La pasajera soledad que me mantiene abstraído de la realidad al encerrarme en mi habitación para escribir estas líneas, hace que me desprenda demasiado de lo que sucede allá afuera. Es como si el mundo no existiera y mi mundo sólo fuera la fantasía de mis palabras, de mis letras que al acumularse describen sueños, encantos y desencantos. Como si el tiempo no estuviera y mi tiempo sólo fuera el espacio de mis libros, de mis renglones que al llenarse relatan realidades, compasivas e incompasivas.
Sueños y fantasía, letras y realidades, mundo y tiempo se conjugan para crear historias, relatos que carecen de lógica pero ¿acaso algunas veces, la vida no parece lógica? Tantas calamidades, tantos males, tantos pesares aquejan una sociedad quizás harta, quizás complaciente, quizás tolerante. O tal vez propiciadora, provocadora y responsable. La fuerza intelectual, el idealismo, la utopía, no parecen coincidir, no tienen fuerza, se olvidan, más cuando se tiene un coto de poder. El poder corrompe, enferma, transforma, seduce porque se enamora fácilmente de la ambición, de la soberbia, el orgullo, la vanidad, el derroche, la opulencia, el dinero; ahogando valores morales e intelectuales en las aguas profundas, pantanosas y pestilentes de la hipocresía, que todo pretende disfrazar con máscaras, con caretas de bondad, benevolencia y buena voluntad. ¡Si Chucha, cómo no! Ya no se sabe a qué creerle y a quién. Ya no se sabe en quién confiar y en qué. La amarga y triste realidad persiste, la democracia es tan sólo un mito celosamente guardado, debidamente manipulado y atesorado por la plutocracia. La lucha por el poder se torna cada vez más encarnizada, más desesperada y hasta sangrienta. El resto de la sociedad, que es la gran mayoría, sólo observa, opina, critica por diversos medios; pero no actúa, no puede, es impotente ante tanta mezquindad, tanta corrupción, tanta basura, que se conforma y aguarda pacientemente abstraída en su impotencia o su mediocridad. La educación, la cultura y el conocimiento que se adquiere con el estudio y esfuerzo de las masas, jugarían un papel preponderante para cambiar, si no radicalmente, gradualmente las cosas, pero se requiere de tesón y verdaderas ganas de hacer bien las cosas; venciendo las estratégicas, mudas, calladas, subrepticias barreras que el dueño del poder antepone también por los mismos diversos medios. La televisión, la internet, los juegos electrónicos, literatura barata y todo, todos los medios necesarios que distraigan y cultiven la mediocridad. Las crisis económicas no dejan tiempo para la distracción y el esparcimiento, que bien podría utilizarse en educación y eso es también provocado.
Un pueblo cultivado, debidamente educado, conscientemente preparado, con bases morales sólidas, y alejado de los medios que inducen y producen tanta mediocridad, bien podría, unido, procurar el cambio anhelado por todos. No está por demás invitar a quien usted conozca, sus amigos y familiares cercanos, a estudiar, a prepararse siempre para crear así un mundo menos manipulado, menos distraído y mejor orientado. ¿No lo cree usted así amigo lector? Piénselo un poco. Que tenga un buen día.
Luis Humberto