Donald Trump ha inflamado las peores pulsiones que pueden promoverse en una sociedad: xenofobia, discriminación, machismo, racismo...
México debe prepararse seriamente ante la posibilidad de una nueva lógica política en los Estados Unidos de América. El atentado en contra de Donald Trump podría tener un impacto muy importante en el sentido de la intención de voto del electorado y llevarle a una victoria que, hasta el día de ayer, era todavía incierta, más aún ante las sentencias condenatorias que había recibido por varios de los delitos que se le han imputado en los últimos años.
Asimismo, diversos analistas prevén un escenario de aún mayor polarización en la sociedad norteamericana, pues en el discurso que ha desarrollado desde su primera campaña presidencial, Donald Trump ha inflamado las peores pulsiones que pueden promoverse en una sociedad: xenofobia, discriminación, machismo, racismo y otras formas conexas de intolerancia que resultan contrarias a los valores democráticos.
Otra de las aristas que deben incluirse en el debate que habrá de generarse al respecto es la permanente presencia de la violencia política en los Estados Unidos de América. A lo largo de su vida como país han sido asesinados cuatro presidentes en funciones; dos en el siglo XIX, uno a principios del siglo XX y el más reciente, John F. Kennedy. Pero, además, han sido víctimas de atentados al menos seis de ellos: Truman, Roosevelt, Ford, Reagan y Bush fueron víctimas de ataques directos, además de los representantes y políticos locales que han caído abatidos por las balas. Como candidato presidencial, el caso más famoso es el de Robert Kennedy.
Lo ocurrido en contra de Donald Trump recuerda, pues, que la violencia política nunca se ha logrado erradicar, aun en la que es considerada como una de las democracias más sólidas del mundo, y todavía la economía más poderosa del planeta. En ese sentido, no puede obviarse la discusión entre una perspectiva de una globalización totalmente abierta, frente a una lógica de mercado donde se privilegian visiones nacionalistas.
Es tal el poder de influencia de los Estados Unidos de América, que muchos de los partidos y movimientos de derecha que están cobrando cada vez más fuerza en Europa puedan crecer todavía más; y que en otras regiones los discursos polarizantes se fortalezcan.
Para México, la reflexión sobre lo ocurrido rebasa incluso la agenda del T-MEC; pues nuestra relación bilateral va mucho más allá de lo comercial. En los Estados Unidos de América viven, al menos 30 millones de personas que son mexicanas por derecho, se trata de, aproximadamente, el 10% de la población total de aquel país, siendo ya la primera minoría en aquel territorio.
En ese sentido, la agenda de la migración, pero también la relativa a la seguridad fronteriza pueden tomar un rumbo aún más incierto en las próximas semanas, pues si alguien ha sido violento verbalmente con la población mexicana ha sido precisamente Donald Trump, quien, además, ha planteado incluso la posibilidad de “invadir” el territorio nacional para combatir a los cárteles de la droga y, con ello, frenar la crisis de consumo de fentanilo que está causando alrededor de 80 mil defunciones anuales en EU.
Habrá que esperar, igualmente, la reacción del Partido Demócrata, pues este atentado ocurre en un contexto en el cual se discute la posibilidad de que el presidente Joe Biden abandone la carrera presidencial y sea sustituido por alguna o alguno de los políticos más destacados de ese partido.
En ese sentido, el equipo de transición de la virtual presidenta electa, Claudia Sheinbaum, enfrenta el enorme reto de tener plena claridad de cómo se reconfiguran las correlaciones de fuerza en los principales frentes y cuál será su postura en las diferentes dimensiones de relación que se tienen con México: al interior del T-MEC, en la relación trilateral con Canadá; en la relación bilateral, con todas las agendas y sus implicaciones, y en relación con Centro y Sudamérica, en tanto México continúa como país de tránsito de personas migrantes.
Si algo es permanente en el decurso de la historia es la presencia de constantes imprevistos y, sin duda, estamos frente a uno de ellos.