No importaron las investigaciones por corrupción, no importó la advertencia de la erosión democrática ni el evidente talante autoritario con la tentación franca de acaparar todo el poder en el país.
No importó el Zócalo desbordado de rosa ni la candidata chida ni el discurso de los niños con cáncer sin medicamento, las guarderías infantiles, la defensa del INE, del Inai y de la democracia sobre la dictadura.
No importó un presidente energúmeno que busca a un enemigo hasta en su propia sombra e insulta a diestra y siniestra.
No importó la violencia desbordada, los casi 200 mil muertos que van en el sexenio y la ley del más fuerte en gran parte del territorio.
No importaron los medios críticos con sus programas de tele y radio. No importó la comentocracia.
Nada importó. Ganaron todo.
El golpe de realidad tardará todavía un buen rato en digerirse para la minoría del país. Era evidente lo que pasaría y la famélica oposición quiso negar la realidad desde el principio: dejaron que patéticos personajes como Marko Cortés y Alito Moreno se adueñaran de las pocas estructuras legítimas de sus partidos.
Inventaron números inflando la realidad de las cifras de la elección intermedia en 2021 donde perdieron casi todas las gubernaturas y apenas rasguñaron el poder de la 4T con algunos diputados más de sus bancadas.
Habían ganado 2021 varias alcaldías en la Ciudad de México y bastaron tres años para volver a perderlas. Cuando en privado o en público se les cuestionaba a los opositores por los números de las encuestadoras, simplemente lo ignoraban: se volvieron conspiranoicos y decían que todas las casas demotécnicas estaban vendidas a la 4T.
Se enfrascaron en cajas de resonancia, hicieron mucha campaña de aire y poquísima campaña de tierra, sintieron que México era esa clase media que, según ellos, odiaba a López Obrador y apostaron al voto de castigo masivo.
Resultó que no, que la mayoría del país se siente satisfecha con la 4T, el triunfo de los 36 millones de votos para Sheinbaum va más allá de los programas sociales, resultó que no había techo y que siguió ganando votos en todos los sectores y arrasó el país.
Hoy es momento de ser autocríticos: los analistas nos hemos equivocado radicalmente, hemos fracasado en nuestro trabajo de leer el país.
Parece que los intereses de la sociedad mexicana no van por los contrapesos. Parece que el discurso de los riesgos del totalitarismo para la democracia no prende, parece que instituciones como la Corte, el INE o el InaiI no interesan a la apabullante mayoría y que tampoco funciona el incendiario discurso anti-presidente cuando el presidente tiene más de 60% de popularidad.
Felicidades a los votantes de la 4T, ha ganado su proyecto de país. Las minorías debemos despertar a la realidad del nuevo México y comenzar a construir una necesaria oposición que deje el berrinche por propuestas sólidas que le digan algo a las mayorías.