POLIANTEA
Elecciones, sí. Desarrollo ¿No?
Rubén Pabello Rojas
Termina el Carnaval, fiesta de la carne, y comienza la Cuaresma religiosa. Este año en estos mismos días se efectuarán los principios de las campañas electorales rumbo a la renovación de la Cámara federal de diputados.
Los hechos que conforman todo el tejido de esa tela tan especial que constituye la personificación de las listas de los, primero precandidatos y después candidatos que cada partido propondrá para competir en la liza política comicial, en pos del voto mayoritario, democrático, de la ciudadanía, no está exenta de multitud de incidencias, y algunas indecencias, dentro de su proceso de integración.
Cada etapa trae sus propias peculiaridades, desde el largo y muy criticado periodo hegemónico del partido único, el PRI, que no permitió el desarrollo sano de la Democracia en México, hasta los momentos actuales, los mecanismos seguidos para conformar las nominas de los elegidos a las candidaturas, adolecen de defectos, desde los insignificantes, hasta los verdaderamente graves.
Así es la evolución de lo que las sociedades van sufriendo en la afanosa búsqueda del ideal en que, en teoría, la soberanía del pueblo se ejerce en las urnas. Lo que infecta el método es el procedimiento que se emplea, el cual no es siempre muy idóneo para la obtención del bien político como debía ser.
Basta observar la cantidad de hechos que matizan, no muy limpiamente, los procedimientos que utilizan los partidos para presentar sus candidatos. Se ha vuelto práctica común y aceptada la migración descarada de quienes militando toda una vida en un partido, de pronto por causas deleznables, como son el mantener el poder por el poder mismo, saltan de partido en partido sin el menor rubor y en contra de principios, ideologías y vergüenza.
Casos, muchísimos. Priístas que se tornaron panistas como Miguel Yunes Linares, Rodríguez Prats; panistas que se volvieron priístas como José Ramón Gutiérrez de Velasco, Garcia Bringas. Otros que hasta partidos políticos crearon como Dante Delgado, quien dentro de su organización consiguió inventar los senadores de tres años, enriqueciendo los cánones de la gran picaresca política nacional. Paradigma de chapulines, maromeros y trapecistas.
No se salvan perredistas significados como Andrés Manuel López Obrador, quien ya ha sido presidente de comités de tres diferentes partidos políticos, PRI, PRD y el último, su más reciente aventura MORENA, hacia donde arrastrará a quien se deje atraer por el cántico melifluo de que es el partido contra la corrupción, que se oye en sus infumables anuncios por la radio y la televisión. Palabras huecas, mentirosas, que nadie se traga.
Y mientras sigue la composición de listas de candidatos, verdadera farándula, se conoce la nómina de algunos de los que conformarán la del PRD. En las plurinominales, por supuesto, van los que corresponden a los interesen de los Chuchos. Apoderados de la franquicia encabezando las listas. Purgaron a Marcelo Ebrard y a René Bejarano. Mucho mar de fondo hay en esta jugada política de exclusión. Politiquería barata.
Llama sin embargo la atención la inclusión en la carta de los privilegiados plurinominales el caso de Luis Maldonado Venegas. Veracruzano del puerto, militó muchos años en el PRI, después fue diputado y senador por Convergencia; secretario de Educación y de Gobierno en el régimen panista de Puebla con Rafael Moreno Valle y hoy flamante abanderado del PRD.
Como muestra un botón. De esto está plagado el sistema de los partidos en México. Nadie se sorprenda ni nadie se acongoje. Es la realidad dura y pura. Después vienen los quebrantos. Por qué el país no se desarrolla, no progresa, no prospera a pesar de múltiples anuncios, discursos y frases donde se manifiesta un adelanto que nadie palpa, que solamente se reproduce en el imaginario de los medios de comunicación. Con honrosas excepciones.
Así marcha la nación, entre anuncios de que las reformas ya están dando resultados, entre cruzadas contra pobreza y hambre. Qué tristeza que la política de desarrollo de un país tenga que darse en tan ínfimo nivel. Que después de ser una nación de 120 millones de habitantes, se tenga que llevar alimento, láminas y cobijas a la mitad, que no ha podido ser rescatada de su atraso secular.
Que desencanto al recordar, sin caer en lastimera nostalgia, que aquellos reivindicatorios principios por los que se luchó en la hoy archí olvidada Revolución Mexicana, ya no sean siquiera referencia histórica de lo que una nación quiso ser a principios del siglo pasado. Cuando se convocaba a una Patria Nueva.
En 1954, un viejo y recordado maestro de la Facultad de Derecho de la UNAM, Roberto Cosio y Cossio, de los fundadores del PAN, cuando analizaba en clase, con sus esperanzados e ingenuos discípulos, los tumbos del gobierno a la sazón en turno, acudía con frecuencia a una frase casi sacramental, aplicable en nuestros días: “Ni modo, compañeros, con estos bueyes tenemos que arar”.