25 de Noviembre de 2024
 

Salvador Muñoz - ¡Lo atraparon!

Los Políticos 220515

¡Lo atraparon!

Salvador Muñoz

 

Gafas oscuras. Gorra. Caminar lento. Volteando constantemente. Por supuesto que si una dama viene de frente y me ve, cruza al otro lado de la calle. Me veo “muy sospechoso”. Ya no sé si alcanza a ver el lerdo caminar de mi Harry, agobiado por los calores a flor de piso y si no lo ve, lo entiendo… a veces hasta en las mismas sombras se camuflajea.

Caminar lento. He dado dos vueltas a la manzana y ese muchacho se ha mantenido en la misma cuadra. Se sienta de un lado a otro. Me le quedo viendo fijamente y su mirada se encuentra con la mía. No la sostiene. Camina hacia la avenida y yo atravieso por las cocheras rumbo a casa… pero sin perderlo de vista. Es otra mañana en Jardines de Xalapa.

 

II

Con grandes esfuerzos baja un garrafón de la parte trasera de su auto. La saludo agitando la mano como habitualmente lo hago, pero no responde. Le digo que si gusta, la ayudo a cargar el garrafón y me responde con un seco: “Yo puedo sola”.

Me encojo de hombros y le silbo a Harry. Entonces, la señora se dirige a mí con el mismo tono, seco, cortante:

–¿Usted vive aquí?

–Sí…

–¿En dónde?

No entiendo el interrogatorio, pero no responder sería grosero.

–Allá enfrente, en el tercer piso. Justo donde está esa moto.

Voltea hacia donde le señalo y sin responder nada, toma el garrafón y haciendo juegos malabares, pujando, se lo lleva.

Le platico a la Mujer la anécdota… “por acomedido”... doble regaño.

III

Son cerca de las 23 horas. Estamos platicando las últimas de la noche. Cuando gritos y más gritos nos alertan. Tratamos de ubicar el origen de éstos y al asomarnos a la ventana, vemos que no somos los únicos. Varias ventanas asoman a curiosos.

–¡Baja a ver qué ocurrió!– me dice la Mujer...

–¿Para qué?– le respondo desde la comodidad de mi ventana

–¡Baja!

Entonces sopeso: Conflicto en la calle o conflicto en la casa… por supuesto: ¡Bajé corriendo!

Ya estaba allí el vecino cubano, el que enseña defensa personal a los otros condóminos, conminando a la paz.

–¿Qué ocurre, pariente?– le pregunto. Me dice que agarraron a un joven los otros vecinos. Lo vieron sospechoso y que ha habido varios atracos, incluso, se quejan de que los espían por las ventanillas del baño de los departamentos del primer piso. Veo a una señora que grita… es la vecina de “mi interrogatorio mañanero”. Alcanzo a escuchar que un tipo con gorra, lentes y chamarra le sacó una pistola. Entonces entiendo su desconfianza. Un señor, muy encabronado, dice que hace rondines a la uña de la mañana ¡él solo! Todo mundo habla, todo mundo grita, todo mundo reclama… ¿dónde está la Policía? ¡No hacen rondines! El cubano y yo decimos que sí, que sí hay vigilancia, dos policías a pie están desde la mañana hasta las 11 de la noche… pero los vecinos están muy molestos… no entienden razones. El cubano mejor se retira.

IV

Veo al muchacho que detuvieron. Está sentado junto a un estacionamiento rodeado de todos sus inquisidores. Es el mismo joven que vi en la mañana en actitud sospechosa. Lo reconozco por la camisa así como por su corte de cabello y físico. No emite palabra alguna ante el barullo. Una patrulla de Seguridad Pública se hace presente y empieza a tomar datos.

¿Quién es el joven? Un conflicto con su pareja lo llevó a la separación… Las razones por las que hacía la ronda las desconozco pero las imagino… extrañaba a su mujer… o quizás algo más: Una señora, arriba de 50 años, acaricia su cabeza con ternura y a la vez con cara de angustia, misma que se dibuja entre las penumbras de esa cochera. El joven envuelve entre sus brazos a alguien. No… no es a su pareja. Tiene entre sus brazos a una niña. Sus brazos se mueven por la carita de la niña, por los bracitos de la niña, con una devoción que nadie percibe, que nadie siente, que nadie comprende… él no dice nada. Creo que valió la pena su acecho de todo un día. Tenía entre sus brazos lo que más quería. Es otra noche en Jardines de Xalapa.

 

 

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