Piedra Imán
Manuel Zepeda Ramos
Pabello Rojas.
Genética. Del griego antiguo guennetikós —y de aquí a guénesis: origen—, es el campo de la ciencia que busca comprender la herencia biológica que se transmite de generación en generación.
Mi hermano mayor y yo, por ejemplo, nos parecemos físicamente a nuestra Madre; mi hermana a mi abuela paterna y mi hermano menor es exactamente igual a nuestro Padre. Pero todos los cuatro hermanos, no obstante parecernos a ascendientes distintos, tenemos la capacidad de expresarnos con propiedad de manera oral o escrita, don atribuido destacadamente a quien nos dio el primer apellido y una educación de la que estamos orgullosos. El mayor ya ha llegado a alturas importantes de la literatura más allá de las fronteras nacionales; el menor, que es un exitoso pediatra intensivista —revive niños en su acepción más simple—, posee el don de la comunicación clara y llana de los problemas más difíciles de la ciencia médica, que los plantea sin problema de manera verbal o en sus escritos de divulgación que son muy socorridos por los padres de sus pacientes, que no son pocos. Mi hermana mayor tiene el don de la conversación, referente obligado de la familia grande a la hora de recordar la historia intensa de la Casa, pero también la escritura le fluye sin problema y con calidad a la hora que ella quiere.
Genética es Herencia.
Y si aquí mismo dije alguna vez que la cultura debe seguir siendo, siempre, una tarea del Estado pero que hay que ayudarle para que su responsabilidad tenga una mayor penetración y continuidad en beneficio de muchos, a la genética familiar también hay que ayudarle; dándole instrumentos necesarios y suficientes que complementen la tarea impresionante de la biología.
La ayuda se llama educación. Y todo lo que ello implica.
Genética y Educación.
Escribo todo esto porque ayer, en el Congreso del Estado, se presentó un libro muy importante para la memoria veracruzana en particular y para el conocimiento general que todos debemos tener acerca de la Nación.
Es un libro, extraordinariamente bien presentado y cuidado, de Rubén Pabello Rojas.
Es un libro producto de la herencia evidente, apoyada con la educación de su autor en el tiempo.
Lo hizo un periodista profesional que heredó y abrevó el oficio en la casa familiar, pero que también hizo un largo recorrido en su educación también profesional.
Para la creatividad, genética y educación deben ir de la mano.
Si la herencia le dio la sensibilidad necesaria para ver lo que le rodea, la educación y el conocimiento del mundo le dio basamento y profundidad que la observancia inteligente otorga.
El retrato fino que Rubén Pabello Rojas logra de su Úrsulo Galván eterno, la calle y sus vecinos que lo marcaron para siempre desde niño —esa memoria necesaria para aceptar el paso por la infancia—, es producto de oficio y recuerdo que pergeña la idea exacta de la época. Pero también la educación hizo de las suyas, al darle instrumentos de escritura.
Su paso por el Colegio preparatorio también es sinónimo de oficio y memoria que también lo marca para siempre. Desde ahora, digo yo, un ejemplar de ese libro de recuerdos, debe de estar en la magnífica biblioteca de la escuela de esa gran casona de la calle de Juárez llena de historia y de recuerdos.
Su paso por la UMLA, esa escuela preparatoria de formación militar llena de jóvenes ahora personajes importantes de la historia contemporánea de México, le dio a Pabello Rojas disciplina y ordenamiento laboral.
Y la UNAM, su formación definitiva.
Miembro de una generación fundadora de lo que era la Universidad ejemplo de Educación Superior para América Latina con su imponente Ciudad Universitaria recién construida, le dio perspectiva planetaria. Allí conoció a los grandes hombres de México que todavía actúan y definen. De allí, de la gran universidad que fundara don Justo Sierra en su última etapa y de la que Vasconcelos lograra su autonomía, salió Rubén Pabello Rojas para ser un servidor público eficiente y patriota, así como representante popular al frente de la comuna de su querida Xalapa y ante el Congreso de la Unión como diputado federal por la capital veracruzana.
Todo este bagaje formativo de varias décadas, intenso, hizo al periodista sólido y de visión clara que hoy es Rubén Pabello Rojas. El que es capaz de escribir un libro de esas dimensiones con seriedad y rigor histórico que lo convierte en un documento de consulta obligada para conocer el devenir del México contemporáneo.
Ese rigor histórico, necesario en quienes hacen comunicación colectiva respetable para conocer el país en que vivimos, es fortaleza indiscutible de Rubén Pabello Rojas reflejado en este libro ya importante; de alguien que aprendió a tenerla en las instituciones, educativas y laborales, que lo formaron.
El autor de Tiempos de mis Memorias es un creador producto de su origen y la construcción de su memoria. De buena cuna y educación sólida, ha sabido combinar lo que es y lo que ha sabido ser a lo largo de su vida.
Donde esté, don Rubén celebra satisfecho.
Es ya un libro de consulta, necesario.
Es el libro de Rubén Pabello Rojas.