Casi todos los instintos más bajos del hombre moderno descansan en la mediocridad, la falta de valores, la obsesión por la felicidad, docilidad, conformismo, falta de individualidad. El ultimo hombre es mediocre en todos los aspectos de su existencia. Carece de ambición intelectual. Hace décadas era una pena confesar el no haberse leído por lo menos un libro, pero en nuestros días lo presume sin ningún grado de dificultad además de su analfabetismo. Ya no tiene nada de creatividad ni originalidad por si lo relacionamos con el arte, es decir, este también ha llegado a su fin. El arte en algún momento hizo una representación de la conciencia universal, pero en nuestros días se volvió como un mero pasatiempo. Ya no busca trascender ni alcanzar grandes metas, sino que se limita a satisfacer sus necesidades básicas y vivir una existencia rutinaria: visitar un museo, tomarse una foto, subirla en las redes sociales y poder ser visto.
Los valores tradicionales han sido remplazados por unos más modernos que según él le iban a beneficiar, pero la modernidad le demostró todo lo contrario. Todo lo que era solido y estable se ve fracturado por la vida instantánea que lo hace más vacío, más superficial, más decadente porque sus creencias ya no son tan significativas como lo eran en un pasado. No cree en nada más allá de si mismo y de su propia comodidad, careciendo de cualquier tipo de espiritualidad o anhelo de trascendencia: cree que los combates metafísicos han concluido y que Dios ha muerto. Confieso que detesto a los publicistas como a esos charlatanes que se dan el título de psicólogos o promotores de autoayuda para conseguir la felicidad.
En nuestros días he descubierto que los medios de comunicación y la propaganda política quieren ofrecer terapia para todo el estrés que sufre la gente cuando el problema se encuentra en el sistema social, económico como político que oprime al hombre: le han construido una moral de esclavo consumidor. Este ultimo hombre busca la felicidad de manera superficial y efímera, centrándose en placeres momentáneos y sin sustancia.
Los bares, los antros, los centros comerciales, los burdeles, las pantallas digitales son un reflejo de esa felicidad instantánea. ¿Por qué cuando se supone que ha encontrado esa plena felicidad se siente nuevamente vacío? No busca la felicidad de manera genuina que provenga del conocimiento científico, histórico y filosófico. Se ha vuelto tan conformista, aceptando sin cuestionamiento las normas y valores establecidos por la sociedad. Se olvido que las autoridades se han equivocado y siempre lo harán. Ya no posee un espíritu critico ni la capacidad de rebelarse contra lo que se considera injusto o mediocre. Su identidad carece de sentido por eso se ve en la necesidad de imitar para encajar.
Ahora se funde en la masa y vive de acuerdo con las expectativas de los demás. Si partimos de la idea de que hay un movimiento histórico que contiene causas y efectos, es licito decir que todo lo que construyeron las mujeres y hombres de hace siglos con un grado de esfuerzo y derramamiento de sangre, se lo dejaran a esta generación tan débil de sentimientos, que se ofende por todo lo que va contra sus creencias. Es en tristes palabras de que los jóvenes de este siglo destruirán en un instante lo que se construyo por siglos. Este ultimo hombre es el concepto nietzscheano de que no se pudo superar al hombre.