Fito Soler nos dio públicamente la dolorida, la fatal noticia: falleció El Caco Rodríguez.
Los miles y miles de seguidores que tiene en su Facebook el mejor cronista de sociales que ha habido en la historia de Veracruz nos fuimos enterando, y la tristeza cundió. Con Caco se iba toda una leyenda y la historia de un rescate ecológico cuando esos temas no eran la moda pero sí preocupación de un hombre que amó a su tierra.
Porque Carlos Rodríguez Elías hizo por su terruño lo que pocos podrían hacer, lo que sólo emprenden los hombres que son grandes. Veterinario de profesión y hasta periodista en un momento de su trayectoria, Caco definió su vida el día que vendió su rancho ganadero hace 28 años y compró un pedazo de selva virgen a un lado de la laguna de Catemaco.
Ahí fue haciendo veredas y construcciones que dieron forma a Nanciyaga, la reserva medioambiental más famosa de Veracruz y uno de los primeros lugares en los que se pudo ejercer el turismo ecológico.
Casi tres décadas estuvo nuestro querido amigo sustentando y promoviendo su lugar, que terminó por convertirse en un icono de la región tuxtleca y centro de visitas de turistas de todo el mundo.
Allá en sus inicios, Nanciyaga hospedó a un grande de la actuación, Sean Connery, y a una actricita hollywoodense de no malos bigotes: Lorraine Bracco. Ellos hicieron ahí una película olvidable, aunque el escocés nacido en Edimburgo nunca olvidó los temazcales que disfrutaba todos los días, así como la magia inaudita de la laguna.
Caco decía —con ese lenguaje catemaqueño que nunca dejó— que el primer James Bond era medio mamón, y que por ejemplo se quejaba de que en Los Tuxtlas no había un campo de golf. Pero lo cierto es que el británico cedió a la magia luminosa de su plática, y terminaron por hacerse buenos amigos al calor de las sabrosas conversaciones en que el famoso actor terminó entendiendo el valor de estas tierras y la sabiduría de su gente.
Quién sabe por qué razón los productores de El hechicero de la selva (Medicine man, en inglés) pusieron en los créditos que la película había sido filmada en el Amazonas, pero lo cierto es que en los árboles y los lugares se reconoce el Nanciyaga portentoso de Carlos Rodríguez Elías.
Se nos adelantó Caco, pero su obra queda ahí para la posteridad, porque tendrán que seguir funcionando el delicioso restaurante de comida regional, el temazcal, el teatrito hecho con piedras en medio de la vegetación, y las cabañas, que son únicas porque al dormir en ellas te arrullas solo con el sonido de la selva, como él decía, lo que es un lujo que el hombre moderno ya no se puede dar en sus ciudades acementadas.
Se le va a extrañar en su Nanciyaga, atrás de su puro y un buen trago, desde donde hacía gala de su humor único, de su ingenio tropical, de su sapiencia de hombre de pueblo.
Y se le va a recordar por su gran obra y por su rescate.
Descansa en paz, amigo Caco.
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