Sin saber cómo, he llegado al punto en que lo mismo converso con un anciano de más de 75 años, que con un adolescente de 16.
Hablo con ellos lo mismo de Tito Guízar que de los BTS.
De las victrolas que había en las antiguas cantinas para escuchar música, como de los nuevos lanzamientos en spotify.
De libros como Pedro Páramo o Boulevard.
Y que decir de recitar de memoria a Manuel Acuña o Miguel Hernández a hacer free style como Danger o Aczino.
Quizá a eso se deba que muchos no sepan que edad tengo (aunque mi apariencia tampoco la oculta demasiado) y muchos me pregunten: ¿Que edad tienes? Honestamente no me incómoda en lo más mínimo decir mi edad, pero a raíz de esa pregunta recurrente y más el pasado 29 de abril que cumplí años, he escrito estás décimas para "explicar" mi edad. Sirvan entonces estos versos octosílabos para aclarar el punto.
-La edad que tengo-
Si preguntas por mi edad,
diré que eso es relativo;
lo importante es estar vivo
y tener felicidad.
Más si quieres de verdad
contar en años mi vida,
voy a decirte en seguida,
a modo de explicación,
en esta disertación
la suma hasta aquí obtenida.
Yo tengo la edad de un viejo
al momento de pensar,
y a veces cuando hay lugar,
para dar un buen consejo.
Mas si me veo al espejo
de la alegría y el cariño
yo todavía me ciño
esos cortos pantalones
y me sobran las razones
para ser de edad de un niño.
Pero al momento inminente
de amar, con tanta energía
(no es una vanidad mía):
tengo edad de adolescente.
Y además, si es pertinente,
y debo mostrarme duro,
resuelto, firme y seguro
ante la cruel realidad
tengo la mediana edad
de un prudente hombre maduro.
Así, soy niño y adulto,
soy anciano, adolescente,
anacrónico, vigente;
eterno y fugaz resulto.
Por eso yo nada oculto:
soy en edad de tercera,
de segunda, de primera;
no me importa el calendario
porque la vida es a diario
yo tengo la edad que quieras.
-Simón Toledano.