24 de Noviembre de 2024
 

Panoramas de Reflexión

Shalom 

            Todos los seres humanos buscamos la paz en el mundo y estamos dispuestos a obtenerla a cualquier precio, buena parte del mundo también se aprovecha de esa necesidad a través de la mercadotecnia y su infalible herramienta la publicidad, prometiéndonos llenar ese vacío con ciertos productos mágicos que supuestamente nos darán ese bienestar tan deseado.

 

            Engañados por esa publicidad, unos creen encontrar la paz en el alcohol, otros viven tan angustiados que buscan la paz evadiendo la realidad con drogas y estupefacientes. Hay quienes escapan de la guerra que hay en sus hogares refugiándose en un activismo sin medida; sin faltar quienes insisten en encontrar la ansiada paz del corazón en las cosas, las posesiones, el odio y el sexo barato como la pornografía y la prostitución. Las superpotencias, con métodos diametralmente opuestos a la paz, se arman con cohetes nucleares y hasta militarizan el espacio exterior, basando la paz en la supremacía nuclear. Algunos levantan banderas para propagar una violenta lucha de clases que jamás será capaz de engendrar paz verdadera. Otros creen que estarán en paz si se vengan de sus enemigos y devuelven los golpes recibidos. Seguimos creciendo en un mundo de odio, falaz y embustero que yo pienso que tal vez el mundo estará mejor cuando ya nos hayamos ido. Cuando dos judíos desconocidos se cruzan en la calle, se dicen y se responden: “Shalom”. Un sobreviviente de guerra, o de los campos de concentración que regresa a su hogar, antes de lanzarse a los brazos de sus hijos y llorar de felicidad, grita: ¡Shalom! La ciudad del Mesías, donde Dios asentó el trono de justicia, es la ciudad de Shalom, Yeru Salaim: Jerusalén.

 

            Como podemos observar el término “Shalom” es tan rico en significados que no se puede traducir en una sola palabra. Encierra varios elementos al mismo tiempo: gozo, unidad, plenitud, salud, prosperidad, paz. En fin, Shalom abarca la totalidad de las bendiciones mesiánicas de Dios para nosotros, tanto en el plano personal, como en el comunitario y social. Busquemos la verdadera paz, la que produce felicidad y dejemos de caer en los juegos de la mercadotecnia y la publicidad que lo único que nos venden es un mundo de hedonismo caro. Arranquemos el odio de nuestros corazones y tratemos de vivir en paz con Dios, con nosotros mismos y con nuestros semejantes, pues en estos tiempos tan violentos se requiere de mayores esfuerzos para atrapar la felicidad; no dejemos de buscarla porque ella conlleva al amor limpio, puro y desinteresado y verdadero que debe albergar el alma. ¿No lo cree usted así amigo lector? Piénselo un poco. Que tenga un buen día.

 

Luis Humberto.



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