Piedra Imán
Manuel Zepeda Ramos
Año evaluador
Arrancan. Las elecciones que sin duda habrán de reflejar el ánimo ciudadano, ya tienen boleto de ida. Lo que suceda en el primer domingo de junio de este año habrá de ser reflejo de los acontecimientos nacionales que nos han puesto ante la opinión pública del mundo.
Seguiré diciendo desde esta columna que José Woldenberg y su equipo de trabajo construyó un sistema electoral acorde a nuestra nación e idiosincrasia; que fue puesto a prueba con éxito en la transición democrática, a pesar de que después fue modificado por el capricho de los partidos políticos pero que, en esencia, ha funcionado con quienes echaron andar al IFE, en su momento órgano electoral de prestigio mundial, de presumir de parte de nuestra Nación hacia el Planeta.
Vienen momentos de definiciones fundamentales para el futuro nacional.
Después de las elecciones federales de este año, alguno de los partidos contendientes se habrá quedado sin registro.
Este hecho, que es altamente significativo, tiene que ver con la acción política nacional que se ejerce, junto a los hombres y mujeres que la implementan, en ese orden.
Es hora de ver los resultados realizados y no, así como quienes lo lograron o fracasaron.
Ahora, como nunca antes en mucho tiempo de historia política mexicana, es necesario que arriben a San Lázaro los mejores hombres y mujeres del momento.
¿Quiénes son esos hombres y mujeres?
Políticos leales a su instituto político, jóvenes y maduros, con sólida ideología aprendida en su militancia y en el estudio de sus principios plasmados en sus documentos.
Jóvenes y maduros, académicamente formados, que conozcan el pensamiento político de las grandes naciones del mundo de toda la historia y el reflejo en la acción política mexicana.
Jóvenes y maduros, los segundos con experiencia parlamentaria evidente, que vayan al Congreso de la Unión a construir acuerdos que beneficien a la mayoría de los mexicanos.
Jóvenes y maduros, con ideología partidista puesta a toda prueba, que habrán de llegar a la tribuna más alta de la Nación a defender con argumentos políticos de enormes principios adquiridos a lo largo de mucho tiempo de militancia y acción política, los acuerdos de los partidos que deben de reflejar la esencia de su historia y su paso en el ejercicio mayoritario.
Jóvenes y maduros que entiendan la trascendencia de los acuerdos democráticos tomados en la actual legislatura que ya le dieron a nuestra nación argumentos y pertrechos necesarios para ver el futuro de las nuevas generaciones con optimismo. Será la legislatura que viene la que implemente y le de seguimiento a la confianza otorgada al Poder Ejecutivo para llevar a cabo las Reformas Estructurales de buena manera y efectividad que redunden en mejores recursos para nuestra Nación.
No es una tarea fácil.
Nunca como ahora, con el advenimiento de las Reformas para garantizar el crecimiento mediato, las tareas de gestión de un legislador adquieren dimensiones reales y efectivas.
El nuevo legislador de San Lázaro que habrá de arribar al Congreso de la Unión en Septiembre próximo, debe ser un profundo y profesional conocedor de su Distrito al cual va a representar. Quiero decir que el futuro legislador debe de estar enterado, a la perfección, acerca de lo que se requiere para la rehabilitación productiva, rural y urbana, de esa región a la que pretende representar. Los informes anuales, que deben por supuesto de seguir realizándose a pesar de que los legisladores informan de lo que van hacer y no de los resultados que obtuvieron, ahora deberán decir los resultados que su gestión ha llevado a su distrito de manera tangible.
¿Quiénes son los que no deben llegar?
Aquellos que tienen como objetivo principal hacer dinero fácil, a costa del presupuesto, como algunos críticos de la actividad legislativa federal ya lo han señalado con todas sus letras diciendo con valentía que hay legisladores y un presupuesto a modo que se lo reparten para su fines personales, beneficiando a su Distrito con el presupuesto apartado para algún camino del que obtienen una mochada con el objeto de crecer en su tierra y poder aspirar a mejores posiciones y, por qué no, con un dinero de más. Los Legisladores pues, de doble propósito, que van a San Lázaro a mejorar su economía personal, nunca más en el Congreso de la Unión.
Tampoco deben llegar los legisladores vacacionistas; aquellos que van al Congreso a pasarla bien durante tres años, a comer y emborracharse todos los días en los mejores restaurantes de la capital a costillas del poder legislativo; viajar a cada rato al Distrito que lo vio nacer; a estar bien becado, por tres años, mientras no suceda otra cosa mejor.
El reto para el México de hoy es de gran tamaño.
No podemos perder el tiempo, porque retrocedemos.
Retroceder significa que los próximos diputados federales, hoy devaluados escandalosamente por la opinión pública que los ha visto en acción con un discurso devaluado e insolente, no sean los que el pueblo de México merece.
Es enorme obligación de los partidos políticos y de sus verdaderos líderes escoger a las mejores mujeres y hombres de México para que ayuden a dignificar una tarea fundamental del ejercicio democrático: el Poder Legislativo al servicio del futuro nacional.
Hoy México transita por caminos ásperos, por caminos difíciles.
Afortunadamente, dentro de una vida democrática que ha costado mucho construir.
Para consolidarla, llevemos a los mejores mexicanos al Palacio Legislativo. Es tarea de todos.
Debemos construir bien el futuro.