Las islas mexicanas son importantes por factores como el potencial turístico o las especies económicamente significativas ligadas a sus territorios, pero también en términos ambientales. Son reservorio de dinámicas evolutivas y constituyen una fuente invaluable de biodiversidad; no obstante, esta riqueza biológica es muy vulnerable en ocasiones por causa de las actividades humanas, por ejemplo, la introducción de flora y fauna exótica que depreda a las poblaciones locales o compite con ellas por recursos. La erradicación de especies no nativas de los territorios insulares es entonces un tema prioritario.
La palabra isla tal vez nos evoque la imagen de un pequeño pedazo de tierra soleada rodeada de mar, con palmeras y gaviotas sobrevolando. Sin embargo, una isla es mucho más que un trozo de tierra perdido en medio del océano, y en México existen más de 3 mil, además de las que se localizan en ríos, lagos, lagunas y presas.
Las islas mexicanas son ecosistemas vastos de vida; en su mayoría, con vegetación abundante, albergan temporal o permanentemente desde reptiles como las serpientes de cascabel, Crotalus catalinensis (en isla Santa Catalina), albatros de Laysan, Phoebastria immutabilis (en islas Revillagigedo) o enormes mamíferos como el elefante marino norteño, Mirounga angustirostris (en isla Guadalupe). Todos estos animales y muchos más habitan, anidan o se reproducen en los pastizales, matorrales y playas de arena o roca de las islas.
Son pocas las que se encuentran pobladas, entre ellas Isla del Carmen en el golfo de México, Isla Mujeres o Cozumel en el Caribe, e isla Cedros y María Madre de las islas Marías (conocida por haber sido un centro penitenciario en el pasado) en el Pacífico. El resto no cuentan con agua dulce permanente y son demasiado pequeñas, calientes o rocosas —según los biogeógrafos del golfo de California—, de modo que es imposible que estén habitadas, aunque muchas son usadas por los pescadores como refugios contra el mal tiempo.
No solo las Galápagos
El territorio insular mexicano abarca 3,210 islas dispersas en el océano Pacífico, el golfo de California, el golfo de México y en el mar Caribe. Sumadas cubren una superficie de 4,529.7 km2, equivalente a un poco menos del territorio del estado de Morelos. Las podemos encontrar muy cerca de tierra firme, como en esteros y desembocaduras de ríos, o formando parte del paisaje costero, como isla Montague en la desembocadura del río Colorado, en el golfo de California.
Las islas mexicanas albergan 2,066 especies terrestres, de las que aves, reptiles y angiospermas (plantas con flores que producen frutos con semillas) son los grupos más diversos. Por eso fue por lo que las islas del golfo de California, en el noroeste del país, fueron declaradas Patrimonio Natural de la Humanidad en 2005. Nos referimos a las islas Tiburón, Cerralvo, Ángel de la Guarda, Espíritu Santo y las Marías (María Madre, María Magdalena, María Cleofas y el islote San Juanito), que son de las más grandes.
De hecho, estas islas superan en 50% a la diversidad de plantas y vertebrados endémicos de las Galápagos del Ecuador, que inspiraron la teoría de la evolución de las especies, y en ellas también se resguardan muchas historias de dinámicas evolutivas. Como muestra tenemos un estudio de finales del siglo XX sobre anfibios y reptiles de 49 de las islas del golfo de California; en él se reportan 53 poblaciones endémicas de una isla y 17 compartidas en varias; también hay casos de poblaciones de una misma especie que habitan lo mismo en las islas y en la península de Baja California o en el macizo continental de México. Y hay otras que por su propio aislamiento han conformado especies nuevas en los territorios insulares. Estas islas son un libro abierto del proceso de evolución.
Riesgo de extinción en las islas
Para las especies de flora y fauna, habitar en una isla ofrece ventajas y desventajas. Las corrientes marinas, el clima y la distancia a la isla desde el continente son condiciones que influyen, directa o indirectamente, en los ciclos de vida de esas plantas y animales, porque de ello depende la disponibilidad de alimento, la frecuencia de los huracanes y el arribo de especies invasoras. Por ejemplo, los albatros, fragatas, bobos y charranes y otras aves marinas que forman colonias, en una isla no se enfrentan a grandes depredadores, como lobos, coyotes, perros o felinos. Pero justo por no haber depredadores, no desarrollan mecanismos de defensa o de adaptación a corto plazo, de forma que cuando arriba una especie exótica (aquella que no es nativa), sus poblaciones pueden ser diezmadas hasta la extinción. Un dato al respecto es que el 71% de las especies mexicanas extintas de vertebrados habitaron en islas.
Existen diversos estudios sobre la vulnerabilidad de las aves en estos territorios. Por ejemplo, en isla Guadalupe se ha documentado la desaparición del petrel (Oceanodrima macrodactyla), el caracara (Caracara lutosa), el carpintero (Colaptes auratus rufipileus), el saltaparedes (Thryomanes bewickii brevicauda) y el reyezuelo sencillo (Regulus calendula obscurus). En las Revillagigedo, las aves marinas coloniales como el paíño de Townsend (Hydrobates socorroensis) y la pardela (Puffinus auricularis) están en peligro de extinción. Esta última incluso ha sido clasificada en “peligro crítico” por la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN), y enfrenta varias amenazas: invasión de especies exóticas, enfermedades, contaminación, eventos geológicos, así como la alteración y modificación de su hábitat natural.