Juan M. Mirón
Cómo se extrañan dentro del ambiente político aquellos años de “vacas gordas”, cuando los días en que se preparaban los aspirantes a los cargos de elección popular lo hacían con libertad, con alegría; competían entre varios, casi en igualdad de condiciones y sus simpatizantes también vivían esa fiesta, igual que cuando se prepara el bautizo o los XV años de la chamaca.
Ahora… ahora vivimos un remedo de aquellos días… ahora hay precandidatos pobres, mediocres y también hay algunos que reúnen los dos adjetivos en un solo candidato… hemos visto de cerca, precandidatos pobres y además mediocres.
Es sorprendente cómo en la mente de alguna persona que ha llegado a estar cerca del poder, o ha probado algunas migajillas del éxito de sus amigos, pueda pensar que tiene las posibilidades, el toque, el encanto, la facilidad, la posibilidad de ocupar un cargo público, pero lo peor es que se atreva a decirlo en público, ante los chismosos, que rapidito salen a escribirlo, a lanzarlo al aire o difundirlo en el “Italian Coffee”… jajaja, hay muchos Italian en el país, pero en realidad nos referimos al folklor político de Martínez de la Torre.
Aquí, donde a algunos de los “políticos optimistas” aún no les cambian el chip, por una simple y sencilla razón, porque la gran mayoría es de modelos tan añejos, no por los años cronológicos, sino por sus ideas retorcidas, oxidadas y vetustas, que aún utilizan cinta de carrete.
Dicen que los changos viejos no aprenden maromas nuevas, pero es posible que en Martínez de la Torre exista una camada de políticos “nuevos” que lo único que saben hacer en dar machincuepas viejas, con actitudes y posturas de aquellos años del despilfarro, la tranza, el chocholeo, la mentira y los aires de grandeza, aunque hayan perdido sus últimas elecciones.
En ese escenario nos encontramos a una Mariely Manterola Sáinz, quien según sus autoconsejos noctámbulos, todavía puede aspirar a una presidencia municipal o una diputación, aunque en el análisis, lo más prudente, según el consejo de los pocos sensatos que tiene a su alrededor, es que desista de esa locura, ya que arrastra una derrota y le pesa el descrédito de su familia, es decir, Pedro Manterola Sáinz y su administración municipal accidentada y José Manuel Manterola Sáinz con sus equivocaciones y desprestigio en el manejo de medios.
Los tres conjugaron sus talentos en la campaña que Mariely Manterola perdió y ese fue su examen final, el de última oportunidad en la política, según apuntan los científicos politiqueros que toman café y esperan a ver quién les paga la cuenta.
Otra que camina a ciegas, con tacones del 12 en calles empedradas y sobre las rejillas tragatormentas es la síndica Karla Estrada Gómez, quien de acuerdo a su slogan de pre-pre-pre-precampaña es “la solución a los problemas de su partido”, lo cual no es poca cosa si consideramos que el PRI, en sí como partido, no gana una elección desde hace ya varios periodos.
Eduardo Sánchez, diputado local ganó abanderado por Nueva Alianza, Édgar Spinoso ganó abanderado por el Partido Verde y Verónica Carreón llegó al PRI siendo aún diputada suplente de Ernesto Callejas de Nueva Alianza, lo que significa que desde entonces comenzaba a alarmar la desnutrición de la vaca sagrada del PRI en Martínez y tuvieron que llegar de otras corrientes, ideologías e incluso regiones del país, para salvar el honor de los de casa, que ni eso saben, ni pueden hacer.
Y es que antes de eso, tuvo el PRI sendos fracasos con Rubén Reséndiz Velasco y Mariely Manterola, arropados por aquellos seres tocados con el polvo celestial como Omar Gómez López, Karla Estrada Gómez, Carlos Gómez Cortés, Adalberto Reséndiz Velasco, los Manterolas y muchos otros que hoy se vomitan diciendo “Yo quiero, yo puedo, yo merezco, yo soy la salvación”, pero que en realidad lo que necesitan es un trabajo formal para dejar el ocio, mas no una diputación, ni alcaldía; quizá, y solo para que ya dejen de estar fastidiando a sus padrinos en Xalapa, les alcance para una regiduría o dirección en algún Ayuntamiento de la zona para los futuros procesos. La verdad, una candidatura de cualquier tipo para cualquiera de ellos resultaría una burla para ellos mismos porque no se les mira por dónde puedan hacer por lo menos un papel digno.
Las aspiraciones de cualquiera de los multicitados personajes solo se sostienen por acercamientos en eventos públicos con otros funcionarios de mayor envergadura y como ellos son así por naturaleza, solo se montan y con eso creen merecer, porque en realidad ni trabajo, ni equipos, ni ideologías, ni corrientes… bueno, corrientes sí, pero nada hay en esta zona que sostenga la fuerza y convocatoria que dicen tener. En esta cazuela entran también Martha Montoya, Román Bastida y la eterna aspirante Lorena Piñón Rivera… quienes más que una candidatura, lo que necesitan es un terapeuta.