31 de Marzo de 2025
 

Combates por la Ciencia de México / Por Lic. Osbaldo Ramos Vázquez.

 

 

 

En el Ejidal de Martínez de la Torre, una ciudad que alguna vez fue vibrante, la sombra de la corrupción se había extendido como una plaga. Francisco, un intelectual de mirada penetrante y espíritu indomable, observaba con creciente desilusión cómo el partido político dominante, liderado por el astuto y manipulador Don Ramiro, tejía una red de nepotismo y clientelismo que asfixiaba la justicia y la prosperidad. El espíritu posrevolucionario mexicano, decía Francisco, sigue presente en la política solo que se ha transformado, se ha declarado un salvador; pensaba mucho en los ensayos de Cosio Villegas.

Manuel, de la Colosio, amigo de la infancia de Francisco, había caído presa del encanto de Don Ramiro. Con una lealtad ciega, se había afiliado al partido, defendiendo cada una de sus acciones con fervor fanático. Francisco, consciente de la honestidad inherente de Manuel, se debatía entre la amistad y la necesidad de abrirle los ojos ante la realidad. Había que hacerlo pensar, decía Francisco, pero primero habría que preguntarle si está dispuesto a analizar o discutir un tema hasta llegar a un acuerdo o una verdad. La política de sus tiempos parecía estar en el terreno de la emoción y no de la evidencia. La política de hoy era saber que los argumentos sólidos se desvían con ofensas cuando no se sabe argumentar. Es la política de los creyentes, los moralistas, los amigables, los que gritan y se defienden con lágrimas para conmover a los que les rodean. Son los oportunistas, los que no tienen ni una pequeña dosis de lo que es la ciencia política. Pensaba nuevamente en Manuel y decía: No debo perder su amistad con lo que le quiero decir, respecto a su partido político, porque para empezar es algo que he descubierto a través de los años, a saber, que el fundamento de la ciencia política es la amistad y la empatía, por eso, la lógica del diálogo debe ser aprendida por todos los hombres. Los hombres son sociales y se necesitan los unos a los otros para poder progresar como civilización. Los santos decían que a cada uno lo que Dios le ha dado y el revolucionario se afilia al partido para poder sobrevivir, por eso es que no le interesa la lógica, le interesa el fin, un pedazo de ese pastel llamado corrupción. Se sienten decepcionados de ver como su líder Don Ramiro volvía a estrechar las manos de esos corruptos a los que una vez criticó. Al saber que el partido político dominante estaba cada vez más en ascenso y a penetrar en los rincones más pequeños del país, los corruptos comenzaron afiliarse y a quedarse con los mejores puestos.

Una tarde, mientras el sol se ocultaba tras las colinas, Francisco y Manuel se encontraron en el centro de la ciudad. Se dieron la mano y después un abrazo, mientras a su lado se encontraba una estatua de Benito Juárez. No sé imaginaban que ese día iban a tener una pequeña discusión que lo cambiaría todo. Ninguna nube se atravesó por su cielo, era perfecto para que el astro iluminará sus pensamientos. Comenzó Francisco preguntado que cómo se había sentido Manuel de las recientes noticias de que los corruptos se están integrando al partido político que él tanto había apoyado. Manuel lanzó un suspiro y dijo: Me dueles México, pensé encontrar algo nuevo, una nueva esperanza, pero es el vicio vestido de virtud. Francisco trato de invitarlo a pensar en lo que él alguna vez le dijo, a saber, que la historia enseña que los asuntos de los hombres en México nunca llegan a buenos acuerdos y si lo hacen, debajo de ello se oculta algo, como un trato, un negocio o un fraude. Manuel, no se contuvo y comenzó nuevamente a decirle a Francisco que Don Ramiro sabía lo que hacía y que era el primero que se preocupaba por el pueblo: el pueblo sabio que elige y transforma la democracia en una realidad. Francisco estaba preparado con lecciones de lógica, pero en Manuel la emoción reemplazaba la evidencia así que la tensión era palpable.

—Manuel, ¿cómo puedes defender a Don Ramiro? —preguntó Francisco, con su voz cargada de tristeza—. ¿No ves cómo está diseñada la reforma judicial para proteger a los corruptos? ¿No te indigna el nepotismo descarado, los puestos otorgados a familiares y amigos sin mérito alguno? En Tlaxcala la gobernadora a seleccionado a uno de sus choferes particulares para que ocupe un puesto de Juez ahora que se aproximan las elecciones de la reforma judicial. ¿Te das cuenta de hasta dónde hemos llegado? La historia enseña que las naciones fuertes y poderosas se guían de la ciencia, la tecnología y el poder en todas sus manifestaciones para progresar, pero lo único que observo es la estupidez disfrazada de demagogia.

Manuel, con el rostro enrojecido, respondió con vehemencia:

—Don Ramiro se preocupa por el pueblo, Francisco. Ha logrado progreso y estabilidad. Los que lo critican son unos envidiosos, unos resentidos. Son los conservadores los que quieren recuperar sus negocios y fraudes. Ellos son los traidores de la patria, los que han saqueado al país y nos han dejado en la miseria. Desde que Don Ramiro llegó al poder hemos progesado como nación.

—¿Progreso? —replicó Francisco con amargura—. ¿A costa de la justicia, de la igualdad de oportunidades? ¿A costa de la dignidad de nuestro pueblo? Manuel, no te dejes engañar por las apariencias. Don Ramiro es un maestro de la manipulación, un experto en el arte de la demagogia. Es un caudillo populista, no sabe ni discutir. ¿Recuerdas esa famosa frase que dijo en plena conferencia de prensa “Yo tengo otros datos”? Los académicos declaran esa frase como un reflejo de la posverdad. Yo me he percatado que los hombres que saben hablar, discutir y llegar acuerdos, son tachados de corruptos por el simple hecho de que al no estar a su nivel intelectual, es mejor agredirlo con falacias de falsa equivalencia. Don Ramiro siempre hace eso cuando se le cuestiona. Una persona que no se deja cuestionar es un dogmático.

—¡No hables así de don Ramiro! —gritó Manuel, con los ojos inyectados en ira—. Él es nuestro líder, nuestro guía. Por primera vez se ocupó de todos los mexicanos sin excluir a nadie. Es tan sabio que en lugar de declararle la guerra a los narcotraficantes, les hizo la invitación de que sino se portaban bien los acusaría con sus padres. Si fuera como los otros, hubiera hecho una matanza, ¿Qué le costaba mandar al ejército e iniciar una guerra civil?

—Un líder que se enriquece a costa del pueblo, una guía que nos lleva a la ruina moral y económica —sentenció Francisco— no es un líder es un populista. Acomoda a sus más cercanos y ellos para poder seguir ahí deben de pensar como él. Me parece deshonesto y dañino que un político reniegue de su integridad intelectual y crea en algo solo porque es conveniente y no porque sea verdad.

Manuel, incapaz de aceptar la verdad, recurrió a los falsos argumentos que Don Ramiro había sembrado en su mente todas las mañanas mientras lo veía en conferencia de prensa:

—«Francisco, estás en contra de Don Ramiro porque eres un resentido social, un comunista que quiere destruir nuestra forma de vida».

—«No estoy en contra de Don Ramiro por resentimiento, sino porque sus acciones perjudican al pueblo. Y no soy comunista, sino un ciudadano preocupado por el futuro del país y de mi ciudad Martínez».

—«Tus críticas no valen nada, Francisco. Eres un intelectual alejado de la realidad, un soñador que no entiende cómo funciona el mundo».

—Francisco respondió: «Mis ideas pueden ser discutibles, pero eso no invalida mis argumentos. Y no estoy alejado de la realidad, sino que la veo con mayor claridad que tú, cegado por la lealtad ciega».

—«Don Ramiro tiene el apoyo de la mayoría del pueblo, Francisco. ¿Quién eres tú para cuestionar su liderazgo?».

—Francisco replicó: «La mayoría no siempre tiene la razón, Manuel. La historia está llena de ejemplos de líderes populares que llevaron a sus pueblos a la ruina. Y yo soy un ciudadano con derecho a expresar mi opinión, aunque no coincide con la de la mayoría: las autoridades se han equivocado y lo volverán hacer».

La discusión continuó hasta altas horas de la noche. Francisco, con paciencia y argumentos sólidos, fue desmontando las falacias de Manuel, mostrándole la verdadera cara de Don Ramiro y su régimen corrupto. Poco a poco, la venda comenzó a caer de los ojos de Manuel. La duda se instaló en su mente, la semilla de la conciencia había sido plantada. Manuel concluyó diciendo: tengo que pensar muchas cosas está noche, dejemos esto para otro día, por el momento solo quiero cambiar de tema, algo me está confundiendo y no quiero caer en la agresión verbal. Francisco entendió y le cedió cambiar el tema abordando su interés en la ciencia. Para Francisco la ciencia era fundamental en un gobierno y le hizo la invitación a Manuel de que se reunieran para invitar a otros a discutir sobre ciencia y que mejor sobre filosofía.

Al día siguiente, Manuel no se unió a la marcha de apoyo a Don Ramiro. En su lugar, buscó a Francisco y le dijo:

—Tenías razón, Francisco. Don Ramiro nos ha engañado a todos. No sé que hacer, me hierve la sangre de saber que no cumplen con lo que prometieron. Los partidos políticos son para crecer, llegar al poder, conservarlo y después vuelven a ser los mismos, se vuelven idiotas, se paga caro llegar al poder. ¿Qué podemos hacer?

Francisco guardó silencio por un momento y dijo:

—Yo también estoy molesto porque de las 100 promesas de Don Ramiro como presidente la número 33 que dice: “Haremos de México una potencia científica y de la innovación, para ello apoyaremos las ciencias básicas, naturales y las humanidades”, la ha ignorado por completo. Lo que más me sorprende es que es el primer presidente con perfil científico y ha olvidado la actitud científica. Está mañana me enteré que los diseñadores, constructores y operadores del Gran Colisionador de Hedrones, siendo mexicanos científicos que han hecho experimentos, serán tomados por grupos de otros países toda vez que el grupo mexicano no se haga cargo de su mantenimiento. ¿Cómo podemos hablar de soberanía nacional en ciencia y tecnología si el arte de la política es decir una cosa y hacer otra? Ahora me atrevo a citar a Maquiavelo: “La política es el arte de saber engañar”.

Los dos se quedaron pensando sobre la situación y Manuel dijo:

—¿Qué te parece si juntos y con otros ciudadanos despiertos, comenzamos a organizar un movimiento para exigir transparencia y justicia pero más que nada defender al progreso científico?

En tan solo dos días reunieron a un grupo de intelectuales y Francisco, como era un hombre de amplia cultura y leía mucho, se acordó de la obra de un historiador y decidió ponerle al grupo el nombre de “Combates por la Ciencia” (CC). La lucha sería larga y difícil, pero la esperanza había renacido en un pequeño rebaño que desaparece a diario, es decir, los hombres de ciencia.

Este breve cuento sirve para recordar que la corrupción se alimenta del silencio y la indiferencia. Solo la conciencia ciudadana y la participación activa pueden combatirla. No permitamos que los corruptos se apoderen de nuestro futuro. Invitemos a todos los jóvenes a que se interesen por la ciencia, la filosofía y la tecnología. La ciencia no es cara, se paga caro si no se le apuesta a un país y este se va a la ruina y cae en la pobreza tanto social como intelectual.