POLIANTEA
Campañas, la liza electoral abierta
Rubén Pabello Rojas
En medio de condiciones sociales y económicas muy complejas, cuando las circunstancias políticas no son del todo claras, arrancan las que serán brevísimas campañas de los candidatos a las diputaciones federales, en busca de la simpatía del electorado. Con otros tiempos electorales se celebrarán, además, elecciones locales y municipales en 17 estados de la República.
Independientemente de las condiciones particulares de cada entidad, en Veracruz solo se realizarán las federales. Eso sí, con la participación de 10 partidos y la novedad de los candidatos independientes, que ha resultado de lo más impredecible y cuestionable por el tortuoso camino a que han sido sometidos quienes, ¡oh!, ingenuos creyeron en una figura oxigenadora de la democracia mexicana y han tenido que afrontar la cruda realidad.
Más allá de los naturales pasos del proceso electoral, todas sus incidencias y los quebrantos de partidos, candidatos, funcionarios y electores, que por supuesto tienen gran significación, se va llenando el ambiente de multitud de comentarios que aderezan el ambiente electoral y le dan un toque de interés adicional. Tercian reconocidos columnistas políticos, quienes expresan su modo de interpretar los acontecimientos políticos y emiten sesudos pronósticos armando escenarios, generalmente imaginarios, producto de observaciones parciales y muchas veces interesadas.
Surge ahí un nutrido grupo de analistas, con todo el derecho de opinar, que diagnostican, en un entramado prolijo quién será elegido o cómo se definirá determinado acontecimiento, en función de la unilateral visión de un hecho o bien en el acomodo a modo del interés de quien emite el análisis político.
En el espacio del proceso previo a las campañas, el aire se llena de una insoportable cantidad de “spots” que atosigan a ciudadanos y no, en la radio y la televisión. Ninguno, que son la postura de los partidos políticos, ninguno habla de construir un país digno y fuerte. Unos se envuelven en el pesimismo, otro en el optimismo cínico prometiendo la salvación de México, uno más ocupa un color de piedra preciosa como lema programático, y por ahí de ayuna va la cosa.
Quien si de plano enseña el cobre es un partido cuya propuesta hueca es la “chunchaca”, pegajoso y vacío compás sin contenido ni propuesta seria, con cuyo “movimiento” invita a los electores a resolver los gravísimos problemas del país. Todo se inserta en el contexto de una pobre caricatura destinada a un país surrealista al que se menosprecia y no se toma en serio.
Si las campañas van a estar compuestas de los mismos ingredientes, ya se pueden ir adivinando los tristes resultados. Y la verdad es que en el escaparate de los candidatos nominados, de prácticamente todos los partidos políticos, no hay mucha tela de donde cortar. Dadas las nuevas formas no es muy fácil aventurar resultados. Se advierte que en Veracruz, el partido en el gobierno, el PRI, enfrenta un panorama de pronóstico reservado por la cuestionada personalidad de la mayoría de sus abanderados.
A lo anterior habrá que adicionarle la innegable situación social y económica de estos tiempos; en el intento de querer presentar un estado en marcha hacia adelante, más bien se impone la realidad de un abrumador quebranto en los flujos de recursos, que afectan desde a empresarios acreedores sin paga, hasta el ciudadano común que no ha podido cobrar a tiempo su pensión o su salario, dando lugar a una cadena perversa multiplicadora de insatisfacciones, que poco a poco secan la economía regional.
Es conveniente acudir al estudio profesional de reconocidos economistas como son Rafael Arias Hernández e Hilario Barcelata Chávez, quienes con elementos científicos ofrecen una exposición de parámetros, por medio de los cuales se determina la actual ubicación económica del estado. No es muy halagüeña la posición en que los veracruzanos afrontan estas épocas. Lo más preocupante es que no se ven a corto plazo, ni posibilidades ni capacidades para salir del atolladero.
La Democracia, con mayúscula, otorga al elector universal la potestad de elegir al mejor candidato, de construir un sistema que beneficie a toda la sociedad. Hay que entender que democracia sin ideología y sin sustento programático no es funcional ni benéfica.
Intentándola, sin embargo, gran cantidad de países no consiguen los beneficios de esta forma de gobierno. Comicios van y elecciones vienen y los resultados siempre son los mismos, insatisfactorios. Renovar mecánicamente las instituciones con otros individuos no es la solución. ¿En qué consiste, entonces? ¿Qué falla? ¿No hay esperanza ni remedio? Bajo la superficie, hierve el agua.
Cabe repetir, parodiando, los premonitorios versos de Antonio Machado, cuando sentenció:
“Políticos nutridos de sopas de lamentos/contemplan impasibles el amplio firmamento/escuchan a lo lejos, como un rumor distante/ clamor de mercaderes en muelles de Levante/ no acudirán siquiera a preguntar ¿Qué pasa?/ Y ya la guerra ha abierto las puertas de su casa”.
Pasadas las elecciones de junio próximo, constituida la Cámara de Diputados del Congreso de la Unión, nadie detendrá la inquietud, casi frenesí, para la elección del próximo gobernador de dos años. En vista de las desafortunadas, lastimeras condiciones que prevalecen en el estado, la pregunta es: ¿Quién es el valiente veracruzano que quiere entrarle? ¿Quién en un lapso tan breve de 24 meses, restándoles formalidades, acomodos y nuevos tiempos electorales para la de seis, se siente motivado para semejante desafío?
Aun agregándole estas desafortunadas condiciones y miserias, aunque usted no lo crea, hay muchos, muchos políticos de todos tamaños, colores y sabores, con posibilidades o sin ellas, que quieren sacrificarse para servir a los veracruzanos. A ambos, futuro gobernador de dos años e indefensos ciudadanos de siempre, que Dios los agarre confesados.