Sin tacto
Por Sergio González Levet
Las cumbres Tajín
En verdad son varias las cumbres Tajín que conviven en esa celebración al inicio de la primavera en la región totonaca, que este año ha llegado a su versión número 15.
Varias cumbres, o varias dicotomías en la Cumbre: modernidad contra tradición, comercialismo contra economía popular, rescate contra innovación, localismo contra apertura al mundo.
Los románticos antañones ven una explotación adicional de la etnia totonaca, mientras los entusiastas promotores ven un impulso; los puristas se quejan del uso no tradicional de la riqueza cultural indígena, mientras los promotores piensan que la están insertando en el mundo contemporáneo; los críticos dicen que la organización fue pésima, mientras los elogiadores dicen que fue una maravilla de sincronización.
En verdad, la Cumbre es lo que es: una mezcla de aciertos y errores, de logros y retrasos, de eficiencia y desorganización.
También es la oportunidad única de contemplar, de sentir, de dejarse abrazar por la maravilla sin par de la cosmogonía y las costumbres totonacas, nahuas, huastecas, porque llegan indios de todos lados para celebrar su origen y su permanencia.
Una última dicotomía: hay la cumbre diurna y la nocturna.
La de día es abierta, prístina, llena de personas que se asombran al conocer la cultura totonaca y sus alcances. Recorren el parque temático y entran al temazcal, se dejan limpiar por los chamanes, aprenden a hacer artesanías, disfrutan las danzas. Ven volar a los voladores de todo el mundo.
La de noche es oscura, exaltada, llena de muchachos o fans que siguen a los grupos que cierran cada jornada, y que se forman de acuerdo al tema del día: darketos, punketos, salseros, poperos, gruperos. Sólo conocen la claridad sospechosa de la cerveza que se toman a raudales y la parte ínfima de Takilhsukut en donde está el nicho de la música. Llegan al atardecer interesados en su mundo y su clan. Se exceden, se divierten estentóreamente, brincan, gritan, bailan… peligran como siempre.
En el recuento final de la Cumbre, los indios totonacas se manifiestan contentos porque los 400 mil visitantes que estuvieron esos cinco días dejaron una derrama económica que les ayudó a sobrellevar mejor su frágil economía de pobres en medio de la mayor riqueza natural. Igual están satisfechos muchos habitantes y comerciantes y empresarios de la región por las mismas razones, aunque de diferentes pesos.
Los muchachos que acudieron en tropel pudieron disfrutar y manifestarse, contenidos en el exceso por las fuerzas de seguridad, que funcionaron y a su vez no cometieron excesos.
Se vio más orden y más organización en esta Cumbre, que ya está consolidada.
Queda en el ambiente la idea de que ya es indispensable un cambio en la dirección general del evento, para que puedan entrar nuevas ideas, nuevas visiones y nuevas personas.
Después de varios años, sería bueno que Salomón Bazbaz Lapidus ya dejara la silla. ¿O no?
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