14 de Noviembre de 2024
 

La necesidad del ocio / Por Lic. Osbaldo Ramos Vázquez

 

 

 

La sociedad contemporánea, marcada por la aceleración digital y la exigencia constante de productividad, parece haber olvidado el valor del ocio. Sin embargo, este concepto, lejos de ser sinónimo de pereza, representa una oportunidad invaluable para la reflexión, la creatividad y el desarrollo personal. Los jóvenes, en particular, tienen un papel fundamental en la revalorización del ocio y en la construcción de un futuro más sostenible y equitativo.

Históricamente, la ociosidad ha sido estigmatizada como una falta de ambición o una pérdida de tiempo: la ociosidad es la madre de todos los vicios. Bertrand Russell, en su célebre ensayo, ya defendía los beneficios del ocio para la humanidad. Hoy, en pleno siglo XXI, sus ideas siguen siendo pertinentes. La obsesión por la productividad ha llevado a un agotamiento generalizado, a la disminución de la calidad de vida y a una crisis de sentido. Yo no digo que está mal el presumir que nos gusta nuestro trabajo a tal grado de sentirse cansado físicamente. Hace días mientras se tapaba la cañería de una casa, pensé que los avances de la ciencia de pleno siglo habían olvidado a ese hombre que baja a los rincones más obscuros y sucios hacer el trabajo que les permite tener un capital para cubrir sus necesidades materiales como espirituales.

Los jóvenes, que crecen en un mundo cada vez más complejo y demandante, son especialmente vulnerables a los efectos negativos del estrés y la sobrecarga de información. Al fomentar el ocio en las nuevas generaciones, estamos promoviendo su bienestar emocional y psicológico. No me refiero a esos charlatanes que he señalado como falsa psicología. El tiempo libre permite a los jóvenes explorar sus intereses, desarrollar habilidades, establecer relaciones sociales significativas y, en última instancia, encontrar su propio camino en la vida.

Pero el ocio no es solo un derecho individual, sino también una necesidad social. La historia nos demuestra que los grandes avances científicos, artísticos y culturales han surgido en momentos de ocio y reflexión. Si usted lee biografías de escritorios, físicos, científicos, filósofos y demás, se dará cuenta que en su mayoría la ociosidad, al menos ese pequeñito momento donde soltamos y nos detenemos a pensar, permite grandes cambios. La ociosidad es el caldo de cultivo de la innovación, ya que permite a las personas pensar de manera creativa y conectar ideas aparentemente dispares.

Esta sociedad cada vez más automatizada, el trabajo tal como lo conocemos hoy podría dejar de ser la principal fuente de ingresos y realización personal. Es por ello que es fundamental preparar a los jóvenes para un futuro en el que el ocio desempeñe un papel cada vez más importante. Esto implica fomentar una educación que promueva la curiosidad, el pensamiento crítico y la capacidad de resolver problemas complejos, habilidades que son igualmente valiosas tanto en el ámbito laboral como en el personal.

Si bien, el ocio no es un lujo, sino una necesidad. Al revalorizar el tiempo libre, estamos invirtiendo en el futuro de las próximas generaciones. Los jóvenes, con su energía, creatividad y espíritu crítico, tienen el potencial de transformar la sociedad y construir un mundo justo, más libres y cada vez más sostenible. Es nuestra responsabilidad brindarles las herramientas y las oportunidades necesarias para que puedan desarrollar todo su potencial. Les deseo un mundo libre de demonios.



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