24 de Noviembre de 2024
 

Manuel Zepeda Ramos - Estado de Derecho

Piedra Imán

Manuel Zepeda Ramos

Estado de Derecho

María. María madre. La mayor de las tres y, su pueblo, Balleto.

Allí estuvo José Revueltas —Los muros de agua acusan la evidencia—, por su reclamo social eterno; Valentino, aquel luchador profesional de tres caídas sin límite de tiempo que asesinó a un cura en el Distrito Federal un día en que se le salieron los demonios con los que cargada y luchaba a diario, entre otros muchos colonos emblemáticos, más de mil. El Padre Trampitas, desde su iglesia, confortaba a los creyentes que se acercaban a él en busca de paz.

Hablo del Penal de las Islas Marías; el multicitado, el que ha sido tema de películas de la época de oro del cine mexicano, del que alguna vez en los años 70 del siglo pasado Ifigenia Martínez nos dijo a Felipe Pardinas y a mí, volando sobre ellas, que en las tres islas al no ser propiedad privada podrían intentarse experimentos de producción agrícola que pudieran resultar interesantes y redituables.

 

Recién salido de la UNAM, pude trabajar en la María madre como ingeniero. Se estaban construyendo dos caminos. Uno que la circundaba y otro que la atravesaba. Yo supervisaba las obras y, no lo puedo evitar, organizaba un taller de confección de ropa para las familias de los reclusos que allí en Balleto se les llama colonos.

De inmediato mis paisanos, que no eran pocos, me ubicaron.

—Ya sabes que un chiapaneco viene a cada rato. Lo busquemos— decían.

Y me encontraron. A varios les di chamba en la obra. A otro, de Tapachula, que era muy buen buzo, de la bocana de  San Julián, le llevé un equipo completo con snorkel y aletas, para que extrajera peces y mariscos a la orilla del mar. Se hizo famoso con los ingenieros, a quienes les surtía de langostas, pulpos, lisas y ostión de roca.

Un día, un sobrino del boxeador Romeo Anaya me pidió si le podía llevar una carta para Angélica María, porque estaba enamorado de ella. Le dije que sí, aunque no supe si la recibió. La dejé en Televisa. Así empezaron. Luego, eran 10 o 12 misivas para sus familias. Las depositaba en el buzón de correos, en el DF. Era la confianza de un paisano que les llevaba querencias de nostalgia.

Todos los días, los colonos pasaban lista; a las 5 de la mañana y a las 5 de la tarde. En 30 minutos posteriores platicaba con mis paisanos, en una refresquería que operaba enfrente de la oficina principal de Balleto, una especie de “presidencia” inexistente, aunque con oficinas administrativas. Allí me entregaban sus cartas y platicábamos de la tierra antes de irme a dormir a la casa del alcalde, Leonel Armenta, papá del que alguna vez fue funcionario importante de Dante Delgado.

En esas pláticas supe que el sobrino del lacandón Anaya nunca debió de estar en las islas Marías, porque su delito era menor y pudo haber salido bajo fianza. Lo supe cuando me dijo que ya saldría la cuerda hacia el continente, con él a bordo y la condena purgada. Me enojó el descuido legal.

Ya en Xalapa años después, Pancho Loyo que sabe de leyes, me dijo en alguna conversada que se le dan muy bien, que el Código Penal de Veracruz se modificó porque una persona que robaba un huevo no podía salir bajo fianza y uno que cometía estupro, sí. Entre otras aberraciones.

Ahora que el drama de Guerrero puso en sintonía la observancia legal en toda la nación y el Presidente Peña Nieto llama de inmediato a un pacto por el Estado de Derecho, resulta que la Comisión Nacional de los Derechos Humanos, dicen los especialistas, pasa por su peor temporada de inoperancia desde que fue fundada. Parecería que esa CNDH camina de la mano con las agencias de ministerio público en todo el país en cuanto a magros resultados y la efectividad en tela de duda.

El tres por ciento de las recomendaciones de la Comisión Nacional de los derechos Humanos son acatadas.

Pero la televisión nacional enseña una casa recién terminada, dicen que del Ombudsman, valuada en 20 millones de pesos.

Tal vez la inoperancia de la CNDH pudiera pasar desapercibida si no se supiera que el presupuesto anual de esta oficina de los ciudadanos funciona con mil 400 millones de pesos. 

Ya hay una propuesta de los especialistas.

Esta capacidad instalada con profesionales del derecho incluidos, con un nada despreciable presupuesto, podría convertirse en una defensoría del pueblo, en donde los abogados allí trabajando, que saben de leyes y del pueblo jodido, tuvieran defensores de calidad y entendimiento que pudieran hacerle el paro a tanto mexicano que por no tener dinero para defenderse, se quedan en los separos por los años de los años, sin que se haga justicia.

¿Usted alguna vez, respetado lector de esta columna, ha tenido necesidad de ir a una agencia del ministerio público? o ¿Ha sido sentenciado por algún juez por algún delito no cometido?

Me imagino que si así ha sido, no debe de estar satisfecho.

Tope hasta donde tope, dice la palabra de Peña Nieto y yo le creo.

No me equivoco si les digo que el presidente está decidido a entrarle duro a la reforma judicial.

Es un tema de interés mundial para las naciones y continentes que quieren estar a la vanguardia.

En mi artículo del miércoles lo señalo porque así lo dijo uno de los periodistas más importantes del planeta. Los países de la Tierra urgen de reformas y México no es la excepción.

Hoy toca al Estado de Derecho.

 

 



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