27 de Noviembre de 2024
 

Manuel Zepeda Ramos - Shakespeare en Guanajuato

Piedra Imán

Manuel Zepeda Ramos

Shakespeare en Guanajuato

Ruelas. Enrique Ruelas Espinosa. Personaje de la cultura que estudió Derecho en la Universidad de Guanajuato y dirigió hasta su muerte la Compañía de Teatro de la Universidad de Guanajuato la que, desde 1953, monta en la Plaza de San Roque de la ciudad que es Patrimonio Cultural de la Humanidad y capital del estado

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Pergamino horizontal: 1Guanajuato, ininterrumpidamente, los entremeses de don Miguel de Cervantes Saavedra.

Este trabajo teatral de Enrique Ruelas Espinosa, trabajo dramático que los guanajuatenses sienten suyo con un absoluto y total sentido de pertenencia, es el origen del Festival Internacional Cervantino —de allí su nombre, de las puestas en escena del maestro Ruelas—, que este año habrá de celebrar 42 años de haber nacido para orgullo de los de esa tierra y para el prestigio indiscutible de nuestro país ante el mundo entero.

 

Además, en este Festival número 42, se habrán de celebrar los 450 años de William Shakespeare por lo que se incluyó en la programación puestas en escena del gran dramaturgo inglés, entre otros homenajes.

La inauguración hace unos días en la ciudad capital de Guanajuato con el Príncipe Akishino ahí presente, ya que es el Japón el país invitado este año, lo que significa la presencia intensa en aquella entidad y en varias regiones de nuestro país de una delegación cultural de gran calidad del Imperio del Sol Naciente, sirvió para que Jorge Volpi, Director del Cervantino y talentoso narrador mexicano de prestigio internacional, hablara del “horror que nos circunda y que demuestra que vivimos tiempos eminentemente shakesperianos”, en clara referencia a la tragedia de los estudiantes de Ayotzinapa.

Volpi agregó que si bien esas tendencias asesinas y excluyentes permanecen arraigadas en los seres humanos, en diversas épocas también se ha buscado conjurarlas a través del arte. Las artes, dijo Volpi, son el único bálsamo en contra de la barbarie.

El entusiasmo evidente y contundente que este todavía joven narrador ha manifestado en torno a las bondades de las artes y la violencia es buen pretexto para revisar dos intentos de teatro comunitario que se han desarrollado hace algunos años en nuestro país, todavía en el siglo pasado.

Esto me motiva debido a que en la programación del Festival aparecen puestas en escena del dramaturgo europeo en comunidades de Guanajuato “afectadas por la desigualdad y la violencia”, dice el comunicado. San Juan de Abajo, en León; Arboledas, Cervera, Cúpulas, Mártires 22 de Abril y Lomas del Padre, en Guanajuato; Puerto del Valle y Valtierrilla en Salamanca y La Encendida y Pozo Blanco del Capulín en San José Iturbide, son las comunidades urbanas y campesinas en donde se habrá de trabajar. Estas puestas en escena tendrán directores en esas comunidades que habrán de interactuar con sus habitantes quienes confeccionarán sus vestuarios y escenografías; todo dentro del denominado Proyecto Ruelas.

Suena bien y es ambicioso.

Un proyecto fue el teatro campesino de la Compañía Nacional de Subsistencias Populares (Conasupo), implementado hace más 40 años por el gobierno federal y cuya cabeza era el escritor Eraclio Zepeda. Se constituyeron varios grupos con equipos de directores importantes de la época. Montaban efectivamente, obras de la comedia del arte. Pero también retrataban la vida cotidiana del campo, con improvisaciones escritas por los propios actores y sancionados por sus directores, acerca de la presencia nociva de los coyotes y caciques que destruían la economía campesina. Así se presentaban, en las canchas de básquet de la comunidad, por cientos de funciones en los ejidos del país. Tuvo un éxito tremendo y fue de gran utilidad para despertar conciencia en los ejidatarios productores. Julieta Egurrola, Rosa María Bianchi, José Luis Cruz, Alfredo Sevilla, José Luis Yáber, Isabel Quintanar, fueron algunos de los cientos de actores que participaron y Rodolfo Valencia, Soledad Ruiz, Manuel Novelo algunos de sus directores. Sobresalen las compañías de teatro indígena que surgieron en Chiapas y Yucatán. Las de Chiapas hicieron escuela, integrándose sus actores al Celali, en donde empezaron a escribir obras originales para ser montadas. Ahora mismo estoy haciendo una radionovela en Chiapas con algunos de esos actores, descendientes de los primeros actores.

El otro proyecto fue el de la maestra Martínez Medrano, en Tabasco, durante el gobierno de Enrique González Pedrero. Montaron versiones épicas de Federico García Lorca —Recuerdo Bodas de Sangre—, con gran movilización de actores y caballos. López Portillo los llevó a Nueva York, en aviones de la Presidencia de la República, cuando se administraba la abundancia. De ese proyecto no quedó nada. Solo muchos indígenas chontales desclasados, que ya no volvieron a ser campesinos y tampoco actores, solo borrachos. Uno solo de ellos llegó a ser Senador de la República —no actuando como tal en una puesta de escena-, sino por el PRD y apoyado por el Peje. Auldárico se llama, ese nombre imposible de olvidar, algunos dicen que de transcurso gris por la vieja casona de Xicoténcatl.

El próximo año habrá que averiguar acerca del resultado teatral comunitario en Guanajuato.

El teatro debe ser aliado de la concertación social. Lo he dicho muchas veces en este espacio.

El actual proyecto transversal de combate al delito requiere de él y de la música. Me extraña por qué no ha sucedido nada después de casi dos años de estar operando ¿No hay proyectos?

El proyecto musical de Venezuela con los niños y jóvenes pobres, después de 30 años, es exitoso y de trascendencia mundial por el gran entusiasmo del Doctor Abreu y porque los maestros fueron eficientes y entregados a su trabajo.

Un proyecto de gran envergadura no basta con un discurso —pareciera oportunista y también ajeno a un hecho lamentable que a todos entristece—, que involucra el dolor de muchas familias que además, no creo que conozcan Hamlet o El Rey Lear y ni creo que quieran.

Qué bueno que se celebren los 450 años del gran dramaturgo. Qué bueno que sea el más importante festival cultural que hoy existe en nuestro país, que nos prestigia ante el mundo, que lo haga con montajes profesionales. Pero no digamos de manera forzada que las comunidades de Guanajuato, afectadas por la desigualdad y la violencia, habrán de tener el remedio y el trapito con Shakespeare de la mano.

Se olvidan que Guanajuato, según el Inegi, es el estado más próspero de México.

El teatro como instrumento para el desarrollo debe ser más que una ocurrencia.

 



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