22 de Noviembre de 2024
 

Pos-pactum

José Fernández Santillán

(Profesor de Humanidades del ITESM-CCM)

EL UNIVERSAL

Es convención aceptada que en 2013 México se movió intensamente. La pauta que dio cauce a los sacudimientos registrados, como bien se sabe, fue el Pacto por México. Del ambicioso listado de temas que integró a ese acuerdo, lograron ser aprobadas por el Congreso de la Unión transformaciones de gran calado en los sectores: educativo, de telecomunicaciones, laboral, fiscal, político y energético. Nada mal para un país que se había quedado varado durante varios lustros por la ausencia de acuerdo de fondo entre las fuerzas políticas.

Ciertamente, el trabajo no está terminado: falta mucho por hacer, el particular las leyes reglamentarias en algunos de estos rubros. No será cosa menor puntualizar los detalles de, por citar algunos faltantes, los aspectos electorales o la forma en que se llevarán a cumplimiento los contratos y licencias en el ramo energético. De nuevo vendrán jaloneos entre las fracciones partidistas.

Al respecto debemos decir que una fue la “hoja de ruta” que se trazó al inicio y que se dio a conocer al día siguiente de la toma de posesión de Enrique Peña Nieto como titular del Ejecutivo Federal; otra fue la manera en que, tras el proceso de negociación, quedaron aprobados los cambios constitucionales. Es la diferencia entre la declaración política preliminar y la realidad de la lucha parlamentaria por fijar la ley.

Y eso es lo que complica el análisis porque, con el propósito de alcanzar los dos tercios de la votación necesarios para cubrir las exigencias constitucionales, la fisonomía de lo que, en conjunto, salió del Congreso es ambigua. Véase si no el contraste entre la reforma fiscal y la reforma energética.

El PRI y el PRD fueron de la mano para aplicar correctivos en lo que hasta ahora habían sido privilegios fiscales para los grupos acaudalados y presión sofocante para los causantes cautivos de medianos ingresos, al tiempo que se gravaron las ganancias del mercado bursátil. Pero, de otra parte, el PRI y el PAN fueron juntos en la reforma energética que abre este sector al capital privado.

En el primer caso la derecha y los empresarios pusieron el grito en el cielo; en el segundo lo celebraron con bombos y platillos. En contrapartida, la izquierda y algunos sectores populares festinaron que, por fin, van a pagar más los que más tienen, en tanto que calificaron como “traición a la patria” el hecho de haber violado los principios del nacionalismo revolucionario.

Total, para hablar en términos de política económica, ¿Qué fue lo que salió del Pacto por México? ¿Un híbrido neoliberal con ciertos tintes sociales?

Convengamos en que el Pacto por México mostró, al inicio, un equilibrio de fuerzas y planteamientos. La reforma energética modificó ese balance. Al levantarse el PRD de la mesa de negociaciones dejó libre el campo a la derecha. No es una buena señal. Vale la pena recordar que en una condición de pluralidad política como la que vive México, la única forma de avanzar en democracia es a través de la formación de nuevos acuerdos. Está en disputa el poder político y la orientación económica de nuestro país.

El asunto es que, hablando de “factores reales de poder”, en esta lucha escenificada en el marco del Pacto por México no sólo estuvieron en juego las ideas e intereses de los partidos políticos, sino también proyectos e intereses de grupos con una enorme capacidad de influencia, entre ellos la tecnocracia apoltronada en ciertas posiciones de mando desde principios de los años ochenta. Ella también mueve sus propias fichas; quiere la vigencia del dogma monetarista a pesar de que la historia y el interés general digan lo contrario.

Hay que estar atentos porque 2014 va a ser un año de definiciones para nuestra democracia y nuestra economía.

Desde la calle se puede gritar, pero no legislar y forzar a que se reequilibren las fuerzas.



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