17 de Septiembre de 2025
 

EU, de regreso a la narrativa guerrera

 

 

  • Tras las conflictos mundiales y el Holocausto, se consideró incorrecto nombrar como “de guerra” a los ministerios; pero la administración apuesta por la ofensiva, por un discurso de conquista

 

EL UNIVERSAL

CDMX.- La creación de la nueva Secretaría de Guerra y el atentado en Utah envían un mensaje recio. La retórica militar genera respeto y admiración en parte de la sociedad estadounidense y repulsión y censura en la otra. Existe una tensión que dificulta las relaciones entre comunidades y vecinos.

Por un lado, el gobierno estadounidense renombra al Departamento de Defensa como Departamento de Guerra (Department of War), con un tono beligerante. Por el otro, se desarrolla el lamentable asesinato del conferencista conservador Charlie Kirk, en una charla masiva en la Universidad del Valle de Utah ante tres mil estudiantes. Ambos eventos expresan el clima de tensión y polarización que vive la Unión Americana.

Estados Unidos ha sido un país armado desde su independencia. Hay más armas que habitantes: se calculan 120 por cada 100 personas. Mientras hay quienes han insistido en concentrar su uso en las fuerzas armadas y las policías, otros defienden el derecho de los ciudadanos a portarlas, materializado en la Segunda Enmienda.

Amplios sectores responsabilizan actos violentos como el asesinato de Kirk, a la oferta abundante de rifles, ametralladoras y pistolas. Asimismo, consideran que la violencia y las armas sólo se deben de utilizar para la defensa y en casos extremos. Critican esa identidad de “guerrero”. También descalifican a un ministerio con: “Voluntad de pelear y ganar guerras, a nombre de nuestra nación inmediatamente, no sólo defender”, como la Casa Blanca justifica la nueva denominación del “Departamento de Guerra”.

Renombrar el Departamento de Defensa apela a la aristocracia militar y su ascendencia, y atiende a amplios sectores populares que enarbolan una cultura armada y se sienten ofendidos por los excesos de regulación. El renacimiento del Departamento de Guerra tiene entonces además una proyección electoral. “La guerra no es un simple acto de política, sino un verdadero instrumento político, la continuación de la actividad política por otros medios” decía Carl von Clausewitz.

Los ministerios de guerra fueron famosos en el siglo XIX, época en la que varias potencias europeas se expandieron o redefinieron sus fronteras. La notoriedad la tuvieron, por ejemplo, Prusia (Alemania), Francia y Reino Unido. Las reformas impulsadas en el Ministerio de Guerra prusiano, con Albrecht von Roon (13 años en el cargo) y Otto von Bismarck, ganaron reputación tras las victorias de un cuerpo profesionalizado que venció a Francia (Guerra Franco-Prusiana 1870–1871).

En el contexto latinoamericano, el prestigio de esos cuerpos militares influenció ejércitos como el argentino, el brasileño y el mexicano (finales del siglo XIX). El caso más representativo es el chileno, pues trascendió sus fuerzas armadas, con una administración gubernamental basada en la eficiencia militar germana en todas sus secretarías.

En Estados Unidos, los ministerios de guerra lucharon por la notoriedad. El secretario del presidente Abraham Lincoln durante la Guerra Civil, Edwin Stanton, comenzó con un gran un reto reputacional. El Departamento de Guerra era poco respetado entre soldados y oficiales de gobierno y asumió responsabilidades administrativas y el control de la seguridad interior. Staton ilustra el papel político que tenía el secretario de Guerra. Lo entendemos cuando describe a un famoso militar y futuro presidente de Estado Unidos: “Conozco al general Grant mejor que cualquier otra persona en el país puede conocerlo. Era mi encargo estudiarlo y así lo hice día y noche, cuando lo vi y cuando no lo veía y ahora te digo lo que sé, él no puede gobernar este país”. Ulysses S. Grant llegó a la presidencia, pero fue secretario de Guerra sólo 155 días.

Los departamentos, ministerios o secretarías de las potencias europeas y de Estados Unidos mantuvieron el nombre ofensivo hasta las dos guerras mundiales y el Holocausto. Después, el mote se volvió políticamente incorrecto y empezó a caer en desuso. La Organización de Naciones Unidas (ONU) dio prioridad a un discurso que promovía el derecho de autodefensa (artículo 51 de su Carta) y la reducción del uso de la fuerza, lo que suavizó la narrativa de los guerreros estadounidenses. Estados Unidos tuvo a sus dos últimos secretarios de Guerra en 1947.

A partir de ese momento existió el Departamento de Defensa, con un manejo distinto de imagen y relaciones públicas. Estados Unidos siguió enfrentando guerras, pero hubo un esfuerzo para que su ejército se presentara como un órgano institucional, que en todo acto bélico actuaba de manera defensiva. Esa fue la postura general durante la Guerra Fría. Los estadounidenses y sus fuerzas armadas eran los amigos y protectores del mundo democrático, en un discurso que podemos nombrar institucional o del “tendero”.

En los años 60 se destacó el secretario Robert McNamara, republicano que sirvió bajo John F. Kennedy. Trasciende la charla famosa en la que McNamara le comentó al presidente que no sabía nada del gobierno, a lo que Kennedy respondió: “Entonces podemos aprender nuestros trabajos juntos”. En la segunda mitad del siglo XX, Estados Unidos libró conflictos en Corea, Vietnam y Medio Oriente e intervino en América Latina y el Caribe, pero siempre justificó que era para defender al mundo libre. Incluso en invasiones contemporáneas como la “guerra de liberación de Irak” (2013), derrocó a Saddam Hussein con el argumento de que era una intervención defensiva y que respondía a los ataques terroristas del 11 de septiembre de 2011 en Nueva York.

Las dos administraciones del presidente Trump han perfilado paulatinamente un discurso de seguridad más ofensivo, aunque no quiere decir que hayan iniciado más guerras. Se ha denostado a la ONU y su mensaje de paz como opuestos al interés nacional “americano”. Lo mismo ha pasado con la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), categorizada como una carga para Estados Unidos.

 

LA “OFENSIVA” Y EL NARCOTERROR

 

Se ha expresado la idea de que los aliados militares de los norteamericanos han abusado de su amistad y presupuesto, a lo que un electorado considerable de la Unión Americana ha aplaudido y trasladado a las urnas. Ahora, Estados Unidos ya no sería defensivo contra las amenazas tradicionales de gobiernos enemigos, grupos terroristas y fundamentalistas, sino ofensivo contra nuevos actores como narcogobiernos y terroristas traficantes de fentanilo.

En ese contexto, el renovado “Departamento de Guerra” diluye el discurso institucional del Departamento de Defensa y le da fuerza en el marco del discurso guerrero, con un orgullo de grandeza, expansión y conquista. No hay pudor en ser la primera potencia mundial, por el contrario, se habla de esa verdad y las ventajas que conlleva. La muda con la palabra guerra se anunció el 5 de septiembre y sólo cinco días después sucedió la tragedia de Utah, que nos regresa al enfrentamiento y una discusión bélica.

Charly Kirk era un recio defensor de los derechos a las armas, la familia tradicional, la oposición al aborto y crítico del feminismo, la diversidad sexual y los matrimonios del mismo sexo. Su organización Turning Point USA afirma tener más de 650 mil miembros estudiantiles. En 2019, Turning Point realizó la campaña “Guerra Cultural de las Universidades” (Culture War College Tour), un circuito de lectura que promovió la lucha contra la discriminación que “sufren los conservadores”. Ahí también denotamos la importancia del concepto guerra en su movimiento y la sociedad estadounidense.

Kirk combinó dos discursos de amplia aceptación entre los estadounidenses, llámense los del guerrero y del profeta. El ingrediente adicional fue incluir argumentación que atrajo a buen número de simpatizantes afroamericanos y latinos. Con esta plataforma, el activista criticó las instituciones gubernamentales y las visiones liberales de los derechos.

El primer lamento es que la vida de un joven fuera silenciada con un asesinato de arma de fuego. El escenario es muy desafortunado, una universidad, un espacio de debate y una generación estudiantil que discutía su futuro. Con independencia de las creencias de Kirk, este acto es condenable, y la lección trasciende fronteras. El hablar de guerra en Estados Unidos genera seguidores, y también críticas y reacciones violentas. Volviendo a Clausewitz, toda guerra es un error de la política.


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