Manuel Zepeda Ramos
Inexactitudes. Si usted le pregunta a un funcionario del turismo de sol y playa acerca de cómo se está comportando la asistencia del turismo internacional a nuestros atractivos, le dirá que extraordinariamente bien, sobre todo si se apela al año clave del 2009. Pero si usted le hace la misma pregunta a un académico del turismo -ahora están en las universidades privadas-, le dirá que mal, salvo Los Cabos y la Riviera Maya, agregándole que el turismo Internacional aporta sólo el 10% de los ingresos del turismo en México.
Eso dicen.
Lo que no falla es cuando se refieren al turismo nacional. Hay gran coincidencia en sus dichos. Todos se unifican al decir que es el turismo nacional el que mantiene la función turística en nuestro país y algunos hablan de cifras superiores al billón de pesos.
Mientras son peras o manzanas, volteemos a ver al turismo nacional.
¿Quién puede dudar que la ocupación hotelera en el puerto de Veracruz habrá de ser del 100% durante la próxima semana?
Absolutamente nadie, porque esa aseveración es un axioma absoluto, que no necesita demostración. Desde que decidí vivir en Veracruz hace casi 40 años, el cuatro veces heroico se ha atascado hasta las manitas en Semana Santa.
Entonces, para estos tiempos de ajustes necesarios en todos los aspectos que nos habrá de llevar sin duda a ser un país líder en América y en buena parte del mundo -lo he dicho aquí muchas veces-, mientras pasan esos ajustes, vayamos viendo con especialísima atención el desarrollo del turismo interno.
Cualquier familia de clase media, cualquiera -y en el país son un número que pinta en el horizonte poblacional-, vacaciona compulsivamente.
Con lluvias o sin ellas, con temblores o sin oscilaciones, con violencia evidente, Acapulco se atasca cada vez que hay oportunidad de echarse una vueltecita al alcahuete que recibía a la Nao de China, así sea por pocas horas. Que después el Monte de Piedad y otras oficinas al respecto de las que hay en Xalapa también se atascan, ese es otro cantar que habrá de resolverse de otra manera, pero “lo bailado nadie nos lo quita”, porque yo también me incluyo.
Y eso es así nada más, por el deseo de hacerlo, aunque me corran del trabajo, diría la burocracia.
Invito a todas las oficinas de gobierno a que se reúnan lo antes posible para reflexionar seriamente, con argumentos necesarios y suficientes, en torno al asunto del turismo nacional, no sea que vaya a resultar un proyecto transversal que no lo hemos valorado en su justa dimensión.
A la distancia, estos ajustes constitucionales para que las fechas significativas de la historia nacional se descansen en lunes y no entre semana, sin querer queriendo contribuyen fuerte para incentivar al turismo nacional que, ya lo estamos viendo, aporta duro a la economía nacional y no nos habíamos dado cuenta.
Por lo pronto, hay que revisar el asunto de las vacaciones más allá de rupturas de media semana a la vida laboral cotidiana en México.
Un camino podría ser la unificación de las vacaciones, al menos las burocráticas, para sacarle rendimiento económico al turismo interno. Así, se podrían planear mejor las vacaciones con el auxilio del TURISSSTE, lo que redundaría en mejores periodos de asueto.
Que me diga quién de los empleados universitarios de la mejor institución de Educación Superior en Veracruz no se siente bien con una semana de vacaciones en Semana Santa, cuando el resto de los compañeros de sus hijos que son los alumnos de todas las escuelas públicas y privadas, que bien podían compartir el viaje a la playa con los padres de uno o de otro, vacacionan dos semanas.
Es tiempo para dejar de ver de soslayo este asunto que podría representar muchos millones de pesos -por lo pronto hoy se calcula en más de un billón-, por sólo ponerle orden a las vacaciones y a los puentes de fin de semana, aunque algunas familias terminen en el Monte…de Piedad.
Son tiempos de economías no descubiertas.