El Guayabito
Quiero comentarles que hace algunos años, allá por finales de los ochentas, no recuerdo exactamente en qué año, llegué a Martínez de la Torre de fin de semana como muchas otras veces lo hacía; yo radicaba en la ciudad de Xalapa por cuestiones de trabajo. En esa ocasión me detuve en un conocidísimo pero hoy un poco olvidado negocio de venta de exquisitas tortas. Le pedí una torta y un refresco al señor que estaba atendiendo en esos momentos, eran más o menos como la una de la tarde.
Me hizo algo de plática, nos identificamos entonces, pues las familias de aquí éramos muy conocidas en aquellos años y comenzamos a echar un poco de relajo. Noté inmediatamente que estaba discapacitado a causa de una artritis reumatoide o algo así, pues caminaba encorvado y con sus pies muy juntos, pero muy, muy alegre y jovial. Ese hombre es una lección de vida, me dije. Estaba preparando mi torta cantando alegremente cuando de pronto me ofreció en tono muy serio entrar a una pirámide que por ese tiempo estaban muy de moda en el pueblo, me dijo que su pirámide era muy diferente a las demás que se estaban realizando. Una pirámide en aquellos años era un tipo de fraude, pero no electoral como abundan hoy en día en épocas de elecciones, bueno, eso es otra cosa; el fraude era financiero, donde a cambio de una cantidad determinada de dinero que usted entregara, le prometían, pasado cierto tiempo, entregarle el triple o quíntuple de la cantidad entregada, siempre y cuando llevara dos o tres invitados que aportaran igual cantidad a la de usted. Yo le pregunté por qué, y él me contestó que su pirámide estaba certificada ante notario público; es decir, me pidió que yo le entregara algo así como seis millones de pesos, seis mil de los de ahora, pues esto se dio poquito antes de que a Salinas se le ocurriera quitarle tres ceros a nuestra moneda; y en 15 días él certificaba ante un notario público que me devolvería dos millones de pesos si bien me iba. ¡Bonito negocio! Nos empezamos a reír porque en su broma él trataba de comentarme el fraude tan grande que se estaba llevando a cabo en el pueblo por aquellos días. Un fraude tan extraordinario que la gente hacía cola para entregar su dinero y esperar confiadamente a que pasara el tiempo. Muchos ya sabemos el desastroso resultado de esas famosas pirámides.
Mi en aquel entonces nuevo amigo se llama Luis Sánchez Rodríguez, y su negocio de tortas “El Guayabo”, cariñosamente le decimos sus amigos el Guayabito, y a partir de aquella ocasión en que entré por primera vez a su negocio, lo visitaba muy seguido solo que pasado el tiempo yo me accidenté, quedé discapacitado a causa de una lesión medular completa. Pasó mucho tiempo para que yo me pudiera recuperar física y emocionalmente. La depresión por la que yo pasé fue muy fuerte y difícil para mí, y en medio de aquella crisis recordaba siempre a mi amigo. La vida que él llevaba y cómo la tomaba, como muchas veces lo platicamos. Me alentaba a seguir y seguir, tratando de salir. Él es una persona muy alegre, muy jovial, con un carácter envidiable, no parece que está enfermo ni que su enfermedad desafortunadamente avanza cada día. Toma la vida como le llega y la vive intensamente. Es mi amigo y sé que al igual que yo seguimos luchando. Saludos amigo Guayabito, pronto te llevaré tus carnitas. Amigo lector, muchas gracias. Que tenga un buen día.
Luis Humberto.