Trina es noble animal: juguetona, obediente, cariñosa. Hay que anotar que en los últimos días ha andado un poco soberbia debido a que Alemania ganó la Copa Mundial de Futbol y su raza es de ese origen.
Que es germano lo corroboro en la Wikipedia a partir del nombre original de la raza: “El dachshund (‘perro tejón’, en español), también llamado teckel, dackel o perro salchicha, es una raza canina. Su peculiar fisonomía se debe a una mutación genética conocida como bassetismo, que dota a los ejemplares de unas extremidades muy cortas en relación con el tamaño del cuerpo”.
Y dice más “El primer club de la raza se fundó en Alemania en 1888, cuando se redactó el primer estándar, aunque ejemplares de esta raza ya se habían presentado años antes en exposiciones caninas en Inglaterra”.
Además de amiga, Trina es compañera de vida de mi hija, con la que ha pasado tres felices años. Ellas se entienden y se comunican en un idioma especial que tiene que ver con cierto tono en los ladridos o en las órdenes de la amita, en miradas que van de la una a la otra, o en señales hechas con las manos o con el hocico, según sea el caso.
Se entienden mejor en la vida que Messi y Di María en la cancha de futbol, para que me entiendan.
Trina, ustedes no lo saben pero se los cuento, estuvo a punto de perder la vida hace unos días debido a la intransigencia del conductor de una grúa de ésas que han estado levantando coches en las calles y avenidas de Xalapa.
Por una práctica que se ha hecho ley —precisamente por la falta de aplicación de la ley—, los xalapeños acostumbran dejar sus vehículos estacionados no en donde deben sino en donde pueden. Eso hizo mi hija hace poco, como buena ateniense de cepa que es —ella nació en el mero centro de la ciudad, imagínense—, y como no iba a tardar mucho dejó a Trina mullidamente acomodada en el asiento trasero. Pero en esa calle de Dios, que en realidad se llama Allende, resultó que andaba la plaga de las grúas y de inmediato el operador de una de ellas enganchó “la unidad” —como le llaman ellos a los coches— y se la llevó al corralón con todo y el inerme animalito adentro.
Por fortuna para Trina, mi hija se dio cuenta de lo que había pasado y acudió con toda prisa a Tránsito a pagar la infracción —que indebidamente le formularon ahí, en lugar de que lo hiciera un agente en el lugar del hecho; los gruyeros andan solos y hacen lo que quieren— De ahí se trasladó, más velozmente aún, al corralón en donde las grúas depositan los vehículos y logró rescatar a su perrita con vida, pues temía que hubiera sufrido un golpe de calor, lo que hubiera resultado mortal.
Creo que las sociedades protectoras de animales mucho tendrán que decir con esta costumbre de los poderosos e impunes gruyeros, que se han llevado y se siguen llevando a muchos vehículos con mascotas adentro.
Y ésa es sólo una de tantas de estos angelitos…
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