Tal vez hoy en día ya no existen tantas personas que como principio de sus vidas, de su comportamiento o motivación principal es el ser temerario. El sentido de valentía que tenían los personajes del lejano oeste, por ejemplo, donde los verdaderos hombres eran aquellos que imprudentemente ponían en riesgo constante su vida, al grado de que si esto les faltaba ya no tenían razón para vivir.
En estos tiempos también encontramos algunas personas que son así, claro que de un modo más depurado. Ejemplos de estos son los aficionados a los deportes extremos, que en realidad son de alto riesgo; lo preocupante es que ese tipo de personas aunque tienen una forma de convivencia muy normal y coherente con los demás, llámense hijos, esposos, amigos, familiares, etc., su convivencia siempre está marcada como por una preocupación fatal de ya no volver a ver a la persona amada, afectando con esto a los dos polos de relación; es decir, al temerario mismo, y a los allegados a él. En este caso puede más la sensación física del hecho de poner en riesgo su vida, que el amor en sí hacia los seres con los que se relacione. En el fondo estas personas son, aunque no parecen a simple vista, muy egoístas, por lo que solo piensan en sí mismas y no en el bien del otro, porque se pone en riesgo constante el privar de su presencia a los que lo quieren. Otro ejemplo de ello, más actual y local, son también los llamados mototortilleros, y demás motociclistas y ciclistas que circulan libremente y de manera imprudente por las calles de nuestra ciudad. Recientemente se han incrementado de forma constante los accidentes y decesos de estas personas, debido a una manera totalmente irresponsable de utilizar estos vehículos, como lo vemos a diario en los periódicos. Son personas excesivamente imprudentes que hacen cara, resisten, sin dar muestras de cobardía a los peligros que enfrentan y que son generados por ellos mismos. Vamos, ni siquiera conocen el reglamento de tránsito concerniente a este tipo de vehículos. Si maneja usted un automóvil, se da cuenta que a menudo le rebasa por la derecha un motociclista, o se lo encuentra en sentido contrario a la circulación. Se ha convertido esta situación en un verdadero peligro para peatones, motociclistas y automovilistas. Hace algún tiempo ya, a un amigo mío, de repente se le estampó por un costado un motociclista cuando iba conduciendo su vehículo, donde el joven que conducía la moto salió gravemente lesionado. Mi amigo, detenido sin tener culpa alguna y su vehículo, seriamente dañado. Afortunadamente el seguro cubrió los daños pero mi amigo quedó sin vehículo por algún tiempo.
Qué pena que todavía no se dé una cultura semejante a la que han alcanzado otras ciudades en materia de vialidad y urbanidad, a pesar del crecimiento demográfico y vehicular que observamos en la actualidad. Qué pena que se siga permitiendo emplear estos vehículos a jóvenes y personas adultas, que aún sabiendo los peligros que pueden afrontar al manejar vehículos de estas características sin tener tan solo algunas nociones de vialidad, los utilizan convirtiéndose así en temerarios sin que lo sepan. Estos aparatos no son juguetes y lo peor es que no solo dañan, al ser usados de manera imprudente, a quienes los conducen, sino también a terceras personas que no tienen la culpa de haberse cruzado en el camino de estas temerarias personas. ¿No lo cree usted así amigo lector? Piénselo un poco. ¡Qué tenga un buen día!
Luis Humberto.