Piedra Imán
Manuel Zepeda Ramos
Lo que no se quiere ver
Reyes. 6 de enero. Es el día del regalo infantil por excelencia en el continente latinoamericano.
En la víspera, el pueblo veracruzano no duerme. Recorre tiendas en toda la madrugada, escogiendo el juguete solicitado a Melchor, Gaspar y Baltasar; buscando el que mejor se acomode al último apartadito del aguinaldo para poder cumplir con el deseo más sentido de todo el año en el núcleo familiar. Al salir el sol, todo está dispuesto. Los hijos, somnolientos, arriban entusiasmados al árbol de Navidad o al nacimiento en donde están los tres mandatarios de Oriente al lado de la virgen, José y el niño Jesús, buscando con ansia la petición largamente esperada. El 6 de enero es un día de alegría para los niños de México y para los veracruzanos en particular. Es tradición eterna, que va de padres a hijos, cumpliéndose al pie de la letra con gran amor el encargo que no puede dejar de ser entregado.
Este 6 de enero hubo un agregado mayor.
Peña Nieto visitó a Barack Obama en la Casa Blanca, hospedándose desde el día anterior en la Casa Blair, residencia de los invitados especiales del Presidente de los Estados Unidos de América.
El encuentro, que estuvo impregnado de especulaciones mil en torno a lo que habría de platicarse paralelamente al tema oficial y que los enemigos de Peña Nieto querían que se tratara, a manera de regaño por los desaparecidos de Ayotzinapa, como si el presidente de Estados Unidos fuera el papá del niño regañado y los perredistas interesados, los hijos de patio.
El encuentro se dio sin más ni menos sobresaltos. Diría que fue otra reunión más entre los mandatarios de las naciones vecinas que poseen fronteras kilométricas. Avanzaron en acuerdos que habrán de beneficiar a las dos naciones amigas, cuya alianza data de muchos años atrás. Peña Nieto agradeció el apoyo de Estados Unidos en seguridad y en el combate al crimen organizado, sobre todo en el intercambio de información y de apoyo logístico. En cuanto a la Frontera Sur, Peña Nieto se comprometió con su homólogo a establecer controles para tener un flujo migratorio ordenado para evitar salidas masivas de migrantes centroamericanos, carentes de información sobre la nueva política de migración de Estados Unidos. El presidente de México estableció su reconocimiento al Presidente Obama por su decisión inteligente y audaz sobre medidas migratorias que beneficiarán a miles de mexicanos que hoy se encuentran en Estados Unidos, entre otros temas acordados.
Pero poca gente se percató o no se interesó —lo veo en la prensa del otro día, parca y breve, acaso deliberada— en la reunión paralela, casi al mismo tiempo que la de los presidentes, que tuvieron los gabinetes de ambos países encabezados por el Vicepresidente de los Estados Unidos, Joe Biden y el Secretario de Hacienda de México, Luis Videgaray.
Fue de una trascendencia inusitada, digna de mejor atención.
Se habrán de dar pasos específicos para convertir a Norteamérica en la región económica más competitiva del mundo. Ni más ni menos. Norteamérica unida en la conquista del futuro.
En esta reunión de Diálogo Económico de Alto Nivel, la segunda que se realiza con la participación de Secretarios fundamentales de ambos gobiernos, acordaron promover la cooperación energética, la modernización fronteriza, el crecimiento económico, la competitividad y la colaboración regulatoria.
Pero no bastaron estos acuerdos ya, de suyo, fundamentales: importante parteaguas en el futuro del desarrollo de las dos naciones.
También acordaron luchar en contra de la corrupción, así como impulsar la educación en todos los niveles.
Estos acuerdos son de gran importancia.
Tienen que ver, por supuesto, con el adelanto que la democracia mexicana ha dado con las Reformas Estructurales pergeñadas en los primeros dos años de gobierno de Peña Nieto, con la participación intensa de los otros poderes de la Federación en acuerdos democráticos de resultados mediatos que no los habrá de ver la actual administración.
Quiere decir que habremos de tener el usufructo de gas natural para poder regular y abatir el costo doméstico de los servicios de energía eléctrica en cada hogar mexicano. Quiere decir que los cruces fronterizos entre México y Estados Unidos habrán de ser cada día más expeditos para lograr un flujo comercial sin precedente, que nos haga más competitivos ante todas las naciones.
Esto significa que la búsqueda por hacer de la región de Norte América, entre México y Estados Unidos principalmente, la región de interés comercial y de productividad más competitiva del Planeta, define a la región como un sitio de enorme atractivo para la creación de riqueza porque posee materia prima. Quiere decir que en un futuro mediato la fuerza de mano de obra para el desarrollo del empleo en México tendrá en esta zona de altísima productividad la gran oportunidad para que el empleo de los mexicanos sea una absoluta realidad, en donde podamos fincar el futuro de cada familia de las futuras generaciones.
Por eso es que estos acuerdos de altísimo nivel del pasado 6 de enero celebrados en Washington entre México y Estados Unidos contemplan en primerísimo lugar la educación como manera de calificar al talento productivo y comercial del futuro. Cada mexicano que se aplique de manera específica en su formación profesional individual, habrá de tener una recompensa traducida en una mejor manera de vida porque habrá de contribuir en el crecimiento económico de la región que pretende ser en el futuro cercano la región del Planeta de mayor productividad. Esa región habrá de estar en nuestro territorio.
¿Verdad que son extraordinariamente buenas noticias para el futuro mediato mexicano?