La Historia enseña que desde los comienzos de la humanidad fuimos nómadas. Conocíamos cada árbol a la redonda y cuando estos iban a dar sus frutos, estábamos allí para cosecharlos. Seguíamos a las manadas para así poder comer carne y cooperando, unos cuantos, conseguíamos lo que muchos de nosotros, nos hubiera sido imposible si lo hubiéramos hecho por si solos; nunca lo hubiéramos logrado. La primera lección de esto fue que siempre hemos dependido los unos de los otros. Trabajando juntos protegíamos a nuestros hijos de las bestias carnívoras. Les enseñamos todo lo que iban a necesitar para su vida cotidiana. Les enseñamos a fabricar herramientas lo que deja en claro que, hasta nuestro presente, la tecnología es un factor clave para nuestra supervivencia. Un historiador puede hablar de ciencia siempre y cuando la vincule con la historia y la vea como el ascenso de la humanidad al progreso, es decir, a la civilización. La palabra ciencia es empleada por muchos de nosotros, pero ¿sabemos la diferencia entre esta y la tecnología? Lo primero que debemos saber es que el principal argumento de la ciencia es preguntarse por “¿Cómo funciona todo esto?” Antes de construir una ley general debe ponerse a prueba lo que se quiere declarar para así llegar a una conclusión. Cuando el hombre declara que el fuego quema, en realidad tuvo que quemarse varias veces.
Hablar de ciencia es hablar de la humanidad porque es un proyecto universal. No hay ciencia: hay ciencias como la antropología, biología, derecho, historia, geografía, política, psicología, sociología, química y otras más independientes que juntas forman una comunidad de disciplinas de conocimiento. Todas se esfuerzan por construir un conocimiento general fiable; se respetan las unas a las otras en sus respectivas áreas de especialización. La ciencia no solo es occidental, me refiero a que el hecho de que en las academias leamos a pensadores europeos no implica que dependemos intelectualmente hablando de ellos, sino que hablar de ciencia es saber que se basa en una forma de pensar que puede encontrarse en prácticas presentes en todas las culturas humanas. Si todos pensamos, entonces está en todos lados. Debemos cambiar esta perspectiva porque es muy peligroso pensar que solo los científicos de talla han sido occidentales, pero si hemos dicho que la ciencia esta presente en todas las culturas, es licito decir que todas han aportado en gran medida a ese conocimiento del que hoy nos valemos. ¿Sabía usted que la astronomía no solo era conocida por los egipcios, sino que las culturas mesoamericanas, los mayas, por ejemplo, tenían un calendario astronómico tan avanzado para la época en la que se encontraban? ¿Quién heredo el numero “0” al conocimiento matemático? Si logramos cambiar esto, mucha gente se interesaría más por la ciencia. De hecho, el trabajo del científico es mostrar sus investigaciones como sus resultados a la comunidad para que así sepa a lo que se enfrenta, pero desgraciadamente se le aplaude más al arte que a la ciencia. Podría corregirme alguien que este leyendo esto, pero pareciera que el arte es más emotivo por eso mucho público lo elogia y los resultados de la ciencia son tan fríos que pasan a ser desapercibidos.
Con la llegada de la Ilustración en el siglo XVIII la ciencia ya no pudo detenerse en su progreso, cada vez la humanidad ha dependido de ella. Sin esta, no se hubiera conocido ese fenómeno social que impacto en todo el mundo, a saber, la Industrialización. La Ilustración se propuso combatir sin tregua la superstición que durante varios siglos la Iglesia había construido en el pensamiento humano del cual hay que reconocer que no ha desaparecido, sino que sigue coleando. Estamos en pleno siglo XXI y es necesario confesarlo: la misma superstición es alimentada por pseudocientíficos. Yo mismo denuncio a los falsos psicólogos, por poner de ejemplo a esos pseudocientíficos, a esos charlatanes que en lugar de enseñar datos duros y verdaderos conceptos analizados se van por los atajos de una falsa ciencia.
La ciencia fue quien destruyo nuestra creencia en las brujas y la magia. La ciencia hizo que los viejos credos y las viejas supersticiones sean imposibles de aceptar por hombres inteligentes. La ciencia ha demostrado que la tierra no es el centro del universo y que el hombre no es el propósito supremo de la creación. La ciencia demostró la falsedad de los viejos dualismos de alma y cuerpo, mente y materia que tuvieron su origen en la religión. Es la ciencia la que ha empezado a hacernos entender a nosotros mismos y vernos desde fuera como mecanismos curiosos del cual los biólogos como los buenos psicólogos han estudiado a detalle. Es la ciencia la que nos ha enseñado a buscar la verdad y rechazar la falsedad.
La ciencia, la técnica y la investigación son fundamentales para la salud, el bienestar, la riqueza, el poder e independencia. Muchos creen que la investigación científica es un lujo o un entretenimiento interesante, pero dispensable. Grandísimo error, porque es una necesidad urgente que no debe ser tema sexenal de gobierno sino un proyecto de larga duración. En pocas palabras, o se cultiva la ciencia, la técnica y la investigación y así un país prospera, se vuelve poderoso y progresa; o bien, no se le práctica debidamente; el país se estanca, retrocede, vive y sigue alimentando la pobreza y la mediocridad. Los países ricos y poderosos lo son porque le invierten dinero al desarrollo científico y los países pobres no lo hacen porque prefieren vivir en la ignorancia y la historia de la ciencia nos enseña que no es cara, pero con el paso del tiempo si se ignora se paga muy caro.