Piedra imán
Manuel Zepeda Ramos
Juan Pirulero
Mover. Mover a México dice Peña Nieto en esta nueva etapa de un Poder Ejecutivo que supo mantenerse prudentemente discreto para poder hacer, sin exabruptos dificultosos para el otro poder, el Legislativo, con quienes habría que poner el reloj nacional a tiempo, caminando de la mano y acorde con la realidad del mundo que hoy vivimos, el mundo cambiante y difícil del siglo XXI que quiere dejar señas evidentes de su paso inevitable por el tiempo.
Parteaguas, dicen unos; diáspora, otros más.
Ha sido un acontecimiento nacional para propios y extraños sobre decisiones fundamentales en torno al devenir de la vida nacional. Quienes lo respetan y quienes lo detestan, habrán de ver en el futuro mediato la profundidad de las decisiones tomadas por la República.
Las reformas estructurales siguen la ruta ya trazada por el Congreso y su necesaria interpretación de quien habrá de ponerlas en acción, el Poder Ejecutivo representado por el Presidente de la República y su equipo de trabajo.
Llegó la hora de la verdad.
Llegó la hora de Juan Pirulero, en donde cada quien habrá de atender su juego en las responsabilidades depositadas por el presidente en el gabinete legal y ampliado. Cada Secretario o Director General habrá de ponerlas al dente para que los resultados sean en consecuencia de la profundidad de las reformas.
Salta de inmediato la primera; muy importante porque vigila la formación del futuro nacional.
La tarea titánica que la Secretaría de Educación Pública tiene en sus manos con el mandato nuevo de la reforma educativa, es fundamental para que la creación de la materia prima, sine qua non, que habrá de pergeñar la tarea diseñada para el futuro promisorio, llegue a puerto seguro.
La Secretaría de Educación Pública tiene que dar, ya, señales de rutas que se trazan porque son necesarias para interpretar su cometido mediato.
Debe de hacerlo porque la observancia civil, aquella población calificada de la sociedad que ve con optimismo el cambio propuesto pero también con cuidado infinito su buena realización, está ya poniendo el dedo en la llaga.
Para que haya guiso de conejo tiene que haber conejo, apunta el lugar común.
Para que la educación nacional evolucione satisfactoriamente, para bien porque no hay de otra, tiene que haber buenos maestros; con mística, vocación y conocimiento.
Implica la revisión exhaustiva del parque educativo —si se me permite esta licencia nominativa—, que garantice la evolución ascendente de los alumnos y sus conocimientos en las diferentes etapas de su vida académica. Los países que le apostaron en serio a la educación desde hace más de 50 años son ahora reales potencias del desarrollo, que ofrecen gran calidad de vida a sus habitantes.
La existencia de buenos maestros, calificados, no es una mera ocurrencia. Es un asunto de lesa educación que exige su inmediata y oportuna atención.
Los datos arrojados por el INEGI son lapidarios e insoslayables.
Medio millón de maestros que no existen pero que sí cobran horroriza al más pintado. Implica cientos de miles de millones de pesos que van a parar quincenalmente a los bolsillos de quién sabe quién, pero no al nombre del que aparece nominado porque ya no existe por estar muerto, o ya no trabaja o ya se jubiló pero sigue saliendo su cheque; o cualquiera de muchas variables más que a usted se le ocurra para querer interpretar la que sucede hoy de manera increíble.
La salida de circulación de la maestra Gordillo es una magnífica señal, importantísima, que por cierto la gente ya se le olvidó porque es reacia a reconocer los buenos aciertos de las autoridades valientes.
Urgen resultados al respecto que aclaren el destino de esos dineros que aportamos quienes pagamos nuestros impuestos; así como también es importante dilucidar el desorden de todo nivel que se traen los maestros de Oaxaca y su Coordinadora que hacen todas las tareas inimaginables menos atender a sus alumnos, al grado de desconocer acuerdos constitucionales sin el menor recato. En fin.
Son tareas impostergables que hoy tienen que hacerse para poner a flote muchos años de indiferencia en el asunto más importante de esta reforma estructural: La preparación educativa con calidad de los futuros ciudadanos que habrán de enfrentar el reto de hacernos un país de real competencia ante los demás con las nuevas herramientas estructurales a la mano, países que habrán de hacer lo mismo que ahora nosotros vamos a intentar, o que ya nos llevan un trecho recorrido importante.
Hablo de una real competencia por el futuro y México no puede quedarse al margen.
Enrique Peña Nieto y el Congreso de la Unión hicieron un trabajo de enorme trascendencia, histórico, que habrá de ser citado dentro de 500 años.
Es el momento de obrar en consecuencia. El juego por el futuro mediato ya debe de empezar.
Estaremos pendientes.