Piedra Imán
Manuel Zepeda Ramos
Era un buen tipo mi amigo viejo
Mítico. Así lo veía yo y así lo veían los xalapeños. Y el día de su partida, hace pocas horas, se volvió Dios.
De repente, aquella que nació en el 29 del siglo pasado, un 21 de agosto en su cede de Altamirano, en el legendario Teatro Lerdo con Lomán a la cabeza, después de muchos años de pasar penas y pobrezas con el recurso humano heroico resistiendo cual sitio de Varsovia, de repente digo, con la visión de largo alcance de un Rector —para mí el mejor de los 80 años que lleva mi Casa, la Universidad Veracruzana—, que a su muerte también se volvió Dios, la Orquesta Sinfónica de Xalapa se vuelve universitaria y sus músicos académicos con las prerrogativas y prestaciones que esa categoría tiene en la Institución de Educación Superior más importante de Veracruz. Había sucedido el milagro.
Pero no bastaba.
Tenía que tener un gran director a la cabeza.
Y lo tuvo.
Hasta Xalapa llegó con sus medallas bien ganadas.
Ya había dirigido la Orquesta Sinfónica Nacional durante 17 años, la que fundara Carlos Chávez después de la de Xalapa —por eso es que la nuestra es la más antigua de México—; así como también las orquestas de Perú y Chile.
Como llegado del cielo, apareció en la capital de Veracruz Luis Herrera de la Fuente, sin duda el mejor director de la Orquesta Sinfónica de Xalapa en sus 85 años de vida.
Nacido en la ciudad de México el 25 de abril de 1916, Aries empedernido reflejado en su tesón eterno en toda su larga existencia fue, por supuesto, un estudiante de música desde edad temprana con padre violinista y abuelo cantante. Desde los 8 años empezó a trabajar formalmente con el que habría de ser su instrumento, el piano, con sus maestros Modesto Sáenz, María Olvera y María Teresa Elorduy en la Academia Beethoven de Texcoco. Luego fue a la Escuela de Música de la UNAM y allí tuvo de maestros a Estanislao Mejía, José Vázquez y al eterno Rodolfo Halffter. Después, en Zurich, estudió dirección de orquesta con Celibidace y Scherchen.
Así, con esa formación, visión de mundo y sus correspondientes contactos planetarios junto a esa gran experiencia acumulada, aparece Herrera de la Fuente en el firmamento del Manantial en la arena y su glorioso Teatro del Estado.
Xalapa todavía no lo creía. Y yo tampoco.
Pero Herrera de la Fuente vino a esta tierra para hacer historia.
A la comunidad de Polonia que vino a enriquecer las bellas Artes de la Universidad Veracruzana con músicos, compositores y artistas del lienzo y la gráfica, se sumaron norteamericanos, argentinos, holandeses, ingleses, peruanos, entre otras nacionalidades.
La Orquesta Sinfónica de Xalapa, con Luis Herrera de la Fuente a la cabeza, 110 músicos en escena y Zymsia Bayur como concertino llegado de argentina, se convirtió en la gran orquesta de México, la mejor por varios cuerpos de diferencia con su más cercana competidora.
Con ese gran número de integrantes, la OSX tocaba viernes y domingo en Xalapa y el sábado salía a las iglesias de los municipios de Veracruz, como debe hacerlo una institución de este tipo que es ya patrimonio de Veracruz y, por lo tanto, debe ser del conocimiento de sus habitantes en donde estén. El número de conciertos anuales era superior a 80. La OSX daba de qué hablar en la capital del país que la calificaba como la institución musical más importante de nuestro país. Habría que preguntarse cuántos conciertos toca ahora la OSX y a cuántos lugares de Veracruz y de México va.
A LHF le tocó las celebraciones de los 50 años de la OSX, armando un programa en consecuencia, de talla mundial. Hice un mediometraje documental al respecto para el registro de las personalidades asistentes y para preservar la memoria de sus fundadores contada por ellos. La UV se ganó su primer Ariel. Roberto Bravo lo recogió. El prestigio de la UV iba más allá de las fronteras de México.
Cuando regresa Luis Herrera de la Fuente a Xalapa para dirigir la Sinfónica Juvenil, después de triunfar con la Sinfónica de Oklahoma, la de Minería y la de Guadalajara, me hago su amigo.
Experiencia inolvidable.
Hablamos muchísimas horas de muchísimas cosas en varios años. Aprendí. Nos escapábamos a cenar y a tomarnos dos botellas de vino un día sí y otro también, no obstante su edad que ya andaba más allá de los 80. Luis era un hombre profundamente culto y sumamente simpático y ocurrente. Nos reíamos mucho.
Era amigo de los mejores hombres de México, de sus Presidentes, de sus artistas y escritores. Fue amigo de Visconti y de Fellini; de Anthony Quinn y Cecil B. De Mille;
Pasamos juntos, platicando, largas horas inolvidables. Cuando me retrasaba, me llamaba:
—Manito, no te tardes. No me vayas a planchar. Tenemos mucho de que hablar.
Una vez me dijo:
—Nunca me imaginé que me fuera hacer amigo de alguien que es menor que yo por más de 30 años.
Su partida me duele. Mucho. Deja un enorme vacío en la música sinfónica de México.
Murió hace unas horas, a los 98 años. Ya no lo vi, pero estoy seguro que profundamente lúcido y listo para dirigir un concierto.
Adiós, mi querido Luis. Le vas hacer falta a México.