26 de Noviembre de 2024
 

El valioso tiempo de los maduros

            “Conté mis años y descubrí, que tengo menos tiempo para vivir de aquí en adelante, que el que viví hasta ahora. Me siento como aquel chico que ganó un paquete de golosinas: las primeras las comió con agrado, pero, cuando percibió que quedaban pocas, comenzó a saborearlas profundamente”.

 

            “Ya no tengo tiempo para reuniones interminables, donde se discuten estatutos, normas, procedimientos y reglamentos internos, sabiendo que no se va a lograr nada. Ya no tengo tiempo para soportar absurdas personas que, a pesar de su edad cronológica, no han crecido. Ya no tengo tiempo para lidiar con mediocridades. No quiero estar en reuniones donde desfilan egos inflados, me molestan los envidiosos que tratan de desacreditar a los más capaces, para apropiarse de sus lugares, talentos y logros. Detesto -si soy testigo-, de los defectos que genera la lucha por un majestuoso cargo, las personas no discuten contenidos, apenas los títulos. Mi tiempo es escaso como para discutir títulos. Quiero la esencia, mi alma tiene prisa, sin muchas golosinas en el paquete. Quiero vivir al lado de gente humana, muy humana, que sepa reír de sus errores, que no se envanezca con sus triunfos, que no se considere electa antes de hora. Que no huya, de sus responsabilidades, que defienda la dignidad humana y que desee tan sólo andar del lado de la verdad y la honradez. Lo esencial es lo que hace que la vida valga la pena. Quiero rodearme de gente que sepa tocar el corazón de las personas. Gente a quien los golpes duros de la vida le enseñó a crecer con toques suaves en el alma. Sí, tengo prisa por vivir con la intensidad que sólo la madurez puede dar. Pretendo no desperdiciar parte alguna de las golosinas que me quedan. Estoy seguro que serán más exquisitas que las que hasta ahora he comido. Mi meta es llegar al final satisfecho y en paz con mis seres queridos y con mi conciencia. Espero que la suya sea la misma, porque de cualquier manera… llegará”.

 

            Este bello y sublime pensamiento de vida de Mario De Andrade, un poeta, novelista, ensayista y musicólogo brasileño de principios del siglo pasado; me la envió una buena amiga y vecina, la señora Gelis Galindo Rodríguez, días antes del lamentable fallecimiento de su amado esposo, el doctor Dionicio Esteban Rodríguez Ramos, reconocido y destacado Médico Radiólogo de la ciudad. No tuve tiempo de contestarle y agradecerle el envío del documento, antes de que su esposo inesperadamente partiera. Presiento fue, aún sin saberlo, la indirecta despedida anticipada de un hombre respetable, padre ejemplar, cariñoso esposo y destacado profesionista, quien disfrutaba de la vida siempre a lado de su inseparable compañera, viviendo la vida juntos con dignidad, respeto mutuo y alegría compartida, el adiós que me envió en ese correo a través de su esposa. Yo, consternado le respondí, manifestándole mi sincero pesar, solidaridad y apoyo incondicional ante la irreparable pérdida de su querido esposo. Un buen amigo que cada vez que pasaba por la puerta de mi casa, me saludaba de sorpresa con la expresión viva y directa: ¡“Güicho”!... Y a quien yo le contestaba rápidamente y de la misma manera: ¡“Doctor”!... Una fina persona dejó de estar con nosotros, un hombre que disfrutó plenamente viviendo los últimos años de su vida a la manera de “el valioso tiempo de los maduros” que reza el pensamiento anterior. Descansa en Paz Nicho, Descansa en Paz ‘Doctor’. Y a usted amigo lector, muchas gracias. Que tenga un buen día.

 

Luis Humberto



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