Las auroras boreales han cautivado la atención de la humanidad desde tiempos inmemoriales, por lo que han forjado toda una mitología en torno a ellas
Agencias
México
Producidas por la actividad solar y el choque de partículas contra los polos magnéticos de la Tierra, las auroras boreales son espectáculos visuales que cautivan por su colorido y magnificencia.
Relativamente comunes en las regiones cercanas al Círculo Polar Ártico, sus colores verdes, violetas, rojos y rosas se suelen ver frecuentemente en algunas localidades de Noruega, Finlandia, Suecia, Rusia y Canadá.
Con menor frecuencia aparecen en regiones más al sur, siendo más evidentes en ciudades con poca contaminación lumínica y cielos mucho más oscuros. Por su colorido y rareza, su aparición causa sensación en redes sociales.
La enorme tormenta geomagnética solar que envuelve al planeta durante estas horas provocará que sitios en los que normalmente no aparecen, como Baja California, Sonora o Chihuahua, se conviertan en parte de su itinerario, por lo que supone una oportunidad única en la vida para disfrutarlas.
Desde hace siglos, la humanidad ha estado fascinada con estas hermosas luces celestiales, creando cientos de historias en torno de ellas, mismas que tienen magia, esperanza e incluso deseos de buena fortuna. Aquí tres de ellas.
El zorro y la luna
Los sami son uno de los pueblos que vive más al norte del planeta. Ellos habitan principalmente la región finlandesa de Laponia, aunque también tienen asentamientos en Noruega y Groenlandia, por lo que su relación con las auroras boreales es ancestral.
De acuerdo con los antiguos habitantes de la región, un pequeño zorro ártico, conocido como Naali, es el guardián de la naturaleza y sus secretos y, cuando sale de su helado escondite, sus ojos brillan con la luz de las estrellas.
La estela de luces de colores está relacionada también con las almas de los renos que bailan, alegres, en el Más Allá, desde donde son convocados por el sabio zorro ártico para mostrarse ante las personas.
Otra versión indica que es el paso del caprichoso zorro ártico por el cielo, encima de la nieve, el que provoca que su cola pegue contra el polvo estelar, mismo que se ilumina con la luz de la luna.
Armaduras guerreras
Otras culturas definieron de forma menos poética la aparición de estas luces, cuya etapa de apogeo por lo regular está relacionada con el otoño y el invierno, siendo menos frecuentes desde marzo.
Para los vikingos, por ejemplo, las luces en el cielo son el reflejo de las estrellas que chocan contra las armaduras de las valkirias, la tropa de élite del dios Odín, quienes encaminaban a los guerreros al Valhalla.
Esta creencia era compartida con los griegos, quienes creían que en realidad se trataba de Ares preparando los cascos y escudos de sus tropas antes de lanzarse a alguna aventura bélica.
Para los romanos, la aparición de estas bellas luces en el cielo significaba que Marte, también señor de la Guerra, daba su bendición a las tropas, quienes podían confiar en volver con la victoria.
Las luces de los muertos
Entre los primeros habitantes de Canadá, las auroras boreales en realidad estaban emparentadas con las almas de los difuntos, quienes volvían para informar que habían llegado con bien al más allá.
Por esta razón, cuando aparecen, los habitantes de las regiones nórdicas suelen quedarse en completo silencio y contemplación, pues piensan que es una manera de vincularse de nuevo con sus seres queridos.
Esa creencia se comparte en algunas zonas de Noruega, donde a las luces se les conoce con muchísima veneración como la Dama Verde. De hecho, señalarlas con el dedo puede originar malos vaticinios.
Para otros pueblos de la región, este espectáculo natural está formado por el aliento de Dios, quien lo arroja sobre la oscuridad nocturna para guiar a las almas, tanto de los vivos como de los muertos.
Nota tomada del Heraldo de México