- F. Leibniz (1646 - 1716) es considerado un intelecto supremo por Bertrand Russell y yo mismo estoy de acuerdo con ello. Es más conocido su contemporáneo el señor I. Newton, pero Leibniz lo supera en todas las ciencias. Leibniz formuló una visión optimista de un plan perfecto que dice: “Todo es para mejor en el mejor de los mundos posibles”. En la Ilustración el filósofo F. Voltaire (1694 - 1778), más conocido por su crítica tan agria al fanatismo religioso, escribió una obra titulada “Cándido” (1959) en donde condenaría y ocultaría la imagen de Leibniz quien fue nuevamente conocido hasta el siglo XX. Voltaire dice: “Si este es el mejor de los mundos posibles, ¿Cómo serán los otros?”. La frase parece ingenua, pero está llena de veneno filosófico; Voltaire no toleraba la visión optimista y al escribirla estaba entregando una cachetada disfrazada de ironía. No pretendo discutir la filosofía del primero ni del segundo, pero sí me gustaría hacer uso de la imaginación histórica e invitar al lector a que haga conciencia a este llamado ético, porque mientras unos filosofan sobre el bien, otros lo sufren ausente.
La visión optimista de Leibniz, que he señalado líneas arriba, le sirvió a la teología cristiana la idea de que Dios, siendo perfecto, ha creado el mejor de los mundos posibles, porque si existiera otro mejor lo hubiera creado. Está postura solo trata de reconciliar la existencia del mal con un Dios bondadoso, pero ¿El mal surgió del bien?, es decir, ¿De Dios nace este mal sistemático? Por ejemplo, el narcotráfico, la corrupción estructural, dentro de la iglesia que lo representa, o la explotación infantil así como la violación de menores. Usted lector sabe que hasta nuestros días la iglesia ha venido con una polémica sobre la violación de menores dentro de ella. No estoy hablando de accidentes del mal, sino de sistemas que lo organizan, lo premian y lo reproducen.
Soy muy observar a los lugares que suelo llegar o visitar y sostengo deliberadamente que A. Huxley ha sido superado respecto a lo que escribió en su libro “Un mundo feliz”, cuando hablaba de una droga llamada SOMA. Esa droga es la distracción y la indiferencia, porque nunca imaginó que habría redes sociales que crearía un narcisismo digital. No solo hemos aprendido a sufrir el mal, lo ignoramos. Si este mundo fuera el mejor posible, no admitiría mejoras sustanciales, pero si las admite. ¿Puede llamarse “el mejor” un mundo donde desaparecen niñas y nadie las busca?, ¿Es el mejor de los mundos en dónde muchos hombres golpean y violan a mujeres y siguen caminando impunes entre nosotros?, ¿Qué clase de perfección hay en un mundo donde las guerras son financiadas más que la educación, y donde una vida vale menos que un barril de petróleo?, ¿Cómo sostener que este mundo es el mejor posible cuando hay quienes mueren de hambre, no por falta de alimentos, sino por exceso de indiferencia?, ¿Qué perfección puede haber en un mundo donde la verdad es silenciada, los justos son asesinados y el poder se apoya en la mentira? y ¿No es acaso una forma de crueldad intelectual decir que “todo es por un bien mayor” mientras las víctimas del mal ni siquiera tienen un rostro en los noticieros? Es muy fácil decirle a los demás que oremos en nombre de Dios para eliminar esto que estamos viviendo todos los días, pero me parece deshonesto y dañino para la integridad intelectual hacerse el ciego o sordo para después mostrarse indiferente.
Si todo es como debe ser, ¿Qué sentido tiene luchar por algo mejor? No basta con escribir cada semana columnas denunciando estos problemas sociales, es momento de actuar. Sigo estando de acuerdo en que Leibniz es un intelecto supremo, pero escribió desde su biblioteca, nosotros lo hacemos desde la sangre. Nunca hemos vivido en el mejor de los mundos posibles; lo sabemos por la injusticia, el dolor y la indiferencia. ¿Y si este mundo solo será el mejor cuando dejemos de aceptarlo como tal? Quizás sea un mal necesario.