POLIANTEA
Pre-campañas, campañas y elecciones
Rubén Pabello Rojas
El país entero se encuentra en los días previos a los inicios de las campañas electorales federales en busca del sufragio popular, para elegir a la nueva Cámara de Diputados. Se cumplen los requisitos que la propia ley de la materia, de acuerdo con su última reforma impone, tanto a aspirantes que deben cumplir todos los particulares del proceso, como por supuesto a los organismos oficiales encargados de realizarlo.
Aún no se clarifica en su total formalidad quiénes serán los candidatos de cada partido político, pero ya se advierten los personajes que se han identificado como aspirantes y posibles candidatos formales. La lucha interna en cada instituto político está a la orden del día.
Cada partido pasó de la espera a la actividad obligada para presentar sus mejores cartas a un electorado cada vez más escéptico, más crítico y mucho más irritado. Por todo ello alguien afirmó que los próximos procesos electorales, serán “demasiado ríspidos”. Ante algunos indicadores de la realidad imperante, hay quien afirma que esta expresión se quedó corta.
Es cierto, gran parte del territorio nacional ofrece condiciones de atención especial para la realización de elecciones, pues los acontecimientos violentos y los desafíos a las autoridades constituidas no auguran elecciones tranquilas y en casos como en el estado de Guerrero existe un reto flagrante a la autoridad electoral para que pueda llevar a cabo las tareas que la ley manda satisfacer.
Se habla de una verdadera conjura por parte de intereses empeñados en sabotear las elecciones con fines significadamente desestabilizadores. No se piensa que estos despropósitos lograrán su cometido y que el poder público hará prevalecer, por su imperio, el ideal enarbolado por la sacrosanta Democracia. De no lograrlo sí se estaría frente a una contingencia mayor, cerca de los linderos de lo que nadie quiere ni espera: el temido Estado fallido.
Por fortuna Veracruz no participa de ese problema mayor. Se da el proceso en términos normales. Ello contempla la lucha interna de los partidos por escoger sus mejores propuestas y posteriormente acudir a las campañas donde los candidatos se presentarán a sus electores. La batalla política en pos de las posiciones obtenidas por el voto mayoritario ha cambiado.
Ya no son las campañas arregladas previamente, casi de simulación, donde el candidato del partido hegemónico sólo cumplía trámites y ya se sabía quién iba a ganar, en una burla a los ciudadanos y a los principios democráticos. Eso parece haber terminado. Sin embargo, hoy son otras las desviaciones como la compra de votos, con dinero, el día de la jornada electoral. Pero ese ya es otro asunto.
Como se sabe, el estado de Veracruz, que sin dejar de tener los problemas naturales que pueden ocurrir en una entidad con ocho millones de habitantes, setenta y dos mil kilómetros cuadrados de territorio y una población atomizada, ha sorteado con relativamente buen paso su nada fácil camino en lo institucional y en lo político.
No es Veracruz jauja, nadie puede estar totalmente conforme, sin embargo para la dimensión, el macro tamaño, población y características geopolíticas, sin hacer la menor concesión, podía ser más complicada su realidad.
Frescas las reformas hechas a las leyes estatales que ahora imponen un gobierno de dos años por única vez, masticado y en proceso de digestión el impacto político que esto ocasionó, y con ello la recomposición de fuerzas y estrategias de todos los partidos, queda por pasar la aduana electoral federal de junio 7 próximo.
De ahí surgirán nuevas caras en la persona de los nuevos diputados, de todos los partidos contendientes, y por primera vez, de los independientes, que aumentaran la cantera de prospectos aspirantes a la gubernatura del estado, no le hace que sea de sólo dos años. Habrá que esperar.
Lo que no hay que esperar, sino que hay que exigir, es la propuesta de los candidatos a sus votantes. Cuál es su programa, por qué quieren ser sus representantes populares ante la más alta tribuna nacional. Deben convencer al ciudadano de que conocen sus problemas y cómo actuar para superarlos. El país más que nunca lo necesita. De ninguna manera son útiles los diputados que por gracia, compromiso o debilidad lleguen a ocupar una curul, que como se ha criticado, sólo vayan a calentar, sin nunca participar en ninguna actividad legislativa, traicionando la voluntad popular.
El momento socio-político-económico, ciertamente complejo, no ofrece ninguna dilación ni prevaricato. No deben quedar en el slogan engañoso e inaceptable solamente los buenos propósitos de lucha contra la corrupción, la inseguridad, los que pregonan una transparencia de la cosa pública que no es real, los discursos que todo lo ven bien, como tampoco aquellos que todo lo ven oscuro e irrescatable.
Nadie debe confundirse, todo mexicano orgulloso de serlo, en cualquier sitio en que se halle, debe luchar, cotidianamente, por engrandecer y mantener limpia, brillante la casa de todos, la Casa Grande: México.