Piedra Imán
Manuel Zepeda Ramos
Rentabilidad
Rotterdam. Pero también París, Barcelona, México, Xalapa, San Cristóbal. Es un problema mundial.
El Show Business, el espectáculo teatral, las artes escénicas, en todo el mundo, exige ahora rentabilidad necesaria para poder continuar. Los públicos nuevos, acaso pudieran hacer el milagro.
Hace algunos años me invitaron a dar una conferencia en la FIL de Guadalajara. Mi tema era el mecenazgo en la cultura. Dije lo que siempre he dicho al respecto. Que la promoción de la cultura debe ser un asunto del Estado, pero habría que ayudarle. Dije también que las empresas culturales tan ampliamente promovidas por el PAN en sus 12 años de gobierno eran un fracaso. No se le puede pedir a una coreógrafa que, además de montar su espectáculo que requiere tiempo, esfuerzo y paciencia en un rigoroso trabajo al lado de sus bailarines, tenga que pagar el seguro social, tener a tiempo los salarios, alquilar el teatro que exige con razón contrato de por medio, hacer la escenografía, la iluminación y el vestuario, pagar todo eso y tener bien terminados los cabos sueltos para que el montaje no resulte fallido porque, si es así, el público habrá de brillar por ausencia. Lo que acabo de decir acá y lo dije en la FIL no es más que la repetición de lo que me dijo una coreógrafa instalada ya en el ácido de la desesperación porque así estaba el modelo a seguir en la empresa cultural.
Cuando la Orquesta Sinfónica de Xalapa hizo su gira europea en el 2002, me tocó ir al frente de la gran Casa de estudios de Veracruz enviado por el Rector Arredondo, gira por demás exitosa por los resultados obtenidos ya que el público europeo de 10 ciudades pudo apreciar lo que una entidad federativa de México hacía con la música que ellos habían inventado. En El Concertgebouw de Ámsterdam, la gran “caja de zapatos” de finales del siglo XIX construida por el arquitecto Adolf Leonard Van Gendt donde Ravel y Strauss —entre otros muchos monstruos de la música— triunfaron para la posteridad; en esa enorme sala de conciertos, digo, en donde la OSX tuvo la oportunidad histórica de presentarse dos veces, única sinfónica mexicana en lograrlo además de la Filarmónica de la Ciudad de México en su momento de esplendor sexenal, tuve una experiencia que me ha marcado desde ese momento. El director de la sala me llama en medio del concierto para presenciar algo desde el segundo piso que, si no lo hubiera observado me hubiera pasado desapercibido. Me hizo ver desde lo alto que el público asistente, lleno a reventar, era un público mayor de 60 años.
—Nos estamos quedando sin público joven, me dijo con un gran dejo de tristeza.
Si eso sucedía en Ámsterdam, qué no pasaría en muchas partes del mundo.
El asunto de los públicos asistentes es un tema toral para cientos de teatros, si no es que miles, que ven con preocupación su funcionamiento que consume muchos recursos y que, en nuestro país, ya debe ser también un asunto de preocupación para ayudarle, como ya dije, al Estado a ejercer su mecenazgo que no es otra cosa sino conservar el origen y destino de nuestra cultura nacional.
Yo pregunto si el teatro Emilio Carballido, el antiguo Teatro del Estado de nuestra capital construido durante el gobierno del licenciado Antonio M. Quirasco, ya está haciendo esfuerzos al respecto, de promoverlo de tal manera que vaya en ruta directa hacia la autosustentabilidad económica para coadyuvar al liderazgo de la promoción de la cultura en la capital de Veracruz. Si así es, qué bueno y me da una gran alegría.
Lo pregunto porque en Coatzacoalcos hay otro teatro de gran capacidad, creado por Abraham Zabludovsky, por cierto el último que diseñó el más importante arquitecto de teatros de México, que ya está en esa ruta de la rentabilidad, la de los números negros que tanta falta hace en México en actividades de este tipo.
Todo se debe a que ese teatro y el Centro de Convenciones de Coatzacoalcos, que están juntos, fue confiado a una empresa privada de jóvenes emprendedores y profesionales representada por el ingeniero Emmanuel A. Peña Sánchez, hace cosa de cuatro o cinco años. Esa simbiosis de teatro de espectáculos de todo tipo e instalaciones para la promoción de reuniones y congresos en un lugar estratégico como es Coatzacoalcos hizo que esa combinación, ahora exitosa, desatara el interés de los convencionistas para ir a Coatzacoalcos a realizar sus reuniones. El resultado está a la vista y se vuelve modelo a seguir para quienes creemos en la promoción cultural en instalaciones de primer mundo, lo que quiere decir que con ellas se pueden planear espectáculos de gran atracción para un público que desea ver eso sin necesidad de viajar al extranjero.
Xalapa puede aprender. El próximo centro de convenciones de la capital veracruzana que ya se anuncia puede emular a este proyecto real, de aglutinar un teatro bien presentado y reconstruido, con un centro de convenciones en un lugar como Xalapa que puede convocar a congresos que buscan dentro de sus fortalezas actividades paralelas en torno a la cultura.
De esta manera, estaremos creando públicos nuevos regionales que se beneficiarán de las propuestas de vanguardia que esta posible administración, como la de Coatzacoalcos, pueda realizar promoviendo convenciones de interés internacional y espectáculos para las artes escénicas —el Emilio Carballido está instalado para eso—, que le sirvan a las convenciones y al interés regional una vez que la continuidad de funcionamiento durante todo el año sea asunto resuelto.
Se puede. Eso sí, hay que trabajar.
Públicos nuevos con rentabilidad deben ir, hoy más que nunca, de la mano.
Coatzacoalcos lo está demostrando.