Piedra Imán
Manuel Zepeda Ramos
Empirismo y Sencillez
Líder. Factótum del entretenimiento continental, sin duda.
Debe ser y así será a partir de ya, motivo de estudios semiológicos abundantes y de otro tipo para poder diseñar el mecanismo de comunicación que México y América Latina necesitan para relacionarse con las grandes masas en estos tiempos de urgencia al respecto, para poner en sintonía la marcha de los países, sus gobiernos y sus habitantes.
Como líder que sigue siendo, el mundo le llora. No exagero.
La televisión en la que siempre trabajó se volvió monotemática a partir de la terrible noticia.
Poco a poco, famosos y no, cientos de miles, recibieron la noticia con dolor. Las redes sociales también comunicaban clandestinamente su pesar. La prensa internacional dio cuenta de su desaparición en la medida que, minuto a minuto, la noticia se iba convirtiendo en un fenómeno de comunicación innegable, planetario, al impactar su deceso en el mundo entero.
Hoy hablo de Chespirito porque se ha ido un grande.
La figura de Roberto Gómez Bolaños se agiganta con las horas a partir de que su “cambio de set” —tal vez así él lo habría dicho burlándose de su muerte—, sucede en tiempos en que el mundo se queja, en boca de los especialistas, acerca de que los temas del desarrollo emitidos por la electrónica de la modernidad y los impresos de punta no llegan o no se generan con la calidad de interés que habría de provocar en la gran masa beneficiada para poder comunicar los muchos temas que a la mejoría de calidad de vida de los habitantes de la Tierra deberían importar a las naciones del globo.
Chespirito fue, en el sentido más claro del término que hoy preocupa a los pensantes del país más poderoso de la tierra y a Europa completa, un empírico.
Un empírico, porque no fue un científico que acumula conocimientos para nunca siquiera intentar ponerlos al alcance de un público no iniciado que le pudiera servir para el mejoramiento de su vida cotidiana, como hoy está pasando en el Mundo de la cultura científica. Sus aciertos de comunicación que le vimos en la televisión están llenos de posibilidades que podrían servir muy bien para acercar el conocimiento a las mayorías.
Chespirito fue un humanista empírico que nunca hizo estudios al respecto, todavía no reconocido como tal porque no ha sido evaluado con objetividad y seriedad, quien se diferencia de los humanistas ingleses que reciben serias críticas del físico y novelista inglés Snow que dieron la vuelta al mundo por subrayar su lejanía y desinterés de poner al alcance del mundo lo que saben, crítica que podría muy bien extrapolarse a nuestro país. Roberto Gómez Bolaños si lo hizo y con creces. Habrá de ser el tiempo y los estudiosos de su discurso comunicativo, quienes le otorguen ese reconocimiento.
Lo que digo no es poca cosa.
Estamos en un momento en que la gobernabilidad debería tener en los medios masivos fuertes aliados para garantizar con información y divulgación del conocimiento fortalezas necesarias para serenar la crispación de la gran masa por ver cada día más lejos sus satisfactores, precisamente por la falta de una estrategia inteligente de implementación de los recursos comunicativos a la mano para ello.
Soy un convencido de que la dramatización radiofónica y televisiva son formatos adecuados y funcionales para comunicar ideas que interesen para fortalecer el desarrollo nacional. Y esos planteamientos deben de formar parte de la programación cotidiana de las grandes cadenas de comunicación que hoy operan en el país y otras cadenas más de gran penetración que pronto lo habrán de hacer en el espacio nacional.
Para tener éxito comunicativo justificable habrá que analizar discursos funcionales.
El discurso dramático de Roberto Gómez Bolaños debe ser ya motivo de análisis y discusión, por exitoso, comunicativo y aceptado; probado hasta la saciedad en latitudes insospechadas del Planeta. Su efectividad a toda prueba deberá inspirar los formatos futuros que se tengan que implementar para poder alcanzar la comunicación con las mayorías.
Esto es urgente si se quiere tener éxito en el intento, siempre y cuando haya voluntad política para ello.
Creo que con la muerte de Roberto Gómez Bolaños habrá de despertarse un real interés por buscar formatos exitosos en la comunicación masiva.
También creo que debe de hacerse un gran esquema de escritura posible y factible que ponga en blanco y negro los grandes temas nacionales que el estado debe de ponerlo en consideración de los habitantes de nuestro país.
Ahí, sin duda, deberá estar el estilo sencillo y llano, gracioso, de la comunicación chespirística.
Un discurso que comunique, que cause placer y con ello generar el mensaje que se quiere deslizar, necesario para lograr el cometido de servir con la comunicación, habrá de encontrar en la escritura de Roberto Gómez Bolaños campo fértil en la emulación para hacer comunicados nuevos y atractivos, dramatizaciones sencillas y claras para la radio y la televisión, textos de historieta que sean capaces de dar a conocer el mensaje del Estado acerca de las nuevas disposiciones que la democracia propone a través de sus tres poderes que buscan una mejor gobernabilidad que puedan hacer más llevadera la vida de los mexicanos.
Espero que, en un futuro cercano, los esquemas de investigación para la comunicación de las universidades serias empiecen a proponer nuevos modelos de escritura para divulgar las tareas de gobierno para el desarrollo, producto del análisis del comunicador que el domingo recibió un homenaje sin precedente en el Estadio Azteca.
Es, Chespirito, un empírico indispensable.