VIII, también de cuatro dígitos, que el IV no consigue. Entre las muchísimas historias que relacionan a un monarca con el hecho de que el 4 en los relojes se escriba IIII, destacan dos. La más creíble es la que explica que, en el año 1370, el relojero Henry de Vick recibió el encargo de realizar un reloj que se colocaría en la torre del Palacio Real de Francia (conocido como La Conciergerie o el Palais de la Cité). El rey Carlos V de Francia recriminó al artesano el haber representado el 4 como IV. El relojero señaló que era así como se escribía, pero Carlos V respondió enojado: «El Rey nunca se equivoca» (por algo era apodado El sabio). Por tanto debió continuar el uso del IIII. El reloj fabricado por de Vick continua colocado allí.
La segunda monárquica explica que un relojero suizo confeccionó un reloj encargado por su soberano, cometiendo la equivocación de representar el número 4 como IIII y no IV. El rey mandó ejecutar al artesano y, como protesta ante tal hecho y homenaje, todos los colegas de profesión del relojero decidieron utilizar el IIII en vez de IV. También hay quien sostiene que se mantuvo el número IIII por superstición. Se decía que el IV corresponde a las dos primeras letras de Júpiter [IVPITER en latín], el dios romano, y por tanto su uso para denominar a un número podría considerarse inapropiado y blasfemo. Otras explicaciones apuntan a la simetría (el símbolo I es el único que aparece en las primeras cuatro horas, el V aparece las siguientes cuatro horas y el X últimas cuatro, proporcionando una simetría que se vería alterada si se usara el IV), comodidad (IV es más difícil de leer dada su posición en la esfera del reloj, ya que queda casi boca abajo), confusión (el número IV podría confundirse con el VI al estar ambos boca abajo) o simplemente por economía (los relojes se fabricaban de forma artesanal y los números se realizaban con moldes, pegándose después a la esfera. Una forma de economizar era haciendo los moldes con el conjunto de cada número, por lo que, para hacer un reloj, se necesitaba un molde con cuatro X, otro con cuatro V y cinco moldes con cuatro I).
Un saludo desde la sultana del barlovento La tierra del encanto.