23 de Noviembre de 2024
 

Manuel Zepeda Ramos - Kant y el Albergue Zamorano

Piedra Imán

Manuel Zepeda Ramos

Kant y el Albergue Zamorano

Desorden. Esa fue mi primera impresión. Y mucha suciedad. Si me exigen diría que el lugar se parece a El Pueblito, el antiguo penal de Tijuana, ese ejemplo de cárcel que nunca debiera de existir en donde los delincuentes vivieron como si no estuvieran presos pero cometiendo todos los desmanes que se pueda imaginar como si estuvieran libres, ese Pueblito que sirvió de locación a la película de Mel Gibson, Atrapen al Ladrón, que Sky se empeña que la veamos desde hace tres meses de manera cotidiana.

Pobreza y suciedad no deberían ir de la mano.

En mis tiempos de trabajo comunitario estuve en viviendas depauperadas, bien jodidas, en donde el comedorcito, inclusive el remedo de sala, la ropa de los niños, la única cama tendida, todo, estaba limpio y desgarradoramente pobre.

 

Lo que la televisión nos enseñó en red nacional hace unos días en el albergue para niños abandonados en Zamora Michoacán era mugre de verdad, por todos lados. Toneladas de alimentos descompuestos que, ahora lo creo, eran consumidas por cientos de comensales de todas las edades, desde meses de nacidos hasta más de siete décadas de existencia.

Los primeros sorprendidos fuimos nosotros, dijo el Procurador general de la República, al dar la primera conferencia de prensa a los medios nacionales e internacionales, noticia que acaparó la atención mundial por las dimensiones del suceso.

Pero lo también sorprendente fue el reclamo inmediato de personalidades de la academia y de la política, por la violación a un albergue que es casa de muchos que no la tienen.

Las acusaciones de los albergados no se hicieron esperar.

Iban desde familias que reclamaban que a sus hijos se los habían robado porque ya adultos no los dejaban salir. Relatos de internos que acusan a fulano y a perengano por abusos sexuales de todo tipo, o embarazos que a veces se resolvían a golpes para inducir el aborto. Hay testimonios.

Grave.

Todo confluía en su directora, que la justicia federal acaba de declararla inimputable por su avanzada edad y su mal estado de salud, físico y mental. No la pueden juzgar.

Esto se remonta a 1947.

Su iniciadora y eterna directora, ahora mujer de 80 años, viene de una familia de recursos económicos holgados, tal vez parte de la burguesía agrícola de aquellos años, quien se manifiesta estar a gusto con los pobres, con quienes jugaba desde los seis años, según la entrevista de León Krause para la televisión latina en los Estados Unidos y que le permitió al Universal publicarla parcialmente. Tuve a mi primer niño de la calle a los 13 años que un circo abandonó, le dijo. Mi familia estuvo de acuerdo. Después tuve más, en una casa que me dio mi familia, a unas cuadras de la de mis padres. Así se inició todo. Primero recibía el apoyo de una señora que nos mandaba todos los días un caldito y un pan; después, de los ricos del pueblo que me dieron este terreno y el dinero para hacer el edificio; al final, de las instituciones federales y estatales. Le dijo también que salían niños a vender gelatinas que allí se hacían y algunos de sus hijos salían a la calle a pedir limosna; pero nada más eran diez, siempre los mismos. Y ahí se fue, en una larga entrevista. Al preguntarle LK por qué no dejaba salir a los internos, por qué los retenía. le respondió que los hijos son de quien los educa, no de quien los trae al mundo. Muchos padres que trajeron a sus hijos, le dijo, nunca más volvieron.

La vocación por el servicio hacia los que menos tienen está más que manifiesto en la señora octogenaria, solo que a su manera; esa manera que aprendió con el catecismo en la mano en ese pueblo recio de los cuarenta, cristero, machista, que ya desde esa época tenía, como todo México, problemas de padres desobligados y mujeres indefensas que no sabían cómo educar a un hijo que nunca se lo imaginaron.

El cambio se dio cuando llegaron al albergue los niños delincuentes que no cabían en sus casas porque sus padres les temían. Pudiera ser éste, el parte aguas de la evidente descomposición.

Ahora, las acusaciones son muy duras y habrá que ventilarlas en el marco de la justicia. Y tendrán que haber culpables. La vida humana, según testimonios, se trastocó

Podría pensarse que la octogenaria soltó las amarras al llegar a la senectud, pero todas las acusaciones coinciden en que el control de todo lo tenía ella.

¿Cómo estará el resto de los albergues de México?

Si tan solo en una guardería de Hermosillo pasó lo que pasó, con 42 niños muertos por asfixia.

Es necesario averiguar. Le corresponde al Estado hacerlo para saber en qué estado están.

“Soy dura en la vida”, le dijo la directora octogenaria a LK. “Me hice dura”, recalcó. “Sé que sin disciplina no hay nada”, concluyó.

Kant redivivo.

 

 

 



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